VIII

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Narra Alan

Casi entraba en pánico cuando vi las luces del auto yendo a gran velocidad directo a la casa. Realmente no creí que el otro grupo nos enfrentaría.

Estaba muerto de miedo porque a pesar de que Eric nos había entrenado a todos para este momento, en especial a mí, seguía sin saber si realmente estaba preparado para esto.

Mi padre no lo entendía, yo no era un soldado como él y tampoco quería serlo. Nunca lo entendió, o tal vez sí pero siempre creyó que era lo mejor para mí, yo sólo le daba el gusto, me daba el gusto. Pero de no ser por el apocalipsis, hoy sería un soldado infeliz y estaría luchando pero aunque no era lo que realmente quería, lo hubiera preferido porque al menos tenía la posibilidad de volver a casa con mi familia y amigos, en especial si mi madre hubiera vivido un tiempo más.

*Flashback*

-¡Tú puedes! –me animaba mientras yo golpeaba el saco de boxeo sin muchas ganas.

-Papá... -dije dejando de tirar puñetazos a modo de queja.

-Vamos hijo, sé que estás cansado pero ya casi terminas por hoy, te va a servir cuando entres a la milicia.

-Pero... -me miró amenazante indicándome que siga con el saco.

Suspiré cansado y continué con el entrenamiento, siempre terminaba haciendo lo que papá quería aunque realmente deseara otra cosa.

*****

Llegamos al gimnasio un nuevo día y mi padre me frenó antes de que abriera la puerta del auto.

-Hijo... -lo miré expectante-. Mamá se sentía mal hoy así que fue a ver a su médico de vuelta.

-¿Otra vez? ¿No le habían dado unos medicamentos?

-No funcionaron, así que la mandaron a hacerse unos estudios –dijo algo decepcionado y me bajé del auto molesto.

Ese día desprecié todos los ejercicios y me fui antes, nunca había hecho algo así porque no quería decepcionar a mi padre, pero me sentía demasiado mal para fingir. Me daba miedo el castigo que mi padre me impondría cuando llegara a casa; sin embargo, ignoró el hecho y los días continuaron normalmente, yendo al gimnasio y al instituto.

-¿Cómo fue tu día, Alan? –preguntó mi madre cuando entré a la cocina.

-¿Mamá? ¿Qué haces aquí? ¿Estás... cocinando? –pregunté algo confundido pero a la vez emocionado por verla fuera de la cama, llevaba varios días sintiéndose mal.

-Sí, tenía ganas –me sonrió transmitiéndome esa paz tan suya.

-¿Te sientes bien? –asintió y la abracé siendo correspondido.

-¿Viene Lucas a cenar hoy?

-Sí, ¿no hay problema?

-¡Para nada! –dijo alegre, ella quería mucho a Lucas y a su madre, gran amiga de mi papá desde la infancia.

La cena fue tan especial, de esas que extrañaba, y fue la última como esa. De haberlo sabido, la hubiera disfrutado mucho más.

Al día siguiente mamá fue a retirar los resultados de todos sus estudios:

-Alan, ¿dónde está tu padre? –preguntó mi mamá al llegar con los ojos irritados y llorosos.

-En su cuarto, ¿por qué? ¿Estás bien? –me levanté de inmediato a socorrerla.

En su mano tenía muchos papeles y sobres los cuales me entregó antes de salir de mi cuarto para dirigirse al suyo. La seguí y entró encontrándose a mi padre, quién apagó la televisión rápidamente y se paró de la cama.

THE END IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora