Capítulo 12

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Si la vida te da limones, haz un té de manzanilla con limón

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Si la vida te da limones, haz un té de manzanilla con limón.

—No sabías que podías usar la cocina.

Ignorando al molesto gato blanco, saqué la tetera del fuego y serví el agua caliente en una bonita taza color rosa con decorados dorados. No sé porque Eros tiene una taza tan femenina pero no voy a indagar en el tema.

—¿Seguro que no es alérgica a la manzanilla? —Eros me pasó la caja de los diferentes tés y lo miré dubitativo por unos segundos—. No lo sabes...

—No es la clase de pregunta que le haces a una mujer cuando está vigilándote, ¿sabes? —Negó con la cabeza y sacó su teléfono— ¿Qué haces?

—Preparo el número de la ambulancia por cualquier cosa.

Rodé los ojos cuando el gato molesto rió y el maldito de Eros, le siguió la risa. No entiendo a este par con sus chistes pobres.

Decidido a terminar mí noble gesto, aun que podría ser peligroso, puse la bolsita del té de manzanilla en la taza con agua. Preparé la bandeja con rodajas de limón y la jarra de miel con una cuchara pequeña. Agradecí a Horus cuando me alcanzó la caja de galletas, empujándola con su pata peluda. Sin ser consciente de la mirada sorprendida de ambos, puse la taza de té en la bandeja, la agarré y salí de la cocina en dirección a la habitación de huéspedes.

No sé mucho sobre las enfermedades humanas, aun que Horus dijo que tenemos enfermedades muy comunes. La diferencia es que los humanos son más débiles y necesitan de mayor cuidado cuando enferman, mientras que nosotros nos curamos con mayor rapidez y facilidad, gracias a la magia que corre por nuestro cuerpo. Sin la necesidad de un hechizo, ni de una poción, la magia capta cuando hay algún fallo en nuestros cuerpos y actúa automáticamente.

Al menos en los hechiceros y brujos normales.

Siendo cuidadoso de no tirar la bandeja, abrí la puerta despacio, para encontrarme con una agradable vista.

—Me desnudaste...

Cerré la puerta con el pie y camine lentamente hacia la cama, donde Artemisa se tapaba el cuerpo con la sabana negra. La combinación de su blanca piel, era algo muy provocador a la vista de cualquier hombre, o incluso, una mujer.

—No creí que tu ropa fuera muy cómoda para dormir —dejé la bandeja en la mesita de noche antes de sentarme en la orilla de la cama y darle una sonrisa—. Considéralo una pequeña venganza.

—Siendo honesta —sonrió levemente, sus mejillas tornándose un poco rosadas—, sentía que el pantalón me cortaba hasta los órganos.

—No entiendo cual es la manía de las mujeres al usar ropa tres tallas más pequeñas —pasó un mechón de su cabello hacia atrás de su oreja.

—No lo hago, pero no he tenido tiempo de comprar ropa nueva desde que subí de peso...

—¿Subiste de peso? —esperé a que se sentara bien en la cama, dejando caer la sabana a sus muslos. La vista de mi camisa en su atractivo cuerpo es enloquecedora. Le pasé la bandeja, dejándola sobre sus piernas— ¿Ha sido por algo en especial?

Príncipe Desterrado. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora