Cαᴘíтυʟᴏ 1

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Un nuevo día comenzaba para los Hamato. En aquella habitación dos chicos dormían, sus lijeros ronquidos se podían oír a lo lejos. De pronto la madre entró tratando de no hacer mucho ruido, y al ver a sus hijos roncar, sonrió levemente.

Vamos chicos, es hora de levantarseDijo en su tono maternal.

No quiero mamá Respondió el ojizafiro.

Ya levantense, que llegarán tarde a la escuela. Se cruzó de brazos.

El pelinegro se sentó en la cama con la cobija aún cubriendo su cabeza y rostro.

Ya voy, ya voy Habló adormilado.

Bajen cuando terminen ¿Entendido?

Sí mamá Dijeron ambos chicos.

La mamá salió de la habitación con una sonrisa grande en su rostro.
El chico mayor dejó caer la cobija de su cabeza déjando ver su pelo totalmente negro, sus ojos azul zafiro, sus grandes cejas, su nariz respingada y su piel pálida.

Suspiro y de un brinco salió de la cama, tomó su ropa que constaba de unos pantalones azules rey con ligeros rasgones, una camisa blanca, y sudadera azul celeste.

Entró a la ducha y se bañó, después de un rato salió se puso sus pantalones, sus converse blancos y la camiseta se la sobrepuso.

Se quedó mirandose en el espejo... Contristrado miraba fijamente aquella gran cicatriz que llevaba a la mitad del pecho.

¿Ya terminaste Leo? Preguntó su hermano desde el marco de la puerta un tanto adormilado.

De inmediato se abrochó la camiseta y se pusó su sudadera, su pelo estaba todo albototado pero eso no le importó en lo más mínimo.

Sí Donnie, ya termine, la ducha es toda tuya.

Okay, gracias.

Al ritmo de mi corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora