Capítulo 3 "¿Qué es toda ésta oscuridad?, ¿él es mi hermano?"

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El general del pueblo del reino de lo oscuro y padre de Milo, el rey Ramadán quién alguna vez reinó a Solaris, se entregó a la oscuridad, mandó a sus huestes de regreso al campamento para que no atacaran a los soldados de Solaris.

Abdallah, una de las reinas del oscuro despertó a Milo llamándolo por su nombre; entonces él despertó preguntando por su padre y por lo que fue llamado.

Pasado dos minutos, y este ingresó a la habitación, besó a la reina, abrazó a su hijo, pero Milo rechaza su acto afectivo y proyecta su voz diciendo:

– ¿Por esta miserable vida llena de odio abandonaste a mi madre?, pudiendo compartir el cielo y las estrellas, juntos por la eternidad.

Su padre contesta:

– Lo hice para que tú vivieras, el reino que gobiernas viviera y no alimentáramos más el morbo de sangre de la oscuridad, pero veo que fallé en mi misión.

Milo responde:

– No entiendo, debe haber una razón más allá de lo que dices padre

Ramadán lanza la copa de vino que bebía y con tal decepción le explica:

–Tu madre quería una eternidad conmigo, pero la verdad es que me enamoré ciegamente de esta hermosa mujer, independientemente de que si yo no pueda ser salvo con el plan que se habla en los cielos, ya no puedo hacer nada para remediar mi fallo en la misión que se me encomendó, la cual era evitar que la orden de la luz y la oscuridad acabaran con el mundo, porque destruirían el balance de la vida.

Milo se queda atónito mirando a un niño que se escondía entre las cortinas, lo señaló y preguntó:

– ¿Quién es?

La reina Abdallah contesta:

– Él es Aaron de Solaris, descendiente del rey oscuro.

Milo no lo puede creer y sale de la habitación pateando las cosas a su alrededor.

Mientras esto ocurría en el reino de lo oscuro, en Solaris la reina Sariah se paseaba por el pueblo, vio a un hombre vestido de soldado, con una capa de seda muy fina, su piel morena, media aproximadamente unos dos metros, de ojos color miel que hipnotizaba a cualquier mujer.

Este se iba acercando, pero al tenerlo cerca ella se mordía el labio, lo deseaba en medio de la hipnosis de su mirar, pero ella se resistió, sin embargo, el hombre habló con una voz muy gruesa y rígida:

– Mucho gusto reina, soy Allirus, vivo en el pueblo, pero jamás había tenido la oportunidad de conocerla.

La reina Sariah se sonrojó, no resistió más ante su inmenso poder de seducción y lo invitó a su palacio, por lo que caminaron juntos agarrados de brazo, no obstante a esto, el gran vidente del pueblo siente el gran poder oscuro que poseía aquel sujeto y murmuró

– La semilla del mal en la tierra será puesta, por lo que la caída de un rey se acerca.

Luego de charlar un rato en la terraza del palacio, aprovechó la reina sariah que los guardias estaban en el comedor, entra a su habitación, se pone una manta casi que transparente e invitó aquel hombre a pasar; la reina puso las manos del hombre en sus senos, se abrió sus piernas, desnudó al hombre, acostándolo ella se puso encima de él y mientras el hombre la penetraba una gran oscuridad al pueblo se acercaba, las estrellas desaparecían una a una, menos la estrella gemela, la reina Sariah gemía con gran deseo, gozaba que aquel hombre le hiciera el amor, mientras una tormenta caía, el gran Dios, celoso de lo que pasa, uno de sus ángeles mandó, al terminar de tener sexo, Allirus de la habitación salió, el ángel a este flechó y su cuerpo quemó, diciendo en voz alta:

– ¡La reina Sariah a pecado por plantar la semilla de la oscuridad!, al sujeto que fleché y quemé es el demonio de la seducción y los pecados carnales.

Sariah emprende una corrida por todo el pueblo afligida por lo que hizo. En medio de la tormenta era reprendida, su cabello cayó como el agua que corría por todo su cuerpo, al igual que sus pestañas y cejas en una de las calles del pueblo. Fue llevada por un guardia al palacio y la oscuridad en el pueblo poco a poco se desvaneció, y desde ese momento Solaris se condenó.

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