La vida continúa

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         Llegamos a casa. Estaba vacía, aunque estuviéramos todos. Estaba callada, aunque todos hablarán. Estaba oscura, aunque todas las luces estuvieran encendidas.

   Las cosas eran tan distintas sin Any. Subí a mi habitación, al pasar volví a ver mi reflejo. Su vivo retrato. Lloré en silencio, para que nadie lo notara, sentía amarga tristeza en mi ser, volví a verme en el espejo, ese que brillaba el reflejo de mi gemela. Tomé unas tijeras cercanas, las acerqué a mi cuello, la tomé con fuerza, decidida y nostálgica corte mi cabello, dejándolo caer al piso. Tratando de cambiar mi estilo. Dejar de ver fantasmas en los espejos, intentar no sentir él vacío que tanto me lastimaba.

   El sonido de la puerta me sacó de mi trance.

-¡Natalie! - . La voz de mi papá era de preocupación. - . ¿Natalie? ¿Estas bien?

- ¿Cómo voy a estar bien? Mi hermana murió... Por mi culpa ¡Por mi culpa!

- No hagas nada de lo que después te vas a arrepentir. - . Dijo Jacob, con un tono de voz distinto al que conocía.

- Natalie... Mi amor. Sal de la habitación. Ese no es un refugio, no eres la única que está triste. - . Interrumpió mi madre.

   Ya había culminado, ya todo estaba hecho. Abrí la puerta dejando ver mi nuevo look, mi cabello liso, pelirrojo que caía en los hombros ligeramente. No lo pensé, caminé hasta donde estaba mi madre y derrumbandome empecé a sollozar y sentir él apoyo de todos hacia que en cierta forma me sintiera mejor.

(3 días después)

   Ya  fue el funeral de mi hermana gemela y el dolor aumenta con su ausencia.  Bajé al comedor notando la soledad de la casa, ya mi padre no estaba casi en ella, a Dylan lo inscribieron en una guardería de turno completo, mi madre no sale de su habitación y yo viendo que todo cambió y todo por mi culpa.  Me dispuse a salir, a dejar ese lugar que a mi mente traía recuerdos, recuerdos dolorosos de un accidente que no olvidaría jamás.

   Caminé por las frías calles dejando que el frío curara mis heridas, me adentre al bosque y caminé, dejando todo lo malo atrás.  Llegué a mi lugar favoritos.  Una pequeña laguna se extendía a mis pies y a la izquierda un gran arbusto con un columpio de madera artesanal. Trepe el árbol dejándome caer encima del columpio que estaba por encima del agua. Vi mi reflejo ese que tanto había cambiado y extrañado. Medité un rato y me puse en marcha con una idea en mente. Salí del bosque y fui a la peluquería exigiendo un nuevo color en mi cabello. Así pues al volver a girar mi rostro a un espejo. La imagen de ella y la mía habían desaparecido, ahora lucia la de una chica con cabellos castaños como el chocolate callendo a sus hombros, ojos grises, nariz perfilada y labios finos. Sintiéndome lista para empezar de nuevo.

   El fín de lo que llamé mundo, se convirtió en una oportunidad para cambiar.

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