Capítulo 10

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Capítulo 10

Una semana después

A pasado como una semana desde que no veo a Carlos y Blas. Estoy decaída. Deambulo por los pasillos del instituto como si nunca hubiera estado allí. Como si fuera un sitio nuevo, ya que Raquel no quiere verme ni dirigirme la palabra. Y la verdad es yo a ella tampoco. Se pasaba todo el día con Álvaro entre risitas. Y cada dos por tres yo recibía una mirada amenazadora de Álvaro. ¿Ahora que le he hecho? me tiene asco, bien. Pero yo le tengo más. ¿Será por haberme enfadado tanto? ¿Y que quería que hiciese?

Raquel me a decepcionado enormemente como amiga. Yo siempre la ví una chica inteligente y servicial. Jamás me imaginé que me haría algo así...de verdad. ¿A caso yo le he hecho algo?

Pero volviendo al tema de Blas y Carlos. Me siento atribulada; creo que les echo de menos. No entiendo por qué han desaparecido de repente. ¿Quizás dije o hice algo desagradable para ellos? De otra forma, no lo puedo entender.

La última vez que vi a Blas, fue en su devastador momento de ira, en la cocina de Raquel. Quizá por eso no quiere verme, y aún sigue enfadado por.. ¿Por qué? Recuerdo que me interrogó sobre lo que me traía con Álvaro. Y yo claramente le dije que nada, porque así era ahora. Y vió mi marca roja en la muñeca...podría decir que se enfadó más aún al verlo y su ira desaforada no cesaba. Recuerdo no poder mirarle a los ojos, y también recuerdo una lágrima rodar por mi mejilla..no se si fue de pena, o pura impotencia de no poder mirarle.

Creo que le añoro un poco. Si es verdad que me causa temor, ¡claro, es el diablo! pero, cuando deja de irritarse y se encuentra tan arrepentido..simplemente, no puedo seguir asustada, y mucho menos enfadada con el. Yo nunca estoy segura de nada, pero de esto debo hacer una excepción. Blas nunca me haría daño, y en el caso de que me lo hiciera, no lo haría a propósito. ¡Nunca! No le puedo imaginar tan ruin como su padre..

Y luego están sus ojos. ¡Qué diantres, no estoy enamorada! pero nadie en este mundo, ni en el infierno, ni el cielo, si es que existe -ya que si hay un infierno, supongo que también habrá un cielo- puede decirme que sus ojos, no son dignos de admirar. Pero... ¿Cómo puede el Diablo atraerte cuando se parece mucho a un ángel cuando te sonríe?

-¿Lucie? -Oí la cálida voz de mi madre detrás de mi. Giré mi cuello para sonreírla, a lo que ella me correspondió con una sonrisa... y una taza de chocolate.

-Hola -Mascullé carraspeando mi garganta. Se me había quedado seca.

-Cielo, llevas un buen rato en la encimera. Se que te gusta este sitio, pero, ¿Estás bien? -Me dijo mi madre, sentándose a mi lado. Miré por la ventana, y contemplé el cielo grisáceo, por el cual revoloteaban un par de gorriones desorientados. -¿Estas bien, cariño? -Me dijo mi madre poniéndome la mano en el muslo. Me levanté de la encimera y dejé el chocolate en la mesa. Miré a mi madre y puse los brazos en jarra con una sonrisa. Mi madre extrañada, pero con un rostro divertido, también se levantó.

-Me voy a echar una siesta, ¿vale? si necesitas algo, despiértame. -Me dijo dándome una de sus mejores sonrisas, y cogiéndome de la barbilla. Yo no pude evitar sonreír. Me quedé observando por unos momentos el rostro de mi madre. Cuando sonreía se le dibujaban unos hoyuelos muy graciosos en las mejillas, y también se le arrugaban las comisuras de los ojos. A pesar de su aparente alegría, mi madre estaba cansada. Llevaba demasiados días trabajando sin parar, durante horas y horas. Ella trabajaba de guardabosques, y no por vivir en el bosque, si no porque simplemente le gustaba, y pensó que viviendo aquí, le quedaría incluso más cerca el trabajo.

-Te quiero -La dije.

-Y yo -Me contestó, y subió a su habitación. La observé subir las escaleras, y volví a sonreír, esta vez con un suspiro profundo.

Decidí salir a tomar el aire, aunque era uno de esos días en los que no corría el viento, pero tampoco hacía calor. Pero aún así estaba nublado y no podías salir en pantalón corto. Sí, el clima es confuso a veces, y me parece que tenemos algo en común.

Me senté en uno de los troncos de la hoguera. Había varios leños de madera haciendo un cuadrado al rededor de un pequeño montón de palos y cenizas, donde en tiempos de antaño yo organizaba fogatas con amigos. La última vez que hice una fue hace un año y medio. Recuerdo que fue una gran fiesta, de esas donde te despiertas y no sabes que haces, ni donde estás. En esos tiempos yo seguía saliendo con Álvaro -cómo no-, Raquel no era la zorra que es ahora...¡Uy, perdón! Ainara y Dani solo eran amigos, y Mia y yo éramos inseparables. Aunque eso no a cambiado nada. Ahora me temo, que las cosas han cambiado un poco.

Me estiré hacia atrás cayendo al suelo, haciendo un exagerado ruido, como cuando te despiertas y te estiras en la cama, recién levantado. Gracias a mi feroz bramido, rugido o lo que hubiera sido aquello, un par de pájaros del abeto más cercano, huyeron desconsoladamente hacia nuestro querido firmamento, en el cual ahora mismo no se hallaba ni una sola estrella, pero porque aún no había anochecido completamente. A parte de que había demasiadas nubes. Solté una leve risa y respiré profundo.

Me quedé mirando el cielo fijamente. La verdad, no tenía un color bonito. Había alguna que otra nube obscura y espesa, un par de gorriones chillones, un tono grisáceo, y por otra parte, rosa cálido difícil de ver.

Oí unos pequeños truenos a lo lejos, y entonces susurré:

-Blas, donde estás -Dije lenta y pausadamente, como con miedo a romper el silencio o de interrumpir algún rayo. Entonces, oí uno más cerca de mi. Y comenzó a llover. Y yo comencé a llorar.

Un Diablo Enamorado {BlasAuryn} (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora