¿Atrás? Jamás

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           Llegue a casa, cómo de costumbre nadie estaba. Subí a mi habitación; él silencio por un momento mis ojos se pusieron vidriosos. Abrí él mi armario y cayo una carpeta dejando un desastre en el suelo. Me irrite al ver ese desorden y me puse a recogerlo trayendo recuerdos a mi mente. Vi unos simples ejercicios de ajedrez, busqué el tablero de madera que mis padres me habían comprado y que tanto amaba. Puse él tablero en la cama y poco a poco puse todas las piezas en el.

       Empecé con las blancas.
Rey g 1, Dama h 3, Torre a 1, Alfil  b 3, Caballo b 1, Alfil c 1, Peón a 2, Peón b 2, Peón c 2, Peón d 4, Peón f  2, Peón g 2, Peón h 2.
Dejando las piezas blancas puse las negras.
Rey e 7, Dama d 8, Torre a 8, Torre h 8, Alfil e 8, Caballo c 6, Peón a 6, Peón b 7, Peón c 7, Peón g 7, Peón h 6, Peón e 4.

Vi él ejercicio, lo analicé, busqué una respuesta. Y sí, se veía fácil; lo complicado de esto era que tenías hacer jaque mate en un movimiento.

   Seguí revisando el ejercicio.

- Natalie, mi vida. - . Vi él rostro de mi madre, esta triste. - . Me alegra que ya no te sientas mal por...

- Tranquila.

- Me gusta tu nuevo color de cabello. - . Dijo tomando asiento en la cama.

   Volví al tablero, vi las piezas.

- Deberías practicar más seguido...

- Sí, tienes razón... Había olvidado la libertad que me brindaba. Expresé viendo aún él tablero.

- Nunca comprendí como un juego mental de guerra te da libertad. Expuso mi mamá posando una mueca en su rostro.

- Él ajedrez no es una guerra, es un juego para pensar, para repasar tu inteligencia y la de los demás. Una sonrisa se posó en mis labio.

- Comprendo. - . Dijo viendo él tablero.

- ¡Ah! Tengo un regalo. - . Abandone mi puesto en la cama y fui a la pequeña biblioteca de la habitación, encontré el pequeño libro. - . Lo compré pensando en ti. - . Le mostré la portada, dándole a ver que se trataba de un recetario.

- Gracias... - . Su rostro del que sólo se veía la tristeza cambio a alegría.

   Ya vuelo.

     Salió de la habitación con su libro en mano. Volví a quedar sola y aunque mi mente se concentro o intentó hacerlo en el  tablero, no lo logré hacer. Guarde las piezas y deje él tablero a la vista. Escuché mi celular sonar, era Jacob, realmente no estaba segura de responderle. Dejé que la llamada finalizará. No quería hablar del pasado. Quería olvidar eso que tanto me había lastimado.  Encendí él televisor. El recuerdo de Any invadió mi mente al ver una chica en puntas girando sobre su pies. La rutina del lago de los cines; esa rutina de baile que amaba mi gemela, que bailaba y tarareaba sin cesar. Revisé de nuevo mi celular.

- ¡Natalie! Ven un momento. - . Gritó mi madre desde las escaleras.

Bajé y vi unos platos en la mesa. Me asombro verlo, mamá tenía una semana sin cocinar.

- Toma asiento. Lo hice sin pensarlo dos veces.

        De la cocina salió con una bandeja llena de pastelitos al parecer horneados. Tome uno. Su sabor era muy rico.

- Gracias  mamá. Tomé su cuerpo en mis brazos, la abracé como nunca lo había hecho.

- Sí tú dejas la tristeza por nosotros. Yo también la tengo que dejar también por mis hijos.

<<Después de la tormenta, siempre sale él arcoiris>>

<< La tristeza que invadió a la princesa, dejó de serlo por su verdadera pasión>>

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