capítulo 19

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Oliver tomó una motosierra y comenzó a cortar en pedazos al pequeño Samuel, mientras cantaba y sonreía como si fuese lo mas normal del mundo.

—Nunca pensé que destazar a alguien sería tan divertido. Siento que estoy cortando un pollo, y ahora que lo pienso... Quizás podría... ¿Cocinarlo?.
¡Claro!, puedo hacer un hermoso y sabroso caldo de Samuel.
Veamos, voy a necesitar algunos ingredientes para cocinar humano, algo de sal, agua, jitomates, cebolla, etc.— Oliver tomó un enorme recipiente y puso la carne dentro, lo demás lo tiró a la basura mientras rescataba lo que según el era lo que daría sabor al guiso.

Oliver seguia tarareando mientras llegaba a la cocina y ponía la olla al fuego mientras vaciaba la carne dentro.

—Quiero saber si este imbécil sabe delicioso.

Puso todos los ingredientes dentro y lo dejó hervir a fuego lento, mientras tanto decidió llamar a todos sus conocidos para invitarlos a cenar, en lo que se podría describir como un caldo amistoso. Aunque si bien le costó cocinarlo, pudo lograrlo.

—Mmmm... Huele rico, eso quiere decir que le di al punto, me muero por probarlo y porque todos mis compañeros lo prueben. Solo necesita algunas especias para disfrazar más el sabor.

Al último que llamó fue a Lucio, quien se encontraba haciendo su tarea.

Hola mi fiel amigo Lucí

—Hola amix, ¿Como estás?.

—De maravilla, como siempre. ¿Sabes?, hoy por fin he decidido cocinar y lo mejor de todo fue que salió riquisimo, ¿Quieres venir a probarlo?.

—¿Tiene veneno?.

—¡Ay no, que asco!, yo también voy a comer y no, no le he puesto ninguna porquería, mi caldo fue hecho con toda higiene, aunque me costó matar al cerdo.

—Bueno, quiero ver... Es decir, quiero probar que tan rico cocinas.

Cocino como los mismísimos dioses, ya lo probarás.

—Ok, ya mismo voy para allá.

—Aquí te espero, corre, corre, corre, corre.

Oliver colgó y comenzó a bailar en la cocina.
Una sonrisa sombría se dibujaba en su rostro, y quizás todos podían deducir locura en el, pero probablemente esa sonrisa escondía algo mas.
Oliver fue un chico con una niñez bastante difícil, desde ser abusado sexualmente por uno de los clientes de su madre, hasta ser golpeado por su misma progenitora.
Aunque eso definitivamente no era una excusa para cometer actos tan aberrantes.

Justo después de una hora, la mayoría de sus amigos estaban llegando uno por uno, incluido Lucio.

—Lucio, mi amigo del alma.— Oliver abrió los brazos para estrechar a Lucio.

—Hola querido amigo.
Bueno, aquí estoy, listo para morir.— Sonrió sarcástico.

—Ay, no seas tan cruel conmigo, el estofado me salió como para chuparse los dedos.

—Bueno, aquí estoy para averiguarlo.

—Pues bien. — Oliver se dirigió al resto de sus compañeros.— ¡Escuchen bien bola de marginales, los he invitado a mi mansión como un acto de generosidad, ya que probablemente en sus miserables y patéticas vidas podrán estar a mi nivel!.
Ahora, pongan sus marginales traseros en el comedor, ya les voy a servir. Lucí ayudame por favor.

—Si, claro.— Lucio acompañó a Oliver hasta la cocina.

—¿Estás seguro que no le has puesto algo raro al estofado?.— Preguntó Lucio.

—Lo juro por mi abuela tiesa

—Ok, voy a creerte.

—Toma estos platos y llevalos a la mesa.

Lucio obedeció, tomó la vajilla y la llevó al comedor, mientras todos sus compañeros tomaban un plato cada uno.

Oliver hizo su entrada con una olla llena de estofado.

—Aquí está la cena marginales. Sirvanse a su gusto.

Oliver colocó la olla en medio de la mesa y todos pasaron a servirse aquella sopa que escondía un horrible secreto.

—Se ve rica y huele bien.— Comentó Alicia, una de las chicas del curso.

—Si, creo que si.— Dijo su amiga Brenda mientras sorbían aquel caldo.

Es cierto, no sabe nada mal.— Susurró Erick.

—Se los dije plebeyos, su amo sabe cocinar.— Presumió Oliver.

—Aunque el color de la carne se ve algo extraño, ¿No creen?.— Interrogó Alicia.

—Es que debo confesar algo.— Interrumpió Oli.— Lo que en realidad están comiendo no es cerdo.— Todos se quedaron anonadados.— En realidad es un pequeño lechón, una cría recién, estaba muy tierno aún y por eso la carne se ve diferente.


—Ahora entiendo. — Comentó Brenda.

—Bueno ya, ¿Van a tragarse la puta sopa o van a criticarme?.— Oliver se mostró indignado.

Todos volvieron a sus platos y comenzaron a comer el platillo, algunos bebían la sopa y otros mordían con fiereza la carne.


—Creo que a la carne le faltó cocimiento.— Protestó Lucio.

—Puras quejas, uno los invita a cenar de buena voluntad y ustedes solo critican. Por si no lo sabían, es mi primer platillo, ¿Que esperaban?, ¿Comida Gourmet?, entiendan que recién comienzo, bola de pendejos.— Nadie se atrevió a protestar y siguieron degustando el estofado. — Además el lechón estaba aun muy tierno y fue algo... Difícil de matar.— Sonrió Oliver.

—Oye, ¿Y Samuel?, ¿Porque no vino?.— Preguntó Lucio.

—Pues, creo que está ocupado siendo delicioso.

—¿A que te refieres?.

—Nada, solo quería bromear un poco, yo me entiendo solo. Pero la verdad es que no quiso venir, es un aguafiestas.

—Bueno, al menos se salvó. — Murmuró Lucio y Oliver soltó una carcajada.— ¿Que pasa?, ¿Que dije?.

—No nada, solo recordé algo muy gracioso que sucedió esta mañana mientras mataba al pequeño cerdo.

Después de ello nadie mas habló, todos se dedicaron a cenar hasta que los platos estuvieron vacíos

—Los huesos de este lechón se ven algo raros.— Dijo Lucio mientras tomaba el hueso y lo examinaba.

—Ya deja eso imbécil, es un puto lechón, ¿Que otra cosa sería?, ¿Un humano?.

—Conociéndote, no me sorprendería.

—Si así hubiese sido, te habría cocinado a ti mi cielo. Pero no dudes que quiero volver a experimentar. Quizás haga Lucio a la plancha o Lucio con arroz y patatas, pero con lo amargado que eres seguro hechas a perder mi platillo.

—Como sea, gracias por la cena, nos vemos.

—Adiós, adiós a todos marginales.


Todos sus compañeros se levantaron de la mesa, agradecieron y se marcharon, ya que Oliver prácticamente les corrió

Después de que todos se marcharon, Oliver se tiró al suelo y comenzó a reír como loco, se la pasó riendo sin parar.—¡Que estúpidos, que estúpidos, que estúpidos!.— Quizás Oliver había cruzado un límite, uno en el cual ya no había retorno.


Continuará...


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