Capítulo 5

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-En ese caso iré contigo- dijo cabezudamente

-No lo harás- dije yo -es una orden, necesito que pilotes ese helicóptero para sacarnos de allí, eres la única de aquí que sabe pilotar... además eres la única en la que confío lo suficiente- dije agarrando su mano.

-Por mucho que me duela, ella tiene razón, Sandra- dijo cabizbajo Darren

-Tú te encargarás de que las tropas lleguen a la zona de reunión y aseguren el perímetro- ordené poniéndome en pie -Luego continuaremos con el plan inicial

-¿Estamos seguros de que queremos hacer esto?- preguntó Darren con una pizca de inseguridad

-Sí- contestamos la rubia y yo a la vez

-En ese caso iré a avisar al resto... vosotras preparad lo que necesitéis- concluyó saliendo del lugar

Todos nuestros planes estaban acelerándose vertiginosamente, sin embargo, todos los soldados reaccionaron bien ante la noticia de los planes. Los veteranos conocían nuestros planes y se habían encargado de difundir rumores para que en el día de hoy no hubiera sorpresas.

Pasó el día ajetreadamente hasta que llegó el helicóptero, con el pequeño detalle de que esta vez no era un helicóptero lo que llegaba, sino un avión CN-235 cargado de armamento, esto era una señal de la complacencia de los astros. Tras haber llevado a cabo las labores habituales en estas situaciones, Sandra, Darren y yo llevamos al piloto y al copiloto a la cabaña que compartíamos Sandra y yo. Allí les explicamos nuestro plan, al principio nos tomaron por locos pero tras explicarles detalladamente nuestro plan se ofrecieron a ayudarnos con la única condición de que en el caso de que todo saliera mal, alegáramos que ellos actuaron bajo mis órdenes por temor hacia mi persona.

-Ha llegado la hora- dije armada hasta los dientes al lado de mi moto.

Ese momento era más duro de lo que me había imaginado. Era la primera vez que me separaba de un ser querido.

-Jamás pensé que esto sería tan difícil- le dije a mi rubia que no era mía -¿cómo fuiste capaz de venir aquí dejando a tu familia atrás?- pregunté curiosa a mi novia

-No lo sé, no fue tan difícil como dejarte ir a ti- dijo derramando una lágrima -he pensado todo el día en esto y me acabo de decidir- dijo hincando su rodilla derecha en el húmedo suelo -¿quieres casarte conmigo?- preguntó dejando atónitos a la mayoría de los allí presentes

-SI- contesté rápidamente -por supuesto que sí, en esta y en las vidas que vienen, mi amor- dije besándola mientras ella colocaba un precioso anillo de compromiso en mi dedo anular. Era la mujer más feliz del mundo pero debía partir

-Intenta regresar viva- dijo en mi oído cuando nos separamos de nuestro último abrazo antes de partir.

-Nos casaremos en noviembre, estate preparada- le dije subiendo a mi moto.

-¿Vamos, capitán?- Preguntó el que sería mi compañero

-Darren, encárgate de que todos regresen vivos- dije antes de salir del campamento con nuestras motos de campo.

Óscar me seguía con su moto de cerca. Parábamos cada tres horas para descansar, no tardaríamos en entrar en territorio enemigo de modo que paramos en una cueva bastante resguardada para descansar por un par de horas. Óscar me habló de su familia, de su hermana y de su esposa, a la que había dejado en Sevilla. Le prometí que volvería a casa, lo que él no sabía era que no podía prometerle cuándo ni en qué estado, de hecho ni siquiera sabía si yo saldría viva de esta. Hablamos de mi relación con Sandra y en cuánto se parecía nuestra relación con la que él tenía con su esposa. Era un gran hombre y me prometí a mí misma que daría la vida por cualquiera de los soldados que estaban bajo mis órdenes.

Las dos horas se habían pasado volando entre risas y charlas de modo que cogimos las motos y nos internamos en el bosque, evitamos todos los asentamientos que habían establecido los soldados.

-Óscar, al suelo- grité al ver un francotirador a unos 150 metros de nosotros. Desenfundé mi pistola y comencé a disparar al contrario. Cuando mi compañero se hubo cubierto, yo ya le había derribado.

-Gracias- dijo mi amigo

-No tienes que darlas, solo levántate y prepárate para correr- le dije mientras levantábamos su moto del suelo -debe haber más gente cerca y seguro que nos han oído, debemos darnos prisa si queremos llegar a tiempo- dije arrancando y saliendo de allí lo más rápido posible en dirección al campamento donde se estaban quedando los altos cargos del ejército enemigo.

Afortunadamente conseguimos esquivar a todos los milicianos que estaban por los alrededores de aquel campamento. Nos encontrábamos camuflados en una zona de vegetación alta mientras vigilábamos y esperábamos a que anocheciera. Conseguí ponerme en contacto con el equipo que vendría en helicóptero y pude hablar con mi rubia aunque fueron dos escasos minutos.

Cuando comenzó a oscurecer, Óscar y yo nos mezclamos entre los soldados, conseguimos escondernos en un almacén cercano a la tienda de los jefes. Todos se iban a dormir y un grupo de aproximadamente diez soldados salieron a patrullar en los alrededores del campamento, según pudimos ver, en la puerta de la cabaña de nuestros objetivos había un par de hombres armados haciendo guardia.

-Tu teléfono está sonando- dijo Óscar sacándome de mis pensamientos

-Cierto, gracias- dije susurrando mientras sacaba el teléfono de mi bolsillo -aja...aja...vale, perfecto- dije susurrando por el auricular del aparato -tardarán 30 minutos, debemos darnos prisa- le comuniqué a mi compañero sacando un rifle con silenciador

Los dos guardias que custodiaban la cabaña se desplomaron al momento, en realidad sentía lástima por ellos pero esto lo hacíamos por un bien mayor. Entramos en la estancia sigilosamente cargados con un bote de cloroformo. No tardamos en dormir al capitán general y al presidente del gobierno Iraní. El plan iba viento en popa, Óscar cargó al capitán y yo me encargué del presidente. Antes de salir de allí nos aseguramos de que no hubiera nadie para alejarnos de la cabaña.

Íbamos corriendo de vuelta al cobertizo cargando con dos de nuestros objetivos, ciertamente pesaban más de lo que hubiéramos deseado. Pronto comenzamos a oír revuelo y los motores de nuestro vuelo.

-Ahora empieza la fiesta- le dije al novato mientras salía corriendo de allí y tiraba una bengala para indicar nuestro paradero a los compañeros. No tardaron en posicionarse sobre nosotros a la vez que los militares iraníes nos disparaban. Óscar seguía en el almacén esperando mi señal. Aquello se convirtió en un baile de disparos en el que yo disparaba sin un objetivo fijo, vi varios hombres caer, el avión aterrizó haciendo de barrera entre los disparos y nosotros. No tardamos en subir a nuestros prisioneros al aparato. Óscar subió primero, al ir a subir yo comenzó otra vez la lluvia de balas, pronto mis compañeros comenzaron a cubrirme las espaldas. Dos orificios de entrada y salida se marcaron en mi pierna derecha. A duras penas el aparato consiguió despegarse del suelo. Las balas seguían rebotando en el revestimiento del avión. Todos seguíamos en tensión. Cuando dejamos de escuchar los disparos me dispuse a buscar a mi novia, las heridas seguían sangrando de modo que decidí vendarla con un pantalón que había allí. No conseguía encontrar a mi rubia y me empecé a preocupar.
-Andrés- dije a uno de los soldados que estaba a mi lado -¿Donde esta Sandra?- dije mirando por encima de las cabezas de los soldados que me rodeaban.

-No lo sé- dijo comenzando a mirar él también -estaba allí dijo apuntando un punto de la aeronave con la mirada

-gracias-dije mientras comenzaba a caminar hacia el sitio que me había señalado-¡Sandra!- me asusté al verla tirada en el suelo rodeada por un charco de sangre -¡¡un médico!!¡¡Que venga un médico, por dios!!- dije rompiendo en llanto mientras presionaba la herida de bala que había en el pecho de mi rubia.

La Bella y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora