Cαᴘíтυʟᴏ 8

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El gran show.”

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—Leonardo— Llamó el ojiesmeralda a su hermano mayor desde la puerta —¿Estás bien?.

—Sí, sólo estoy mirando si quedó bien el moño— Respondió con una sonrisa para mirar a su hermano —Papá dice que una buena vestimenta define cómo eres.

—Pero sabes que eso no es cierto— Contradijo su hermano para sentarse en el pequeño sofá que había dentro —Lo que importa es cómo toques allá afuera.

—Quizás... Estoy nervioso— Se rascó la nuca y tragó en seco.

—Tranquilo, esto no es nada comparado a lo que haz pasado. Es como una ventana a ser reconocido como: Leonardo Hamato, el mejor pianista de New York— Ánimo el pelirrojo entre risas mientras hacía movimientos con sus manos para que su hermano se imaginara.

Leonardo sonrió y soltó una risilla mientras que se acomodaba el cabello.

—Quizás tienes razón— Respondió su hermano entre risas alegres.

—Ah no señor, no es un “quizas”— Hizo comillas con sus dedos y

y lo miró con confianza —¡Tengo razón!.

—Entiendo, entiendo— Dijo rápidamente el azabache entre risas, pero rápidamente se encogió de dolor y puso ambas manos en su pecho —¡Ugh!...

—¡Leo!— Gritó el pelirrojo y se acercó a su hermano preocupado —¡Leo!, ¡¿Leo te sientes bien?!.

El azabache inhaló profundamente y asintió, tratando de incorporarse de nuevo.

—E-Estoy bien...— Balbuceó para apoyarse con una mano en su hermano.

—¿Seguro?— Preguntó incrédulo el pelirrojo mientras lo veía con preocupación —Debemos ir al hospital, Leo.

—No, no debemos— Interrumpió el ojizafiro para enderezarse por completo, aún le dolía su pecho pero se aguantaba cuanto podía —Estaré bien...

—Nada de que estarás bien, iré por papá para ir al hospital— Replicó Rafael y frunció el entrecejo —Leonardo no estás en condiciones para tocar el piano, ya se presentará otra oportunidad.

—No, Rafael no lo entiendes— Replicó Leonardo y lo miró enojado.

De pronto, alguien tocó la puerta, ambos jóvenes se quedaron el silencio. Leonardo se acercó a la puerta y la abrió, dejando ver a Briana, con un maquillaje que hacia resaltar su belleza, y un peinado simple pero hermoso.

—¿Ya estás listo, Hamato?— Preguntó sin preámbulos mirando de reojo al ojiesmeralda.

—Sí. Sólo necesito ajustar algunas cosas para poder tocar— Explicó con una sonrisa —Por cierto, te ves linda.

—Verdaderamente te equivocas— Negó y pasó un mechón de cabello tras su oreja, un tenue, casi invisible sonrojo, se formó en sus mejillas —La belleza física no importa realmente. No soy una modelo digna de halagar, o una princesa digna de admirar. Sólo soy una chica con un vestido y un poco de maquillaje para una ocasión especial.

—Vaya, eres de opinión fuerte— Murmuró apenado.

—Claramente lo pudiste observar, no soy la típica chica que dice dulces palabras, o que formula todo un discurso con anterioridad para parecer una niña inocente— Mencionó y suspiró para luego mirar a Leonardo —No tardes.

Al ritmo de mi corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora