Capítulo 15 "Crisis"

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Talisca, el tercer juez de la orden de la luz, baja a lo más profundo de las montañas para visitar a su amada esposa, que está prisionera por el grupo que representa, le lleva agua, comida y una cantidad de flores para darle color a su calvario, Makini, su esposa en medio del llanto decía:

– Amor, el más dulce hombre que los dioses me han dado, eres tú, por soportar tanto, el verte obligado a dirigir el ejército del grupo que asesinó a tus padres y a los míos... paz a tu alma, espero que nuestra amada niña, Sahara se encuentre bien, porque la verdad no hay día en que no sueñe con ella, de tenerla en mis brazos y criarla como una persona libre entre las llanuras de nuestro majestuoso pueblo.

Talisca contestó:

– Mi reina, no te preocupes, la niña esta noche será enviada a Foluke con el mensaje de unirme al rey Lucius para que escapemos a Egipto y podamos vivir en un hogar digno, ya que su hermano Audard está allá y soy el único que lo sabe de esta orden.

Makini lo abrazó y lo besó, diciéndole:

– Lo que vayas hacer, hazlo, que yo te apoyo, porque ya hemos sufrido lo suficiente.

Talisca salió en su caballo lleno de esperanzas hacía lo alto de una de las montañas cercanas a Foluke, ahí se encontraba donde tenían a los niños para formarlos como guerreros de las sombras... Caía una fuerte tormenta, la que el gran oscuro mandó para que Foluke fuera afectada, Talisca con dos de sus mejores hombres, se infiltraron en el lugar.

Zenaida de Esparta patrullaba cerca de las grandes montañas, empezó a notar gritos de muerte y niños llorando en lo alto de la montaña más cercana a ella, cabalgó a toda velocidad con sus soldados que uno a uno se camuflaba en los arboles mientras Zenaida iba llegando a la montaña. Talisca apuñalando a todos los guardias del lugar, agarró a su hija y a un niño, cuando iba saliendo del lugar, Argelia le disparó una flecha por la espalda diciendo:

– ¿Piensas traicionarnos?, veo que sí, te digo de entrada que si huyes diez arqueros te estarán esperando para cegar tu vida, la de tu hija, la de tu esposa que la tienen como rehén y además no lo prometo un buen futuro al niño que llevas en brazo.

Talisca en medio de la incertidumbre, escuchó como Zenaida y sus soldados acababan con los arqueros de Argelia, la segunda juez de la orden de la luz viéndose acorralada, empezó a recordar el porqué estaba en la orden y era porque a su pueblo de Argel, fue destruido por la oscuridad y decidió unirse a la orden de la luz para poder derrotar al señor oscuro, pero viendo esto, reflexionó y dijo:

– Si la causa por la que luchas, se vuelve cómplice de tu razón de ser, es mejor alejarse y plantar nuevos objetivos, por lo tanto soy luz, más no soy sombra, ni mucho menos oscuridad, retiraré a mis arqueras del campamento más cercano para que a tu esposa y a ti los protejan en el camino a Foluke, Zenaida vendrá conmigo para liberar a los que están en cautiverio en lo más profundo de las montañas y podamos ganar más hombres para derrotar a la oscuridad.

Talisca corrió con su hija, el niño y su esposa hacía la gran ciudad de Foluke, mientras Zenaida y Argelia se unieron para liberar a los presos.

Al llegar a lo más profundo de las montañas cortaban las cadenas, armaron a cada una de las personas privadas de su libertad y formaron una gran mortandad, ante los guardias de Jina la primera juez de la orden quien custodiaba ese lugar.

Al amanecer, de una dura noche, aun llovía, los dos jueces que decidieron unirse al rey Lucius, dieron más hombres para que crecieran en número, Talisca agotado, venía apenas con su esposa e hijos, el príncipe Ibrahim y sus hombres los ayudaron, dándoles agua e invitándolos a comer.

Luego de un rato el gran oscuro se entera de la traición de dos de los jueces y ruge con tal poder que ahuyenta la tormenta, levantando a todos sus demonios, a sus reinas y reyes para que prepararan al ejército para la gran batalla que estaba cerca.

En Foluke la reina Zaira fue quien atendió a los nuevos aliados, ya que aún Milo y el rey Lucius seguían gravemente heridos, Talisca se acercó con gran humildad, le pidió lo siguiente a ella:

– Por favor reina de Foluke, envíeme a mí junto con mi familia a Egipto porque la verdad no quiero saber más nada de un conflicto bélico, les deseo la mejor suerte del mundo, pero no podré acompañarlos en su gran lucha, mi familia necesita de mí.

La reina Zaira, les pide a algunos de sus hombres que los escolten hasta Egipto.

Sokratis y sus hombres empiezan a crear canales de drenaje para hacer correr el agua que inunda la gran ciudad hacia el mar.

El gran oscuro vuelve a rugir pero con mayor fuerza ocasionando un fuerte temblor que destruiría algunas casas de la ciudad de Foluke. Ya los aliados de esta gran ciudad, ni su reina sabían que hacer para parar esta crisis, porque eran atacados constante mente desde la naturaleza misma. Pero ven que desciende una mujer hermosa, que brillaba más que cualquier otra cosa, pero transmitía un calor que nadie quería estar cerca de ella, esta fue a donde se encontraba Milo y dijo:

– Hijo mío aun tienes una última batalla que reñir, para que podamos vivir como una gran familia en los cielos.

Esta mujer puso sus manos sobre su cabeza y su gran Dios dijo:

– Levántate y anda, debes brillar más que cualquier otra estrella, tú gran poder puede quemar más que mil soles, tu gente te necesita.

En el instante Milo despierta y ve a su madre, sonríe, llora para sí sentarse y presenciar como levantan a su hijo.

La madre de Milo pone sus manos sobre la cabeza de su nieto Lucius y su gran Dios dice:

– Lucius, una de mis grandes estrellas vigilantes, celoso ante la oscuridad, que tu luz proteja a tu padre, que opaque la oscuridad, bendito seas levántate y anda para que acompañes a tu pueblo, a tu padre, a tus aliados, a tu esposa y a tu amado hijo que viene en camino.

Así que Lucius despertó y abrazó a su abuela, se levantó junto con su padre muy serios, le dieron las gracias a la hermosa mujer por su visita y volvieron encender su gran fuego para empezar a dirigir a su pueblo, Lucius abrazó a su amada esposa y la besó en el vientre, diciendo las siguientes palabras:

– Hijo mío, que mi luz sea la que refleje tu camino, lucharé por darte una buena vida, un futuro y que el valor humano regrese a cada uno de nosotros en esta ciudad para llegar a ser grandes todos unidos.

Lucius se levantó y gritó:

– ¡Es el momento de empezar a prepararnos porque mañana regaremos el árbol de la vida nuestras futuras generaciones!

Su pueblo, su ejército, sus aliados gritaban con gran euforia, sabiendo que muchos no tenían garantías de volver a ver la luz del sol otra vez desde la tierra. 

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