XV

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Excepto Jennifer, Mery, Eric y Rocky, todos partieron hasta la primera casa, donde debían buscar sus bolsos y mochilas no sin antes matar a todos los zombies que Sasha les había dejado.

Walter encabezaba una fila bien marcada que se escabullía entra casas y zombies, matando de forma sigilosa, lenta pero segura. Le seguía su hijo Nick, luego Dylan, Alan y finalmente Lucas y Jason cubriendo las espaldas de todos.

A decir verdad, todos tenían miedo, ninguno se esperaba que de repente hubiera tantos zombies; ni siquiera Walter sabía sobre la cantidad que Sasha había guardado con el tiempo. Los demás ya habían sufrido algo así antes cuando ella les soltó los zombies del camión, pero esta vez eran demasiados y los disparos habían atraído a más de los alrededores.

Todos podían asegurar que nunca habían visto tantos zombies juntos; se amontonaban en las calles, en un principio alrededor de la casa donde había sucedido todo, pero durante la noche se fueron dispersando hasta cubrir muchas cuadras.

-No vamos a poder matarlos todos –dijo Alan y los demás asintieron.

-Vamos a poder, pero no por aquí -contestó Walter y les indicó que retrocedieran-. Vamos a tener que ir por calles más lejanas.

Los chicos comenzaron a caminar en una dirección pero Walter les dijo nervioso que mejor fueran hacia el lado opuesto.

Bordearon la casa de la forma más sigilosa posible yendo por calles paralelas que ninguno había recorrido, ni siquiera Walter cuando se dedicaba a la mantención de los suministros y la seguridad viviendo en Santa Barbara con el otro grupo.

Cuánto más se alejaban había menos zombies y más lugares interesantes cuyas direcciones Walter iba anotando en una pequeña libreta que siempre llevaba consigo. Desde supermercados con bastante mercadería hasta casas bonitas y zonas de parque para pasar el rato, todos lugares que les serviría para un futuro en Santa Barbara. En el fondo, Walter era un visionario.

Siguieron caminando hasta que llegaron a una zona de cinco esquinas rodeando una plaza. Allí se toparon con una enorme bilbioteca: tenía una gran estatua de bronce en la entrada junto a una fuente obviamente sin agua, y la estructura en sí era gigante, alta y con vidrios que dejaban ver estanterías repletas de libros diversos.

-Wow... -exclamó Alan fascinado.

-Wow –lo copió Lucas en forma de burla ganándose un puñetazo en el hombro.

Walter los ignoró y comenzó a caminar delante de ellos hacia la biblioteca. Los demás lo siguieron tonteando y tocando todo lo posible de tocar. Se frenaron frente a la entrada.

-Este debía ser un punto importante en el pueblo –comentó Walter observando la biblioteca con el ceño fruncido.

-Ya lo creo –habló Nick mirando en el lado opuesto a la biblioteca.

Todos se dieron vuelta a ver lo que Nick observaba fascinado: de las cinco esquinas, una era la biblioteca, la otra era una edificación muy antigua con un mirador adornado por banderas (la nacional y la del pueblo), la tercera era una escuela también bastante antigua, la siguiente era una iglesia cuya estructura los dejó fascinados, y la última era un hospital muy abandonado.

Todos se quedaron boquiabiertos, estaban presenciando la parte inexplorada más importante: el centro del pueblo.

En la casa...

-¿Cómo está tu mano? –preguntó Mery a Eric al verlo salir del baño.

-Adolorida, pero supongo que bien.

-Será mejor que chequee...

-Claro –contestó y se acercó la mesa.

Se sentó junto a ella y extendió su mano. Mery desarmó la venda y comprobó que la herida no se había infectado. Eric tenía un gran aguante al dolor, propio de un militar, este oficio la llenaba de curiosidad. Limpió la herida lo más suave posible y volvió a vendarla.

THE END IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora