Cαᴘíтυʟᴏ 12

33 4 8
                                    

Durante días ambos chicos estuvieron trabajando en su melodía, hablaban por teléfono en rara ocasión, Briana prefería ir a verlo en persona, decía que era una manera más respetuosa de conversar con él. Justamente ahora ambos estaban  platicando sobre la niñez de cada uno, aun que en ese momento estaban en revisión de rutina con Leonardo eso no lles impedía hablar.

—Debes estar bromeando, debiste haber llorado alguna vez en tu vida —comentó el ojizafiro sorprendido y a la vez con un Ono cómico en su voz, siendo reprendido por el médico al no permitir que le revisara bien sus signos vitales.

—No estoy bromeando, no recuerdo si lloré de niña o de bebé, pero si algún día llegó a llorar será por la razón correcta —dijo la de orbes color mostaza con una leve sonrisa, degustando una barra de granola.

—Bueno, entonces ese día espero verte llorar, así sabré qué razón es tan importante —bromeó Leonardo y dio un largo bostezo, quedándose callado para que pudieran revisarlo mejor.

La azabache guardó silencio y una vez terminó su barra de granola tiró el envoltorio en el cesto de basura, limpiándose las moronas que le habían quedado en los labios para después beber un poco de jugo.

—Muy bien, creo que con esto terminamos por hoy —comentó el médico retirando las cosas que había utilizado para después retirarse de la habitación y dejar a ambos jóvenes solos.

—Ya era hora... —el joven suspiró pesadamente y se abrochó la camiseta, se sentó y miró a Briana—. ¿Puedo oírte tocar el violín?, me ayudaría a darme una idea de cómo debo tocar el piano.

—Amm... Bueno... —las mejillas de Braian se sonrosaron por la repentina pregunta. Suspiró y finalmente asintió, se puso de pie, tomando acto seguido el estuche con su violín dentro para después sacarlo de su estuche y prepararse para tocar.

—Anda, tú puedes —le animó se acomodó para escucharla mejor.

Ella asintió levemente de nuevo y acomodó el violín sobre su hombro, comenzando a tocar con suavidad y tranquilidad, Leonardo sonrió por inercia al oírla, examinando cada moviento ligero y suave que hacía, lentamente comenzaba a enamorarse de ella, la forma en la que era y la forma en la que tocaba simplemente le encantaba. Briana suspiró y una sonrisa se formó en sus labios, extrañamente amababa tocar demasiado el violín, cada vez que lo tocaba sentía que podía ser libre, ser ella misma sin tener ningún tropiezo, que simplemente no debía ocultarse más.

La habitación se tornó de un ambiente cálido y hermoso, el azabache suspiró cerrando sus ojos con tranquilidad. Se recostó en la camilla. Sin darse cuenta cayó dormido ante la tranquilidad. Briana terminó de tocar la melodía y suspiró, bajó el violín de su hombro y abrió lentamente sus ojos, acto seguido acomodó su violín en el estuche y suspiró.

Al notar que Leonardo se había dormido se acercó a él y lo arropó con una sonrisa para después depositar un beso en su frente, sonrojandose demasiado al darse cuenta de lo que había hecho. Se alejó lentamente de él y se cargó su estuche en su hombro, sonrió y caminó a la salida. Después de mirar a Leonardo unos segundos salió de la habitación, saliendo de el hospital al cabo de los minutos.

[• • •]

Por la noche, después de haberse cepillado los dientes y después de lavarse su cara la azabache volvió a su habitación y se cepilló el cabello, mirando su teléfono por algunos segundos Briana decidió llamar a el axabache, esperando a que le respondiera, finalmente al cabo de unos minutos respondió, pero no fue lo que esperaba...

—Hola... —se oyó la voz de el menor de los hermanos, su voz sonó temblorosa y triste, como si estuviese a mitad de el llabo y la chica lo hubiese interrumpido. Sintió que algo malo había pasado pero trató de tranquilizarse y mentalizarse en que sólo era su imaginación.

—Hola, ¿Miguel Ángel verdad? —respondió Briana en voz baja, dejó su cepillo en su rocador y se sentó en su cama.

—Sí, soy yo —respondió y sollozó levemente.

—Oh... ¿Te encuentras bien?, ¿algo sucedió con Leonardo? —preguntó tratando de no sonar alterada aun que realmente lo estuviera.

—Leo... L-Leo... —se quebró en ese mismo instante y comenzó a llorar de nuevo, sollozando con fuerza, se notaba que estaba aguantandose lo más que podía. 

—Iré ahora mismo, tranquilízate, todo estará bien —dijo la azabache colgando la llamada, de verdad era que se había preocupado bastante por la salud de Leonardo. Se levantó con rapidez de la cama y tomó su mochila, tirando sus libros a su cama para meter un cambio de ropa con rapidez, se la colgó en los hmbros detrás de su espalda—. Mamá, necesito quee lleves al hospital.

—¿Te sientes mal? —preguntó su madre en tono notablemente preocupado, Briana negó rápidamente con la cabeza.

—Es Hamato, creo que algo malo pasó... Por favor llevame mamá —suplicó con desesperación, casi podría tirarse de rodillas si así lo quisiera.

La madre de la menor no tuvo más opción que acceder a la. petición de su hija, fue por las llaves de el auto y procedió a salir con la azabache rumbo al hospital. Temiendo que lo peor hubiera pasado, pero ahora solo le quedaba esperar y ver, solamente esto, algo tedioso y molesto a la vez. El tener la incertidumbre de saber si algo malo pasó o no era horrible, detestable en cierto modo.





















N/A.

El siguiente capítulo es el final de la historia, preparen pañuelos.

Al ritmo de mi corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora