Capítulo 1

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La noche estaba oscura en el campo de batalla. El sonido de la lluvia sobre la madera ponía una banda sonora al ambiente.

Sobre mi pecho una rubia de ojos azules que me eclipsaban desde el primer día en que los vi.

-Estoy muy cansada de esta guerra- dijo -estoy segura de que podemos hacer que acabe de algún modo- concluyó segura después de varios minutos de silencio.

-¿Cómo?- sugerí mirando sus adorables mejillas sonrojadas

-Es una guerra absurda...- dijo cohibida ante mi mirada -da igual- concluyó aumentando el color carmesí en sus mejillas.

-No da igual- dije comenzando a besar su cuello de nuevo mientras aspiraba su dulce aroma -Siempre tienes buenas ideas, deberías compartirlas conmigo más a menudo- dije entrecortadamente mientras distribuía besos al azar por su cuello y sus senos

-Para, por favor- dijo con la respiración acelerada de nuevo

-No- dije desafiante bajando hacia su vientre y provocando que un gemido se escapase de sus labios- hasta que me digas tu idea.

-No...-su voz temblaba al igual que su cuerpo -no puedo...- dijo respirando entrecortadamente, faltaba poco

-¿No puedes que?- pregunté jugueteando con su ombligo.

-A la mierda- dijo agarrándome de la barbilla y acercándome a su boca

-¡Ah no! Primero la idea- dije con una leve risa mientras me apartaba de sus labios.

-Eres una maldita zorra, ¿lo sabías?- dijo divertida mientras acariciaba mi espalda

-Me lo dijiste hace- miré el reloj de la pared -una hora... y luego hace como una media hora- dije volviendo a besar sus carnosos labios -y luego me besaste... y te besé y acabamos gritando las dos- dije con tono arrogante- y luego...

-Cállate- me cortó.

Amaba esos cambios que tenía, cuando estaba conmigo era la rubia más dulce e inocente que había conocido, cada vez que le decía lo hermosa que era o lo sexy que se veía desnuda cuando dormía, se sonrojaba y me insultaba de algún modo. Sin embargo, cuando estábamos en el campo de batalla era la mujer más fuerte y valiente que haya visto jamás, cualquier atisbo de inocencia quedaba oculto tras su uniforme, esa misma mujer aparecía en mi cama todas las noches.

-Luego te recuestas en mi pecho mientras hablamos del día o de nuestras familias o del cerdo de Antonio-dije mirando sus brillantes ojos -y cuando estamos así, es cuando más consciente soy de cuánto te amo- dije viendo cómo se sonrojaba y escondía su ardiente rostro en mi pecho. No era la primera vez que se lo decía, y tampoco iba a ser la última porque era cierto. Estaba completamente enamorada de ella.

-¿Por qué siempre haces que me sonroje?- me preguntó escondida en mi pecho.

-Porque cuando lo haces estás preciosa- contesté levantando su cabeza

-Eres cruel

-Así me quieres- dije plantando un beso en sus labios.

-Así te amo- dijo pegando sus labios de nuevo a los míos.

Entre besos, caricias y una interesante conversación, nos alcanzó el alba. Pronto sonó el despertador y mi rubia y yo debíamos comenzar con la rutina.

Nos vestimos entre besos, sonrisas y sonrojos. Una vez listas, nos dimos el último beso antes de salir por la puerta.

-ARRIBA PANDA DE VAGOS- comencé a gritar mientras aporreaba las puertas de las cabañas en las que se alojaban el resto de mis soldados. Entre ellos había 6 mujeres, mi rubia, Claudia, Amanda, Leyre, Alexa y Eva. Todas ellas admirables por su coraje, su valor y su fuerza. Entre los varones se encontraba Antonio; un pervertido, Axel, Cristof y Uriel.

La Bella y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora