La puerta se abrió luego de dar vuelta la llave. Adentro no había más que silencio y soledad. Se encontraba tal cual lo había dejado la noche anterior. Las bolsas de supermercado ya no se encontraban en el suelo del hall.
Aun sostenía la mano de Harry, me dio un pequeño apretón –Entra- dijo.
Avancé despacio, mirando a ambos lados, asegurándome de que no había nadie más. Harry avanzó detrás de mí, cerrando la puerta al entrar. A medida que avanzaba, mis pasos se volvían más seguros. Me dirigí a la cocina; estaba todo ordenado, pero había platos y vasos en el fregadero. Volví al living; el televisor estaba apagado. Luego de haber inspeccionado el resto del apartamento, me encaminé al dormitorio. La cama estaba sin hacer y había ropa de Dylan desparramada en el piso. Suspiré.
-Muy bien. Hay una valija grande detrás de la puerta, ¿quieres alcanzármela, por favor?- dije señalando la puerta del dormitorio.
-Claro- soltó mi mano y fue por la valija. Yo me acerqué al placard y comencé a sacar toda mi ropa. Saqué todo lo que encontré, incluso el calzado. Harry había colocado la valija sobre la cama e iba metiendo todo en ella a medida que yo sacaba mis pertenencias. Fui al baño y busqué mi cepillo, perfume y toallas. Tomé un bolso más pequeño y fui metiendo todo en él mientras recorría el apartamento en busca del resto de mis cosas.
Se me partía el corazón al pensar que jamás volvería a ese lugar, al pensar en cómo mi vida cambiaría por completo en cuanto cruzara la salida. Me di cuenta de que no lo había asimilado sino hasta ese momento, como si inconscientemente pensara que al día siguiente volvería a mi apartamento con Dylan y seguiría mi vida normal. Todo parecía un sueño, una horrible pesadilla de la cual no lograba despertar. Pero lamentablemente, todo era real, y lo único que me permitiría olvidarlo era mudarme de ese lugar.
Las lágrimas ya inundaban mis ojos y corrían por mis mejillas, impidiéndome ver con claridad. Dejé el bolso en el piso y me senté en el sofá, abrazando mis rodillas para cubrir mi rostro con ellas. Luego de unos minutos escuché las ruedas de una valija deslizarse por el parqué del apartamento y pasos apresurados acercándose a mí. Un par de brazos me envolvieron en un cálido abrazo, haciéndome sentir segura, mientras yo sentía que mi cuerpo se quedaría sin agua de tanto llorar. Levanté la cabeza y allí estaba Harry, observándome, con la tristeza impresa en sus ojos. Me dio un beso en cada mejilla, secando las lágrimas que caían por ellas. Le devolví el abrazo, enterrando mi rostro en su pecho, probablemente llenando su camiseta de lágrimas.
-Shh, tranquila. Por favor, no llores. Todo estará bien- trató de calmarme. Lo único que consiguió fue que mis torpes gimoteos se intensificaran. Luego de estar llorando por media hora seguida, sentí cómo el cansancio se apoderaba de mí, provocando que mis párpados se cerraran lentamente, mientras Harry acariciaba y besaba mi pelo. Lo último que lo escuché susurrar antes de que el sueño me venciera fue:
-Tranquila, yo estoy aquí, siempre lo estaré…El ruido de una sirena de policía logró despertarme; el barrio era tan tranquilo que ese simple sonido resultaba estruendoso. El cuerpo me pesaba, quería quedarme allí acostada para siempre. El cuarto estaba en la penumbra, todo en completo silencio. Era obvio que Dylan aún no había llegado. Al parecer Harry también se había quedado dormido; su pecho subía y bajaba lentamente al compás de su respiración y su corazón latía tranquilo bajo mi oído, apoyado contra su pecho. Sus brazos aún me envolvían en un tierno abrazo, aunque ahora me impedían moverme debido a que se encontraban apretados alrededor de mi cuerpo. Levanté la cabeza, apoyando mi mentón sobre su pecho para poder observarlo. Corrí un rizo que le cubría el rostro con la mano que se encontraba libre, y sin notarlo comencé a acariciar su pelo dulcemente. Al cabo de unos segundos comenzó a abrir los ojos lentamente, aún somnoliento. Aparté mi mano inmediatamente, a la vez que sentía mis mejillas enrojecer.
-Lo siento, te desperté- dije.
-Está bien- me sonrió.
-Um, ya está anocheciendo, deberíamos irnos antes de que llegue- no necesitaba decir a quién me refería para que Harry entendiera.
-Sí, lo sé- deshizo el abrazo para que yo me pudiera parar.
Tomé el bolso que había dejado en el piso, metí unas últimas cosas y me lo colgué al hombro. Harry se encargó de la valija, ya completamente empacada con toda mi ropa.
-Listo, eso es todo, vamos- dije dirigiéndome rápidamente hacia la puerta. Tenía miedo de que Dylan apareciera en cualquier momento; honestamente, no quería encontrármelo ni tener que escucharlo jamás, pero mi lado masoquista contaba con la oportunidad de verlo una última vez. Pero Dylan nunca apareció, y pudimos dejar el apartamento en paz. No me molesté en cerrar con llave, en realidad dejé mi juego sobre el mueble del hall. Supuse que cuando llegara y las viera, ni siquiera necesitaría darse cuenta de que mis cosas ya no estaban para asumir que lo nuestro se había terminado.
Caminamos un par de cuadras en completo silencio, cada uno sumiso en sus propios pensamientos. Harry decidió romper el silencio luego de unos minutos.
-¿Te encuentras bien?- preguntó. Me lo pensé por un momento.