Capitulo 9

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Samuel y Lucio llegaron a la enfermería, pero al parecer no había nadie.

—Perfecto, tal y como quería.

—¿Que planeas?.— Preguntó Lucio.

—Observa.

Samuel sacó la bolsa de marihuana y la colocó en el botiquín de primeros auxilios.

—Está mal... No deberías...

—Ya está hecho, vámonos de aquí.

—¿Estás consciente que esto puede traer consecuencias cierto?.

—Lo se, y yo asumiré mi responsabilidad en caso de que nos descubran, tu tranquilo. Vamos a clases.



Lucio y Samuel volvieron al salón, argumentaron que el enfermero no estaba y por eso regresaron pronto.
Nadie sospecharía de los chicos prodigio del instituto.

Si Oliver lo hubiese hecho, en cuanto descubrirán las drogas, habrían culpado inmediatamente al aludido.

—¿Y bien?.— Preguntó Oliver.

—Al parecer no tendrás nada de que preocuparte, todo está en su lugar.

—Siendo así, prepararé una sorpresa para todos, ya verán. — Sonrió Oliver.


Los interrogatorios comenzaron, y los alumnos fueron llamados de tres en tres para declarar, pues en esos momento cualquiera podría ser sospechoso, mientras el cuerpo del profesor habría sido trasladado a la funeraria de la ciudad, para ser preparado y posteriormente comenzar con el funeral.

Samuel, Oliver y Lucio fueron los últimos en pasar.
Los tres estaban evidentemente nerviosos, pero respondieron con naturalidad.

Afortunadamente para ellos, su interrogatorio fue interrumpido, cuando un policía entró bruscamente buscando al jefe de policía, encargado de los interrogatorios.

—Venga de inmediato, acabamos de encontrar algo muy serio.

El jefe de policía se levantó y siguió a los guardias.

—Mas les vale que sea importante. — Sentenció el jefe.

—Y lo es, creame.— Recalcó el guardia.

Al llegar a la enfermería, el enfermero estaba siendo esposado mientras gritaba cosas sobre su inocencia.

—¡Sueltenme, yo no hice nada, esto es un error, por el amor de Dios!.— Gritaba el pobre hombre.

—Lo mejor es que guarde silencio, todo lo que diga puede ser usado en su contra, si no tiene un abogado, el gobierno le asignará uno.

—¡Es una injusticia, soy inocente!. — Gritaba el enfermero.

—Acabamos de encontrar droga ilegal, un maestro  fue asesinado y usted es el único sospechoso.

—¿Pero que razón tendría yo para matar al directo?, ¿No entiendo?.

—Eso tendrá que explicárselo al juez.

Así, el pobre enfermero fue llevado a la cárcel, para después ser juzgado, acusado y condenado, y todo por un crimen que el no cometió.




A la hora de la salida, los chicos corrieron fueran de la universidad.


—Que suerte tuvimos.— Sonrió Oliver.— Fue tan jodido que hicieras eso.— Oli abrazó a Samuel.— Te amo maldito.


—¿Gracias?.— Musitó apenado el chico.

—¿Estas consciente que alguien inocente fue a prisión?. — Cuestionó Lucio.

—Para no perder la costumbre, esta perra maldita me quiere echar a perder mi momento de felicidad. ¿No te cansas de fastidiar?.


—¡Oliver, reacciona!, parece que no entiendes la gravedad del asunto.
Aveces creo que estás loco.

—Lo estoy cariño. — Oliver se acercó y lamió la mejilla de Lucio.

—¡Que asco!.— Mientras Lucio se limpió la mejilla con la mano.

—Chicos, tengo que irme.— Dijo Samuel.

—¿Enserio?.— Preguntó Oliver.

—Lo siento, pero tengo cosas que hacer.

—Bueno ya, vete a la verga, nos vemos mañana.

—Adiós. — Samuel corrió hacia el otro lado de la calle.

—Bueno perrita, solo somos tu y yo, como en los viejos tiempos.— Oliver le pasó el brazo por el hombro a Lucio.

—Deja de decirme así, odio que me estés fastidiando.

—Para que se te quite lo perra amargada, te tengo una sorpresa amiguis.
¡Fiesta en mi casa!.

—Tenemos tarea de sociales, creo que hay cosas...

—Ya por favor, voy a darte una bofetada si sigues hablando, te voy a vomitar encima o no se.
Además, lo que tengo que decirte es muy muy muy muy importante.

—¿Que?.— Preguntó secamente Lucio.

—Te conseguí una cita con Santi. ¿Que te parece?, ¿Ya me amas?.

—¡No puede ser!, ¿Que voy a hacer?.

—Te diré que es lo que no vas a hacer. No vas a ser una perra reprimida y amargada o vas a echar todo a perder, ¿entendido?.

—Creo que si... Pero estoy muy nervioso... Jamás he hecho algo así, me quiero morir.

—Te puedo conceder ese deseo, ya soy experto.

—No me refiero a esa manera.

—Solo bromeo cariño, relaja el pene.
¿Y bien?, ¿Aceptas?.

—Yo... Bueno... Si...

—Así me gusta, que tengas las bolas y la verga en su lugar.
Aunque, su cita será en mi casa, obvio no me van a dejar solo.

—¿Por que ahí?.

—¿Que?, ¿No te gusta mi casa?, ¿Me desprecias porque no soy rico y vivo en un remolque?.

—No quise decir eso.

—¿Entonces?. — Interrogó Oliver.

—Olvidalo, acepto.

—Excelente, nos vemos hoy a las diez, no me falles.

—No lo haré.

Ambos tomaron el rumbo a sus casas, sin saber que esa fiesta cambiaría muchas cosas.


Por la noche, Lucio se preparó.
Primero terminó su tarea, se duchó, se cambió y partió hacia la zona de remolques a la orilla de la ciudad.

No sabía que podía esperar, sabia que esto podía ser un error, pero también la oportunidad de acercarse al chico que le gusta, aunque de por medio sabía que tendría soportar las locuras de Oliver.

Tomó un taxi y continuó hasta la casa de Oliver, sin saber que Santiago y Oliver estaban juntos.



Continuará...

Pecado MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora