Capítulo 10

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-Hola, Marcos- le dije cuando me hubieron quitado las esposas. Llevaba el anillo de Sandra en el dedo anular. Estábamos a 13 de diciembre y aún no nos habíamos casado. Hacía mucho que no incumplía una promesa.

-Te veo más fuerte que la última vez- me dijo mientras andábamos hacia la salida –El juez ha declarado culpables a todos los que reconocieron haberte acompañado- dijo al ver que yo me mantenía en silencio.

-¿A Darren y a los de mi pelotón también?- pregunté mirando al frente mientras andábamos hacia el coche.

-Sí... incluso...- empezó a decir pero se calló

-¿Qué pasa?- pregunté con cierta indiferencia

-También a Sandra la ha declarado culpable- dijo captando mi atención –De todos modos, debido al gran apoyo que estais recibiendo por parte de muchas esferas políticas y muchas agrupaciones populares y las campañas en redes sociales que os apoyan sólo les ha inhabilitado de sus cargos y les ha prohibido ingresar en cualquier fuerza de seguridad del ejército- dijo ante mi atónita mirada.

-¿En serio?- fue lo único que pude decir

-Sí- dijo riéndose de mi cara una vez dentro del coche –esta tarde tenemos que exponer nuestras alegaciones finales y se decidirá si eres culpable o no... aunque a juzgar por los resultados que ya conocemos, sería muy raro que no te declarasen culpable- concluyó.

-Ah- dije cabizbaja en mi asiento

-He pensado que deberías declararte culpable y dar uno de esos discursos de los que tanto habla tu amigo Darren. Uno diciendo que todo lo hiciste por el país y por las vidas de las personas que mueren allí... Quizá así consigamos que la condena sea leve- dijo apartando la mirada de la carretera durante un segundo para ver mi cara.

-Vale- contesté yo pensando en qué cojones iba a decirle yo al juez que no le hubiese dicho mil veces antes.

Marcos aparcó el coche y yo volví en mí.

-¿Dónde estamos?- pregunté antes de salir del coche.

-Te he traído a comer con alguien especial- dijo con una sonrisa triste.

Asumí que sería una sorpresa así que no hice más preguntas. Estábamos en una zona residencial bastante alejada del centro. Andamos durante un par de manzanas y llamó al telefonillo de una casa. Yo estaba alerta por si acaso. La puerta emitió un sonido raro y Marcos la abrió empujando. Cuando pasé por la puerta pude ver un precioso jardín con varias encinas, un tobogán y un columpio en una de las encinas. A unos seis metros más adelante estaba la puerta de la casa. Un precioso mastín color canela salió de la casa cuando la puerta se abrió, no tardó en empezar a ladrarnos.

-¡Drako!- gritó una mujer desde la puerta –Deja pasar- de inmediato el perro dejó de ladrar y nos olió. Era bastante mimoso. La mujer se acercó a Marcos y le saludó con dos besos en la mejilla. Cuando la mujer me miró a los ojos todo mi mundo se vino abajo. Mi abogado me había traído a la casa de los padres de mi prometida –Tú debes de ser Cacerin- dijo seria.

-Sí, señora Montenegro- dije dándole la mano y con los ojos aguados –Ahora sé de dónde le vienen los ojos a su hija- fue lo único que pude decir antes de notar el llanto en la garganta y las lágrimas en los ojos. Me di la vuelta para intentar no romperme delante de aquella mujer. Pero de poco sirvió. Me llevaron dentro de la casa y me sentaron en una silla de la cocina. Toda la casa olía a ella... ¿Por qué me hacían esto?

-Roberto llegará dentro de poco- me dijo la señora entregándome un paquete de clínex.

Sandra no estaba allí... Mi corazón se partió, pero mi cabeza seguía buscándola a la desesperada.

-Señora Montenegro- comencé

-Llámame Yaky, cariño- me dijo amable

-Yaky...- dije de nuevo –su hija me dio esto antes de separarnos- dije mientras me quitaba el anillo del dedo –me pidió que nos casásemos... pero... dadas las circunstancias...- no pude continuar hablando. Le entregué el anillo –creo que deberían tenerlo ustedes.

-No, cariño, si ella te lo dio a ti eres tú quién debe tenerlo- dijo con una sonrisa triste volviendo a ponerlo en mi mano y haciendo que lo agarrase con ambas manos –Aún la amas- dijo mirándome los ojos.

-Siempre lo he hecho- dije desnudando mi alma ante aquella señora que me miraba con los mismos ojos que los de mi rubia

-Sandra nos ha contado mucho sobre ti- comenzó -escribía una carta cada día. En todas ellas te mencionaba al menos una vez...- dijo con un brillo extraño en los ojos –Ahora veo que tú sientes lo mismo- dijo derramando una lágrima –Pero bueno, cuéntame tú- dijo animándose un poco -¿Tienes familia?- esa maldita pregunta.

-Verá... lo de mi familia es complicado- dije –mi madre... ella murió cuando yo tenía doce años y mi hermana mayor se fue de casa poco después de la muerte de mi madre y no he vuelto a saber nada de ella- aclaré al ver su cara de interrogante

-¿Y tu padre?-

-... y yo pensaba que la guerra era dura...- pensé

–Mi padre... él no se merece ni siquiera esa denominación...- no sabía cómo esquivar aquella pregunta –bueno, yo... simplemente espero que no se vuelva a cruzar en mi vida...- dije –ni en la de nadie- concluí con cierta rabia en mis palabras.

-Bueno... asumo que eso significa que no tienes familia- dijo con tiento.

-Sí... Bueno... Su hija era la única familia que de verdad he tenido... ella y todos los hombres que me han acompañado en el frente- dije un poco más animada

-¿Era?- preguntó Yaky.

La Bella y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora