Narra Joanna
Me quedé sin palabras y sentí un nudo en la garganta. Tragué con dificultad. -¿Por qué?- susurré. Anne parecía confundida.
-Bueno.. Supuse que querrías venir y aún si no te lo pidiéramos te negarías a que lo alejáramos de ti...
-No, no es eso. Sí quiero ir.. -aclaré. -Quise decir, ¿por qué quieren ustedes?
Suspiró y su rostro destiló alivio y... ¿Compasión? -Cariño, el hecho de que Harry sea hombre no significa que no hable con su madre. Sé lo que siente por ti o al menos sentía. Es por eso que no comprendí el hecho de por qué no estaban juntos y tú comenzaste a salir con Zayn; Harry ya no fue el mismo y no lo ha sido por meses. Claro que, al aparecer Tanya aquí, se podría decir que entendí todo. Pero cuando te vi a ti la noche del accidente, supe que sin importar lo que había pasado entre ustedes, seguías sintiéndote igual respecto a él...
Y luego recordé aquella noche. "No quiero perderlo. No otra vez..." le dije, y ella había dicho "No lo harás...". No preguntó a qué me refería con "otra vez", sinplemente me aseguró que no perdería a Harry. Aunque no tenía mucho derecho a reprocharle nada, ya que eso jamás estuvo en sus manos.
¿Pero en verdad sabía cuán profundo era lo que yo sentía por Harry? A esta altura, ya no se lo podía clasificar como simple amor. No, era mucho más que eso. Era algo tan fuerte y doloroso y a la vez placentero que el simple pensamiento de perderlo ocasionaba un vacío en el pecho. Como si jamás se hubiera sentido algo distinto a esa calidez en el pecho que te acompañaba todo el día. Miedo a perder aquello que ocasiona esa sensación de calidez en el pecho, mariposas en el estómago y cosquilleo en los pies. Miedo a perderlo todo para siempre.
-Sé que tienes miedo,-dijo como leyéndome el pensamiento- y con todo lo que ha pasado, no te culpo. Pero ahora mismo, todos estamos en la misma situación. No te puedo prometer que ayudará en algo, pero es lo mínimo que te puedo ofrecer...
-Y es más que suficiente- la interrumpí y me abalancé a abrazarla. Pareció sorprendida por un instante, pero inmediatamente me devolvió el gesto.
Los siguientes dos días pasaron rápidamente y sin acontecimientos relevantes. Ergo, aburridos. Había olvidado el significado de "día aburrido", y me sorprendió darme cuenta lo mucho que los había extrañado. Aunque claro está, mientras más trabaja el cerebro humano, más parece olvidarse de las cosas. Y hablo de las cosas más estúpidas. Resalto esto porque fue otra de las cosas que me di cuenta. O una de las muchas otras cosas, debería decir.
Como por ejemplo Izzy, el tierno gato que le regalé a Harry hace...Wow, cinco meses. En fin, no tengo idea de por qué le puso ese nombre, pero dado que yo era la única persona que poseía una copia de la llave del apartamento de Harry y éste estaba en el hospital, se suponía que el pobre animal era mi responsabilidad. Bueno, en cuanto salí de mi especie de "coma consciente", me enteré que Liam también poseía una copia de las llaves y era quien había estado cuidando de Izzy en ausencia de su dueño. Además de asegurarse que las sobras de comida de la heladera no atrajeran ratas al apartamento.
Otra de esas cosas, fue que Zayn había estado haciendo turnos dobles en el trabajo para cubrirme a mí. Hasta que Mary se hartó de explotarlo tanto y, en contra de sus deseos y mucha insistencia, contrató a un muchacho que necesitaba el trabajo durante el verano. Aunque mi puesto aún estaba "esperando ansioso a ser retomado", como Mary me aseguró por teléfono, antes de desearme un "Que te mejores y buen viaje".
También había encontrado un frasco de plástico naranja con una extraña etiqueta con letras impresas en uno de los bolsillos de la chaqueta que había estado utilizando durante mi estadía en el hospital. Luego de un buen baño, comida y unas cuantas horas de sueño, mi sentido de la vista regresó y logré leer inscripciones de lo que parecía ser un frasco de píldoras para la ansiedad; las cuales Morgenstein me había entregado tres noches luego del accidente de Harry. Aunque esto último me lo informó Zayn, ya que yo no recuerdo absolutamente nada.
Aparte de todo esto, estaba mi propio apartamento. Zayn se había hecho con las llaves que yo llevaba conmigo y se había encargado de asegurarse que todo estuviera en su lugar cuando yo volviera.
Mientras que el volver a la realidad era un buen signo, lo malo era que todas las responsabilidades volvieran a tomar su lugar en la vida cotidiana. Como un gran balde de agua helada que alguien te lanzará en cuanto te animes a pasar por debajo del balcón. Pero ese balde de agua nunca me llegó, porque alguien más estuvo allí para resguardarme.
Tras cepillar mi pelo y ponerme el atuendo que había escogido, me paré frente al tocador que estaba en mi cuarto, observando mi reflejo en el espejo. Hacía tanto que no me arreglaba para salir a algún lado que había olvidado la apariencia de mis piernas desnudas, sólo cubiertas hasta la mitad del muslo por una falda de cintura alta. Mi pelo había finalmente recobrado el brillo perdido, y los círculos bajo mis ojos se habían vuelto casi invisibles. Quité el broche de pelo que lo sostenía en alto y dejé que las ondas cayeran, ahora casi hasta mi cintura. Tras darme a mi misma un gesto de aprobación, tomé el bolso de ropa que se encontraba sobre mi cama y me dirigí hacia la puerta principal. Pero cuando estaba por trabar con llave, me arrepentí, y volví a entrar. Fui directo hacia la mesita de noche y abrí el cajón, donde un fino sobre de terciopelo bordo descansaba; lo abrí y dejé caer el objeto en mi mano. Lo coloqué alrededor de mi cuello y dejé que la pequeña piedra de zafiro descansara justo por debajo del hueco de mi garganta.
-¿Todo listo?- preguntó Robin con una sonrisa, observándome por el espejo retrovisor. Me ajusté el cinturón de seguridad y levanté la mirada, tratando de devolverle la sonrisa con el mismo ánimo.
-Sí- asentí, antes de girarme hacia Harry, cuyos ojos no me habían dejado de perseguir desde que había subido al auto. Levanté las cejas de manera inquisitiva. Carraspeó y se giró hacia la ventanilla, de repente consciente de lo que había estado haciendo durante los últimos cinco minutos.