Capítulo 4 - Jarrón roto. Ups.

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Capítulo 4

Me levanté lentamente, y atisbé el panorama que se hallaba en mi salón. El jarrón favorito de mi madre se había partido en trozos muy pequeños. Sería un trabajo muy duro volver a juntar todas esas piezas de nuevo. Recogí del suelo los trozos rotos, verdes y amarillos, y alguno naranja. Entre el vaso de leche, y este nuevo estropicio, mi fin de semana iba a ser un glamuroso espectáculo digno de ver. Yo, estudiando sobre la cama con un libro de álgebra. ¿A que enfermo mental se le ocurrió mezclar el abecedario con los números? sea quien sea, nos ha arruinado la vida a todos los estudiantes. Las matemáticas eran mi punto débil más asqueroso de todos. Son un idioma diferente, ¿a quien le gustan? Simplemente, me enervan más que nada.

Pero volviendo al tema principal de todo este embrollo, -el jarrón roto, horroroso, pero el favorito de mi madre- necesitaba un sitio seguro donde esconder los trozos y que nadie lo descubriera. En ese momento, oí la cerradura de la puerta. ¿Tenía que ser justo ahora? Empujé las piezas rápidamente hasta debajo del sofá, y corrí a la entrada apresuradamente.

-Hola pequeña garrapata empedernida -Me dijo mi amiga Mia entrando por la puerta. Siempre tan amistosa.

-Musaraña aterciopelada, ¿Como te va con francés? -La contesté en un tono aparentemente simpático, con las manos en mis bolsillos traseros.

-Necesito helado de chocolate y muchos kleenex.

-¿Mal?

-¡He suspendido! -Gritó tirándose de cara en el sofá.

-Yo he suspendido matemáticas. Pero no hay tiempo para penas, ¿como has entrado?

-Por la puerta.. -Dijo como sin nada, y apoyando sus pies en la mesa. En ese momento Carlos se aproximó a mi mente.

-Me refiero a que con que llave -La dije haciendo una mueca.

-Tu madre me la ha dado, que por cierto, esta sacando la compra de la furgoneta. Quizás deberíamos ir a ayudarla.

-¡Mierda! -Grité, recordando el jarrón. Empecé a sacar los trozos de debajo del sofá.

-¿Tan poco quieres a tu madre?

-Ayúdame con esto. -La ordené.

-A mi no te me diriges en modo imperativo. ¡Merezco tu respeto! -Me dijo levantando la barbilla en signo de poder y poniéndome una mano en la cabeza.

-¡Deja de hacer el indio y trae una bolsa para meter todo esto! -La grité haciéndola entender que dejara de comportarse como una niña pequeña. La musaraña con mechas rubias se dirigió a la cocina con un puchero en sus labios. Y mientras abría cajones y puertas, me regañaba desde una pequeña ventana. La misma por la que Carlos en su momento, había sacado su cabeza.

-Siempre igual..tan borde, y fría.. deberías tomarte la vida con más humor, gracia y honestidad. -Hablaba sin mirarme, mientras habría la nevera. 

-¿¡Me hablas de honestidad!? ¿¡Cuándo no he sido yo honesta contigo!?

-No sé, ignórame. Digo muchas tonterías al cabo del día. -Pude ver como cogía un cuchillo de un cajón. 

-Mia, ¿¡Se puede saber que haces!? -La grité perdiendo los nervios y sujetando todos los trozos del jarrón en mis brazos, sentada en el suelo.

-Estoy buscando algo donde guardar los cristales.

-¿Seguro? ¿No te estas haciendo un bocata?

-También. ¿Ves que importante es ser honesto? -Su último comentario colmó el vaso de agua. Y también en ese preciso instante, mi madre entró con dos bolsas de la compra. Volví a arrastrar todos los trozos de jarrón debajo del sofá. Mi paciencia se había terminado. Vi salir a la musaraña aterciopelada de la cocina con un trozo de pan y un cuchillo.

Un Diablo Enamorado {BlasAuryn} (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora