CAPÍTULO 2

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Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI
Esta obra pertenece a KIM LAWRENCE, ha sido adaptada y modificada por mí
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Los personajes utilizados pueden contener Ooc.
Los personajes son todos humanos, la trama se ubica en un universo alternativo.
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Capítulo 2

Kagome POV

Cuando Kagome vio la galería de arte a la que Sesshomaru la llevó, considero con amargura lo cruel que estaba siendo el destino con ella ese día. Su madre había hecho su última exposición en Londres allí y Kagome, en calidad de secretaria, agente y chica para todo había hecho todos los preparativos con el dueño de la galería. Estaba segura de que iba a reconocerla. Sakura Lane confiaba en ella los detalles de organización de su vida nómada.
«No, yo soy Kikyo», se dijo para calmar el ataque de pánico que le entró al salir del coche. Si la gente esperaba ver a Kikyo, eso era lo que iban a ver.
Con la mano en la espalda de ella, Sesshomaru la guió a través de la puerta abierta de cristal de la galería.
-¡Sesshomaru!. Vaya, has conseguido llegar y sólo con una hora de retraso. Maravilloso -oyó decir Kagome a sus espaldas.
-He pasado toda la noche en vela, mamá -contestó Sesshomaru a modo de explicación, no de disculpa.
Sesshomaru tomó a Kagome del brazo. Considerando las circunstancias que le habían llevado a decidir casarse, a Kagome le pareció una falta de delicadeza esa muestra de afecto.
Los ojos de la mujer, de un dorado más profundo que el de su hijo, se tornaron más fríos al tocar a Kagome.
-No quiero saber los detalles -declaró con la misma altivez que le había pasado genéticamente a su hijo.
Notando el examen al momento, Kagome se puso rígida. Los comentarios de Sesshomaru aquella mañana la habían llevado a esperar conocer a una mujer cariñosa y simpática, una mujer maternal e inocente; sin embargo, esa persona alta y esbelta, de modales perfectos y austeros, disiparon la ilusión. Kagome no podía imaginar que nadie utilizase a esa mujer.
-No ha sido el placer, sino los negocios, lo que me ha tenido ocupado toda la noche, mamá. Como siempre.
-A tu vida le falta equilibrio.
-Deja que sea yo quien lo juzgue, mamá -a Sesshomaru se le estaba acabando la paciencia.
Tanto él como su madre parecían pertenecer a esa clase de personas que no soportaban las tonterías de nadie.
-Quiero hablar contigo... a solas.
Los buenos modales no eran una de las cualidades de la familia Taisho, pensó Kagome.
-No se preocupen por mí -dijo en tono tranquilo, a pesar de que un brillo de enfado apareció en sus ojos.
«Soy Kikyo... soy Kikyo». Continuó con la letanía mientras ignoraba a un tratante de cuadros que conocía.
-Sí, mira los cuadros, querida -el tono paternalista y malicioso de la madre de Sesshomaru hizo que cerrase las manos en puños.
-Casi se me había olvidado -dijo Kagome en tono vago-. Los cuadros...
Su hermana representaba el papel de chica guapa y sin cerebro siempre que le convenía y, en ese momento, Kagome comprendía por qué. También se dio cuenta de la suerte que tenía de no haber sido nunca juzgada por su apariencia física.
La respuesta de Kagome provocó el esperado grado de desprecio de la otra mujer, pero la mirada que Sesshomaru le lanzó a su madre era casi burlona. Kagome se dio cuenta de que Sesshomaru era demasiado inteligente para dejarse engañar, y consiguió notar el cínico humor de Kagome, al contrario que la mayoría de la gente.
-Muy prometedor, ¿no te parece, Kagome?
Ella asintió automáticamente al oír aquella voz familiar susurrándole al oído.
-Sí, mucho -respondió ella antes de sobresaltarse-. Gunther, ¿qué estás haciendo...?
El abrazo de oso que recibió la dejó casi sin respiración. Se dio cuenta de que la gente, con expresiones mezcla de curiosidad y benevolencia, veían una delgada chica de cabellos negros estrujada por un hombre oso.
-Podría hacerte la misma pregunta, Kagome, ¿o debería llamarte Kikyo?
-No vas a descubrirme, ¿verdad?
-¿Estás batiendo las pestañas para convencerme o por estar en línea con el carácter de tu hermana? -preguntó él.
Kagome lanzó una carcajada a desgana.
-Las dos cosas -admitió ella, y le tocó a su compañero reír. A Kagome le pasó por la cabeza una idea terrible-. ¿Está aquí mamá?
Kagome hizo un esfuerzo por no volver la cabeza. -Tu madre está en un yate en el Egeo.
-¿Y por qué no estás tú con ella? -preguntó Kagome rápidamente.
-No tengo ganas de competir con jóvenes Adonis, y me sienta mal el sol. Además, resulta que soy el nuevo dueño de esta galería. ¡Tú! Vaya cambio, de la electrónica al arte.
Gunther, el más dedicado pretendiente de su madre, era extremadamente rico, pero Kagome no sabía mucho más sobre él. Sin embargo, sí sabía que el arte no era una de sus pasiones... hasta ese momento.
-No me vendría mal un manager. ¿Te interesa el puesto de trabajo?
-Ya tengo uno, gracias -Kagome le dedicó una mirada interrogante.
A pesar del desfile de hombres, embarazosamente jóvenes a veces, que entraban y salían de la vida de su madre, Gunther era algo permanente y su papel, aunque ambiguo, esencial. La expresión de él, en ese momento, le confundió.
-Es una pena -contestó Gunther en tono casual-. Si tú no estuvieras en escena querida, creo que Sakura llegaría a apreciarme un poco más. Haces que se sienta demasiado a gusto.
Kagome se dio cuenta de que la acusación no podía ser del todo seria, pero le molestó.
-En fin, ¿qué has estado haciendo últimamente? -añadió Gunther-. ¿No te parece que eres un poco mayorcita para estas cosas? He preguntado sobre la encantadora joven y me han dicho que era la señorita Kikyo Higurashi, que pronto iba a convertirse en el nuevo miembro de la dinastía Taisho.
-¿Cómo sabias que era yo?
-Por una inclinación del rostro... la forma de moverte. Quizá sea porque conozco bien a la chica debajo de esas ropas nuevas y no me dejo engañar tan fácilmente.
-Ya veo que te estás divirtiendo. -Sesshomaru, éste es...
El cuerpo entero de Kagome se puso rígido al oír el comentario. Se dio media vuelta, su expresión cómicamente culpable, y se encontró con la depredadora expresión de Sesshomaru; al momento, la voz le abandonó. Tenía la impresión de que Sesshomaru había oído el último comentario de Gunther y Kagome pudo imaginar la interpretación que le daría.
-Gunther, no sabía que estabas en Inglaterra.
Con creciente angustia, vio a los dos hombres estrecharse la mano. A pesar de que Sesshomaru le sacaba la cabeza al alemán, éste era muy ancho de espaldas: un hombre fuerte, de rasgos expresivos y pronunciados, y cabellos negros salpicados de gris. A pesar de ser el mayor de los pretendientes de su madre, era dos años más joven que Sakura, algo más de cuarenta años.
-He comprado la galería, Sesshomaru, así que relájate. No estoy aquí para fastidiarte algún negocio, he venido solamente para mostrar mi interés como propietario.
-Tengo mucho cuidado, siempre protejo mis intereses contra los piratas.
Los ojos de Sesshomaru se posaron brevemente en Kagome y ella se dio cuenta, con desesperación, que aquella conversación estaba desarrollándose en dos niveles.
-No sabía que conocieras a Kikyo -añadió Sesshomaru.
Los ojos de Gunther se cruzaron con los de ella durante un segundo y Kagome contuvo la respiración.
-No formalmente -contestó el alemán.
Y con una galantería que casi la hizo reír, inclinó la cabeza y le besó la mano. Frunció el ceño al ver el ostentoso diamante que lucía.
-Conozco muy bien a la hermana de Kikyo, el parecido es asombroso -comentó Gunther.
-Sólo llevamos prometidos un par de días -dijo Sesshomaru mientras Gunther se incorporaba.
Sesshomaru había estado observándolo todo con expresión inescrutable. Súbitamente, rodeó a Kagome por la cintura y la atrajo hacia sí.
-Si vas a quedarte por aquí, puedo invitarte a mi casa.
-Muy amable de tu... de vuestra parte, pero voy a estar muy ocupado.
Kagome evitó mirarlo a los ojos, incapaz de soportar la preocupación que veía en él.
-Me gustaría ir al buffet a comer algo -dijo ella mirando a Sesshomaru-. Encantada de conocerle, señor.. -Weiss. Gunther Weiss. Espero que os divirtáis.
Gunther los vio alejarse con preocupación. Pronto vio a Kagome apartarse de su alto acompañante hasta volver a él.
-Te lo explicaré más tarde. Esta noche en tu apartamento -susurró ella furtivamente mientras recogía el bolso de una mesa que había al lado-. Oh, aquí estaba.
Las últimas palabras las pronunció en voz alta porque Sesshomaru la estaba observando.
Kagome estaba casi sin respiración y sonrojada cuando volvió al lado de su prometido.
-Mira, lo he encontrado -dijo ella con una brillante sonrisa con la que quería ocultar su nerviosismo.
-Pareces encontrar la compañía de Gunther muy... estimulante. Casi nunca te he visto tan animada -comentó Sesshomaru mientras tomaba de la mesa una copa de champán.
-¿Lo dices en serio? -preguntó Kagome antes de beber de un solo trago el contenido de su copa.
-Cuando seas mi esposa, te recomiendo que contengas un poco tu entusiasmo por el peligro -dijo Sesshomaru en tono casual mientras dejaba su copa sin haberla tocado.
-Cada vez que añades una cláusula al contrato, el trabajo me parece más tedioso -le espetó ella.
El sentimiento de culpa por estarle engañando había disminuido considerablemente.
-Si te hubieras dado cuenta de ello antes nos habrías hecho un gran favor a los dos. No obstante, una cierta secuencia de acontecimientos lo han puesto todo en marcha -había una advertencia en aquellas palabras.
-¿Siempre ocurren de la forma que tú quieres? -el tono de burla de Kagome le hizo apretar los labios.
De repente, ella se dio cuenta de que estaba deseando dejar de ser Kikyo. Quería que ese hombre supiese lo estúpido que había sido, que el omnipotente Sesshomaru Taisho se enterase de que una mujer le había engañado; y ella, Kagome, era esa mujer.
Nadie había conseguido irritarle tanto nunca. ¡Ese hombre se merecía que le dejaran abandonado delante del altar! Pero al momento intentó calmarse, la idea de que alguien le desagradara tanto le produjo una náusea.
-Al final, siempre -confirmó él-. Eres verdaderamente una niña, ¿verdad... Kikyo? Presionas y presionas para ver hasta dónde puedes llegar. ¿Lo haces sólo conmigo? La verdad es que no se puede decir que seas sutil.
¿Había oído una extraña inflexión en la voz de Sesshomaru cuando éste pronunció su nombre? No, estaba dejando volar su imaginación. Si él lo supiera, no estaría con ella, ¿o sí?
-Simplemente estoy divirtiéndome -contestó Kagome en tono ligero-. No tengo la menor idea de lo que estás hablando.
-Jamás he dudado de que te estuvieras divirtiendo. Sin embargo, a mí no me agrada el espectáculo.
-Lo siento por ti -contestó Kagome.
-¿Te importaría repetir el comentario?
La irritación de Sesshomaru la llenó de satisfacción.
-Por supuesto... -pero su voz se quebró y sus ojos se agrandaron de horror al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Bajar la cabeza para no levantar sospechas había sido su objetivo, ¿qué era lo que la había poseído?-. Puede que no sea una novia enamorada, pero resulta muy humillante que a una la traten como a una niña. Es evidente que tu madre me desprecia.
Que ella tuviera sentimientos a Sesshomaru le debía resultar difícil de entender, pensó Kagome mientras trataba de reprimir la indignación que le hacía desear contestarle mal y darle un bofetón.
Si había un hombre que se mereciese que le abandonaran en el altar, era él.
«¿En serio estoy pensando en ... ?» Sus ojos se agrandaron de horror al darse cuenta de que era eso exactamente lo que quería hacer.
-Mi madre te aceptará con el tiempo -respondió Sesshomaru con impaciencia-. Jamás habría imaginado que fueses tan frágil. ¿Te importa tanto la opinión de otras personas?
Un grupo de gente que pasaba la empujó, mandándola directamente contra él. Sesshomaru abrió los brazos y ella mantuvo el equilibrio pegándose a su pecho.
El impacto, por sí solo, no explicaba esa sensación de faltarle la respiración. También le afectó la inesperada tensión que notó en él, una electricidad estática entre ambos que tensó el cuerpo de Sesshomaru. Oyó un sonido en su duro pecho, una mezcla de gruñido y gemido, una oleada de contracción muscular. En ese momento, Kagome se apartó, pero su cuerpo entero protestó.
Kagome forzó una sonrisa haciendo un intento por recuperar la compostura.
-Esto está abarrotado de gente -no pensaba ir más lejos con referencia al incidente-. Todo sería más fácil si le gustara a tu familia.
-Son una manada de hienas.
La afirmación hizo que Kagome lo mirase directamente a los ojos.
-Es muy reconfortante... -comenzó a decir ella.
Pero la expresión de Sesshomaru era intensa, analítica, era la expresión de un hombre que había descubierto una discrepancia en su libro de contabilidad y buscara el error. Esos ojos eran tan fríos como los de un cirujano con su bisturí.
-No somos una familia unida -observó Sesshomaru moviendo los ojos hacia un cuadro cerca de donde ellos estaban-. Pero tu familia también está dividida, ¿no?
Kagome clavó la mirada en la cruda explosión de color de la tela, pero sintió los ojos de él en su rostro.
-Mi hermana y yo estamos en contacto.
-¿No lo tenías cuando eran pequeñas?
-No, no teníamos ningún contacto -admitió Kagome tristemente. La pérdida de esos años le había dejado un sabor amargo en la boca.
-Supongo que ha debido ser difícil para unas gemelas. Son idénticas, ¿verdad? -comentó él en tono casual-. ¿No tienen conexiones psíquicas?
Kagome ignoró el sarcasmo.
-Soy la mayor por cuatro minutos.
«¿Estoy imaginando cierto cinismo?», se preguntó Kagome.
-Creía que me habías dicho que tu hermana... ¿cómo se llama, Ruth? Bueno, que tu hermana era la mayor.
-Kagome. Debes haberte equivocado.
Kagome se frotó la nariz y lo miró con calma. Sesshomaru sonrió lánguidamente, como si no le estuviera prestando demasiada atención, y ella volvió a respirar.
-¿Van a poder asistir a la boda?
-Mamá es algo bohemia. Es difícil saber dónde está, pero intentaré localizarla para que venga. En estos momentos, está navegando por las islas griegas.
-¿Y tú hermana siempre le acompaña?
Kagome no pudo evitar detectar cierto cinismo en su voz.
-Está muy dedicada a nuestra madre contestó ella al momento.
No soportaba los aires de superioridad de Sesshomaru Taisho y le dieron ganas de estrangularle.
-La gente famosa suele llevar una corte pegada a ellos.
El comentario la hizo tambalearse.
-Estos tacones son una ridiculez -comentó Kagome-. Mi hermana hace de secretaria.
¡Secretaria! Ella tenía el control absoluto del aspecto financiero de la vida de su madre y de ella dependía que todo funcionara a la perfección. Como Sakura solía decir con cariño, Kagome se había convertido en un ser indispensable.
-No lo digo por ofender, pero me da la impresión de que proteges mucho a tu hermana. ¿No podrías dejarles un mensaje en su casa? Estoy seguro de que alguien sabría cómo ponerse en contacto con ellas.
-¡En casa! Mi madre tiene una casa en Lucerne, pero sólo pasa allí un mes de cada doce. Está siempre visitando a amigos, viajando... nunca se queda en ningún lugar demasiado tiempo.
-Debe ser una mujer que se prodiga mucho -comentó Sesshomaru mientras escuchaba con un mínimo interés-. Nunca habría imaginado que esa clase de vida permitiría trabajar.
-Mi madre necesita nuevos estímulos constantemente. A ella le funciona y no ve motivo para cambiar; al menos, eso es lo que Kagome me ha dicho. Yo, claro está, no conozco tanto como ella a mi madre.
-Debes envidiar a tu hermana por viajar tanto.
Un espasmo de dolor la sacudió y, a modo de defensa, bajó la cabeza. Además, olvidándose de mantener la compostura, un brillo sospechoso apareció en los ojos negros opacos de Kagome y también una nota desafiante en su voz al contestar:
-Algunas veces.
Un hogar en alguna parte que fuera suyo. Se había sobrepuesto al resentimiento infantil producido por ser enviada de un sitio para otro como si fuera una de las pinturas de su madre... o incluso menos.
El colegio era lo único que le había dado estabilidad durante la infancia; sin embargo, cuando Sakura se dio cuenta de la capacidad organizativa de su hija, le anunció que necesitaba su ayuda.
Sesshomaru, con expresión comprensiva aunque paternalista, se la quedó mirando fijamente.
-¿Quieres irte ya? Creo que has cumplido con tus deberes.
Kagome alzó la cabeza bruscamente, el aterciopelado tono de voz de él le alertó. El brillo de enfado que creyó ver en sus ojos probablemente se debiera a la luz, porque parecía incluso benevolente.
-Sí, por mi sí contestó ella con alivio.
Sesshomaru la metió en un taxi.
-Te veré luego -arqueó las cejas al ver la expresión asustada de Kagome-. No has olvidado que esta noche tenemos una cena, ¿verdad?
-No, claro que no -improvisó ella.
-Iré a recogerte a las ocho.
-No, nos encontraremos... allí -Kagome tenía cosas que hacer esa tarde y, además, ¿dónde era allí?
-Como quieras. En el sitio de siempre. -¿El de siempre?
Con una mirada de reproche, Sesshomaru nombró un restaurante francés del que Kagome sólo habla oído hablar.
-Sí, por supuesto -respondió Kagome antes de decirle al taxista que se pusiera en marcha... rápidamente.
No vio el brillo cínico y burlón de los ojos de Sesshomaru al verla alejarse.
La habitación de Kikyo era opulenta, cara y caóticamente desordenada, pero Kagome dudó que su hermana lo notase. Se sentó en la cama sintiéndose una intrusa allí. Con un suspiro, apoyó la cabeza en las rodillas. La mañana había sido una pesadilla, pero nadie más que Gunther se había dado cuenta del engaño.
Kikyo había asegurado que su padre la aceptaría sin hacer preguntas y estaba en lo cierto, no había necesitado recurrir a ningún subterfugio. Cuanto más contacto tenía con él, más se maravillaba del optimismo que había hecho que sus padres creyesen que su unión podría sobrevivir. El amor no sólo era ciego sino estúpido.
Había sobrevivido la primera parte del día: la horrible exposición más una prueba del vestido de novia. Que el vestido le quedara estrecho de busto había originado cierto alboroto y el diseñador se había enfadado con sus subordinados, algo de lo que Kagome se sintió tremendamente culpable.
Mientras pasaba horas con muchos alfileres, imaginó la cara de Sesshomaru cuando le abandonara delante del altar.
«Se lo merece. ¿Por qué apiadarse de un tirano? Se merece todo lo que le pase». Estaba tentada a hacer lo que ese demonio en su cabeza le dictaba.
Al elegir un vestido de seda color zafiro de la enorme variedad de ropa de su hermana, le extrañó esa vena vengativa que parecía haberle salido de la noche a la mañana. Al principio, había pensado en hacerse pasar por Kikyo un par de días y luego, de forma honorable y antes de la boda, aclarar la situación. Pero ahora...
Se metió el vestido por la cabeza y se miró en uno de los espejos que cubrían la habitación. Era sencillo, pero resaltaba la joven promesa de su cuerpo y hacía que las piernas y los brazos pareciesen aún más gráciles y delgados. -¿Qué estoy mirando? -se preguntó en voz alta.
El rencor y el resentimiento que sentía no era sólo por su hermana. De ser honesta consigo mismo, tenía que reconocer que ese hombre la excitaba más que nadie lo habla hecho en su vida.
Volvió la cabeza y sus cabellos se movieron como una cortina de seda antes de quedar quietos y caerle como una cascada que acababa debajo de los omoplatos. De poder ser ella misma, Kagome, se los recogería en una trenza o en un elegante moño; pero esa noche era Kikyo, un hecho que la obligó a añadir más colorete a sus mejillas y a ser más generosa con el carmín de labios.
La cena con su supuesto prometido le había tomado por sorpresa, una cita que su hermana había olvidado mencionar.
Deseó no sentir esa tensión nerviosa en el estómago cuando, después de meterse en un taxi, le dio la dirección de la casa de Gunther. Ella y su madre se habían hospedado allí en más de una ocasión.
Gunther abrió la puerta. Se estaba secando el pelo con una toalla y le indicó que subiera al cuarto de estar, que estaba en el primer piso, y que le esperase allí.
Kagome acabó de explicarle la situación una hora más tarde, pero la expresión de Gunther no era prometedora. -Nunca habría imaginado que fueras tan impetuosa -observó él con la misma voz gutural de siempre-. Creo que no te das cuenta de la clase de hombre, que es Sesshomaru. Puede ser muy cruel si se lo propone para conseguir lo que quiere. Cuando se puso al frente de la empresa familiar, ésta estaba a punto de la bancarrota debido a la apatía general y a los desfalcos. Sesshomaru ya estaba establecido en Estados Unidos y era importante en la industria de los ordenadores. Es un genio de la informática, además de un hombre de negocios temible.
Gunther encogió sus enormes hombros con gesto expresivo.
-No me sorprende que no quiera ceder el control de la compañía, él es la compañía. Sin Sesshomaru, el resto de la familia se vendría abajo. Una de las condiciones que puso cuando metió capital propio para salvarla fue que él se quedaba con el control absoluto, y su abuelo accedió. Pero con la muerte del abuelo, esa condición ya no es válida; al menos, eso es lo que se rumorea y lo que Kikyo ha contado parece confirmarlo.
-Tenía que ayudar a Kikyo -dijo Kagome obstinadamente.
En silencio, le asustó la información que Gunther le había dado. ¿Era sólo ayudar a Kikyo lo que le impedía poner fin a aquella mentira? ¿No se había convertido en algo personal? Todo lo que hacía y decía Sesshomaru le ofendía, y quería darle una lección de la que nunca se olvidara.
-Tienes un exagerado sentido del deber para con una hermana, Kagome. Sé egoísta -le aconsejó Gunther-. Es la misma clase de obligación que trajo a Sesshomaru a este país y le hizo -transformar Taisho Enterprises en una empresa de informática que pudiera competir con cualquiera. En una ocasión previa, cuando volvió aquí, le trataron muy injustamente; esperaban que subiera arriba desde muy abajo.
-Parece razonable -insistió Kagome obstinadamente. -Sesshomaru no es un hombre que pueda sentarse a esperar mientras permite que gente con menos talento que él decida su suerte. Debió sentirse muy frustrado. Confiésalo todo esta noche, no prolongues el engaño -aconsejó Gunther.
-Kikyo me pidió que esperase a mañana; de esa forma, se sentirá a salvo. Además, me gustaría ver a esa rata probar su propia medicina. No le importa nada Kikyo, estaba dispuesto a destrozarle la vida.
La voz de Kagome tembló de emoción, demasiada emoción. Pero no quiso escuchar los consejos y advertencias de Gunther.
-Por ti, espero que no sea así. Se te está olvidando que Kikyo hizo el trato por voluntad propia. A menos que te haya malinterpretado, Kagome, tu hermana sabía perfectamente que el asunto no tenía nada que ver con el amor. Por lo menos, Kikyo tiene el cincuenta por ciento de responsabilidad... si no más. ¿Acaso no le estaba utilizando a él?
-La gente como Sesshomaru Taisho recibe lo que se merece -comentó Kagome con una tensa sonrisa. Después, se levantó y se alisó el vestido con una mano temblorosa-. Me gustaría que le pasara eso precisamente, que recibiese lo que se merece, aunque sólo sea por una vez. ¿Vas a descubrirme?
No veía ninguna ventaja en ponerse a malas con Gunther. Necesitaba su cooperación o, al menos y temporalmente, su silencio. -Debería hacerlo -contestó él con resignación. -Eres un ángel -dijo Kagome con una sonrisa de alivio.
A los pocos minutos, delante de la puerta, Gunther le dio un abrazo de oso, y Kagome añadió:
-No te preocupes, sé perfectamente lo que estoy haciendo con el encantador señor Taisho.
-Si Sesshomaru fuese encantador no estaría preocupado-le dijo Gunther misteriosamente.
Kagome caminó hacia el taxi que había pedido por teléfono con una sensación en el estómago que le decía que debía haber escuchado los consejos de Gunther en vez de a su propio instinto.
-Qué agradable sorpresa, querida -dijo Sesshomaru de forma que pareció particularmente desagradable.
Pagó al taxista y Kagome se sintió en manos de aquel hombre temible.
No parecía un hombre al que se pudiera presionar demasiado, concedió ella. Alto y delgado, vestido con una chaqueta de cuero y pantalones vaqueros, presentaba una imagen de refinado poder acompasado de una poco refinada sexualidad que emanaba de él. A Kagome le pareció una combinación ofensiva.
-¿Qué estás haciendo aquí? Y no te pongas amable conmigo -dijo ella en tono beligerante mientras Sesshomaru tiraba de ella por la acera.
Después de mirarla con ojos fríos, Sesshomaru decidió hacerse cargo de la cuestión de la locomoción y, literalmente, le levantó los pies del suelo.
El deseo de huir fue sobrecogedor, pero era indigno. Kagome, furiosa, trató de forcejar; sin embargo, el impulso de posar la mejilla en sus hombros era alarmantemente fuerte.
Sin ceremonias, Sesshomaru la dejó en el asiento de un coche deportivo aparcado al otro lado de la calle y cerró la puerta dando un golpe.
-¿Cómo te has atrevido? -dijo Kagome cuando él se sentó a su lado-. No soy una de esas mujeres a las que les gusta que los traten como a un saco de patatas. Hazlo con las que les entusiasma ese despliegue de fuerza masculina.
-Abróchate el cinturón y cállate -le aconsejó él permitiéndose la cortesía de volver la cabeza para mirarla.
-No voy a... -comenzó a decir ella furiosa.
-Te repites tanto que estás empezando a aburrirme -interrumpió Sesshomaru mientras se inclinaba sobre Kagome y le abrochaba el cinturón.
El movimiento acercó el cuerpo de Sesshomaru al de ella. Kagome sintió lo que debían sentir los gatos cuando se los acariciaba. Cuando Sesshomaru se enderezó, fue cuando Kagome se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración.
-Siento aburrirte -declaró ella en tono rígido mientras recuperaba la compostura-. Sin embargo, creo que me debes una explicación por tu extraña conducta.
-Yo puedo decir lo mismo.
La mirada que Sesshomaru le lanzó le hizo saber que habla presenciado la despedida de ella y Gunther.
-¿Por qué estabas ahí fuera? -el ataque era preferible a la defensa.
-Porque te he seguido -respondió Sesshomaru tranquilamente-. Has pasado allí una hora y quince minutos, y no parecías querer marcharte.
-Es increíble. No eres más que un cotilla.
-Soy un novio preocupado porque su prometida exhiba a su amante en público. ¿En serio esperabas que me creyese que esta mañana era la primera vez que veías a Gunther?
-¿Y a ti qué te importa que tenga uno o mil amantes? Nuestro matrimonio es un matrimonio de conveniencia; sin embargo, lo que a mí me va a convenir cada vez resulta menos claro. La discreción era la única condición, según creo recordar. La hipocresía de ese hombre no tenía límites. -¿La investigación a la que me sometiste incluía detalles sobre Gunther? -añadió Kagome burlonamente. -Hablaremos de ello cuando lleguemos allí.
-¿Te importaría mucho decirme dónde es allí? -preguntó ella con acusado sarcasmo-. Supongo que no te refieres al restaurante, ¿o me equivoco?
-Tengo una casa en Suffolk. No tenía pensado ir, así que tendremos que arreglárnoslas solos.
-¡Los dos! -gritó ella-. Tú puedes ir a donde quieras, pero yo no tengo la menor intención de acompañarte.
-No recuerdo haberte dado alternativa -respondió Sesshomaru en un tono reservado a los imbéciles.
Frustrada, Kagome se quedó mirando a su perfil.
-Ya me he dado cuenta de que la familia Taisho se considera directamente relacionada con Dios, pero este comportamiento es atroz. Para el coche ahora mismo.
-Te traeré de vuelta a la ciudad por la mañana. Sin embargo, esta noche tenemos que dejar unas cuantas cosas bien claras.
-Suena poco prometedor -respondió Kagome negándose a que el pánico se apoderase de ella-. ¿Qué se supone que debo hacer, obedecerte en todo?
-Se supone que debes callarte, Kagome.
Las palabras la golpearon con fuerza brutal.
-¿Qué me has llamado? -preguntó ella en un susurro.
-Kagome Higurashi.
El mundo se desvaneció a sus pies.
-¿Qué?
La risa de Sesshomaru era cruel.
-Para empezar, ¿qué me dices de esto? -Sesshomaru retiró una mano del volante y tomó la de Kagome que tenía más cerca-. Tu hermana habría preferido morir antes que salir a la calle con estas uñas. Me di cuenta de lo que pasaba desde el primer momento que las vi, más aun tu cabello tiene tonalidades azules al brillo de las luces.
Sesshomaru le soltó la mano y Kagome se quedó contemplando sus temblorosas manos con uñas cortas y sin esmalte; entonces, se dio cuenta de la equivocación que había cometido. Llevaba todo el tiempo pensando que había logrado engañarle, incluso pensando en la venganza y la humillación a la que había querido someterle.
-Los detalles son muy importantes, pero incluso sin contar con estas pequeñas cosas, tu representación no te habría hecho ganar un Óscar. Además, Kikyo y yo no tenemos un sitio... de siempre. Y no habíamos arreglado ninguna cita para esta noche. Si quieres hacer algo, tienes que hacerlo bien.
-Para el coche -dijo Kagome casi mareada-. Está bien, admito que eres muy listo. ¿Satisfecho?
-¿En serio crees que puedes desaparecer? -Sesshomaru lanzó una carcajada de incredulidad-. Uno siempre tiene que pensar en las consecuencias de sus actos, Kagome.
-¡No sé a qué te refieres!
Se sentía atrapada, arrinconada, y la mente no le funcionaba.
Sesshomaru sonrió de una forma que ella empezaba a odiar.
-Todo a su debido tiempo.

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P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molestia algunos review.
Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.

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