Capitulo 2: Un mensaje.

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-Cariño, por qué no te vuelves a matricular en esa academia?- preguntaba intentando sonar despreocupada.

Otra vez la misma cantaleta.
Mi madre insistía en que me metiese otra vez a la academia, y así estudiar oposiciones para poder cumplir mi sueño. Ese que se vio chafado como si de un huevo que acaba de caerse se tratase. Yo quería ser Policía Nacional, había soñado con ello.
Pero esta vida es injusta, y nunca podrá ser. Y no solo por qué me hayan quitado todas las ganas que pude haber tenido de intentarlo. Qué lo hicieron de lujo, me quitaron absolutamente todas las ilusiones con frases negativas por doquier. Sugiriendome que al ser mujer me costaría más que si fuese hombre, que una mujer no tenía fuerza para casos extremos que puede pasar un policía, o que, en algún problema serio podría estar en fuego cruzado y morir trabajando.
Todas estas alentadoras frases día tras día durante 5 años, hicieron su efecto en mi.

Enhorabuena.

Pero además a todo esto, había que sumarle el pequeño detalle que dice que para ser policía, tanto local como nacional, hay que medir mínimo 1'60.
Altura a la que todos estamos de acuerdo a la cual no llego. De echo, me faltan 8 centímetros para ello.
Si, todo me sale siempre a pedir de boca.

-Mamá olvídalo, hay cosas que no pueden ser en esta vida.- respondí mientras intentaba hacerme una coleta.

-Eres joven hija,pero para cuando pretendes cumplir tus sueños?-y sigue con el temita.

-Para otra vida mamá, para otra vida quizás cumpla todos. Ya tuve suficientes palos en esta- comenté exasperada.

Solo queria despejar mi mente, me había hecho remover sentimientos que hace mucho no había sentido, el sentimiento de la decepción, de la impotencia de querer algo y no poder, de saber que es algo imposible.
Me metí al baño con ganas de una ducha caliente, me quite el pantalón corto de pijama, y la camiseta de indigente, meti las piernas en el agua e inmediatamente quise meterme entera, se estaba demasiado bien en la bañera.
Cogí mi móvil y empecé a buscar Messenger, a ver si ella me había respondido, o si lo había visto y había decidido ignorarme, o si por el contrario, ya nisiquiera utilizaba esa red social desde hace años, y le escribí a un fantasma.
Con las manos temblando, abrí la aplicación, y pude comprobar algo que me obligó a abrir los ojos más de lo normal.

Ella había respondido.

Era un mensaje largo, empecé a leer y me di cuenta de que seguía siendo tan expresiva y amable como siempre, pasaron los años pero estábamos hablando como si solo hubiesen pasado horas de vernos.
Todavía recuerdo como hablábamos cada día, teníamos una relación excesivamente cercana, prácticamente todos los findes semana nos dejaban dormir juntas, y pasábamos el día en su casa.

Me explicaba como había ido su vida, sus gustos, aficiones, me dijo que seguía viviendo donde siempre, y me di de morros con la realidad de que, ella era lo más parecido a un clon de mi, con gustos escalofriante mente parecidos, aficiones en común, ambas nos quedamos estatura minion, nuestra escritura era notablemente parecida.

Sentí ganas de quedar con ella, y esto era algo muy raro, ya que no me gustaba salir, rozaba la palabra ' antisocial' , y era vergonzosa, si, definitivamente era bastante tímida.
Las personas me molestaban, y cada año, era peor.
Cada año más me irritaba escuchar gente a mí alrededor, me ponía muy nerviosa, y mi reacción solía ser violenta, por lo que mi única salvación era escuchar música y no estar cerca de personas.

Pero con Sophie siempre había sido diferente, desde mas pequeñas, pasaban los días, y seguíamos teniendo la misma confianza, siempre nos mandabanos textos quizás más grandes de lo recomendable.
Al principio nos escribíamos por las mañanas solo. Pero con el paso de las semanas también intercambiabamos mensajes por la noche, rozando la madrugada. Luego a todo ello, hay que sumarle las tardes quedando para estudiar juntas,los sábados durmiendo en su casa, o los domingos comiendo en su sofá mientras veíamos la tele.
No fue culpa mía, las miles de horas juntas hicieron que me enamorase de ella hasta un punto que no había retorno.

-Anda, otro mensaje suyo- dije en un tono inaudible.

«Claro, sería estupendo poder vernos, mañana por la tarde, dime dónde quedamos. ¿Qué tal en mi portal?
Recuerdas donde vivo, no?»

-Sophie-

Me levanté de la cama, fui a la cocina y me preparé un vaso de leche con cereales, caminaba con la cucharilla metida en la boca, mientras leía y releía su mensaje, intentando captar el sentido de cada palabra.
Una vez me senté en el sofá, suspiré, todavía sin saber que había hecho, sin saber si era correcto haberle escrito, sin saber si era prudente volver a tener contacto con ella.
Ella y yo siempre perdíamos el norte cuando nuestras miradas chocaban. Nunca éramos capaces de controlar nuestros impulsos. Por más que hablábamos sobre ello, por más que intentabamos ser solo amigas, como con las otras chicas, todos nuestros intentos eran fallidos.
Éramos como dos imanes, cuando estábamos a cierta distancia la una de la otra, nos uniamos como si de una lapa se tratase.

Con la respiración entrecortada, decidí responder ese mensaje.

-¿En serio? Me parece una gran idea, ¿dónde podríamos ir?
Hay feria, ¿que te parece? Amo la feria, y así, nos montamos en algo, y comemos algodón de azúcar.
Y si, sé dónde vives, te recojo a las 5:15, un beso!-

-Pheobe-

Para otra vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora