Capítulo 15: Plástico y Miel

331 45 14
                                    

PHEOBE

El chico cuyo nombre todavía no sé, se estira encima de la cama, y bosteza de una manera tan bruta que me hace pegar un saltito.
Miro detalladamente todo su rostro, y no se me pasa por alto las pestañas largas que tiene, ojalá yo tuviese esas pestañas.
Sus labios finos y rosas, forman una ligera sonrisa, provocando unos tiernos hoyuelos en sus mejillas.

Casi inconscientemente mi mirada baja hacia su entrepierna excesivamente abultada, y esto causa que me ponga roja como un tomate al recordar lo que pasó anoche.
No tuvimos sexo, pero estuvimos tirando mucho de la cuerda, una cuerda que casi se rompe en el momento que se subió sobre mi, y restregó sus caderas brutalmente contra las mías, haciendo que su amiguito despertase, y frotandolo encima de mi zona más íntima.

–Me asusta tu mirada aniquiladora pelirroja, seguro que no quieres matarme cruelmente para que no diga nada sobre anoche?.– balbucea con los ojos entrecerrados.

–Me has pillado, quería matarte en silencio y sin sospechas, pero creo que será imposible señor anónimo.– río mientras hago un puchero.

–¿Señor anónimo? ¿ De verdad no sabes mi nombre todavía?–

–Totalmente. La primera vez que te vi te dedicaste a meterte en mis asuntos y reñirme por beber tanto.
Y ayer que fue la segunda, volviste a hacer lo mismo, solo que acabaste besándome ferozmente.– sonrío despreocupada.

–Toda la razón señorita, creo que debo decirte mi nombre. Me llamo Derek, y soy sociópata– ríe fuertemente.

–Creo que me he liado con un loco, y todavía no me he percatado.
Pero no te tengo miedo– me tapo con la sábana blanca.

–Deberías pelirroja, deberías.– comenta con la voz ronca y melosa.

Se abalanza sobre mi y empieza a hacerme cosquillas.
Sus grandes manos atrapan toda mi cintura, empieza a mordisquear mi cuerpo, dejando todo rojo debido a su barba.
Mi piel es excesivamente sensible, se dará cuenta cuando pare de jugar conmigo.

Pero no para. Es más, empieza a cambiar los mordiscos por suaves besos que van descendiendo hasta llegar a mis muslos.

–Que buena estás– susurra para el mismo.

–Cual es tu intención, Derek?.– digo con nervios en mi voz.

–Hacer que la olvides. Eso me pediste, y eso voy a hacer ahora que estás sobria.– baja su calzoncillo de un solo movimiento.

Mi mente empieza a pensar, siempre me da por pensar en los peores momentos.

Sophie.

¿Dónde estás? ¿Por qué me dijiste que estás embarazada? ¿Por qué estoy deseando que seas tú la que toca mi piel?

Empiezo a sentir como la tristeza se convierte en ira. En rabia. En impotencia.

–¿Estas bien? ¿Quieres que pare, y vamos a dar una vuelta?– me mira con preocupación.

–No pares nunca. Fóllame, aquí y ahora.–

Sus manos llenas de venas se pegan a mi cintura, me posiciona en cuatro patas, mientras con una mano agarra mi pelo en una coleta, tirando suavemente de mi cabeza hacia atrás, con la otra sujeta mi cadera.
Siento el duro tacto de su pene entrar lentamente dentro de mí, siento como entra completamente y el suelta un gemido gutural.
Empieza a aumentar el ritmo, y cada vez que vuelve a entrar en mi con esa posesividad, me es imposible no gemir.
Me penetra con fuerza, pero sabe lo que hace, y a la vez mueve sus expertos dedos sobre mi clítoris.
Haciendo que me excite y quiera más, haciendo que gima sin parar.

–No pares por favor, sigue follandome así– ordeno totalmente excitada.

–Córrete ahora, estoy apunto de hacerlo yo– responde de una forma casi inaudible.

Con sus embestidas salvajes y sus dedos haciendo obras de arte, siento como un orgasmo demoledor me consume, haciéndome gritar del placer.

–Ponte de rodillas y abre la boca– me ordena Derek.

Hago lo que me pide, abro mi boca y meto su hinchado miembro en ella.
Empiezo a masturbarlo a la vez que chupo efusivamente, y entonces, llega al orgasmo.

Acabamos tendidos sobre la cama, el sonríe de oreja a oreja mientras me viene a abrazar.

–No sabes la de meses que llevaba sin esto, estoy todavía en una nube–ríe y yo siento ternura.

Mi móvil empieza a vibrar, y me estiro para llegar hasta el.
Veo en la pantalla el nombre de la madre de Sophie.

–Buenos dias señora Lee.– se llama Leyla, pero su apellido es más fácil.

–Pheobe cariño, he oído que estás en Nueva York, tengo que decirte algo.
Mi hija está viviendo en la Calle Street Número 12. Alado de una cafetería morada. Por favor, vigila que todo esté bien.–

–Haré lo que pueda, gracias por la información, la llamaré en estos días, un abrazo.– cuelgo rápidamente.

Me visto y le explico a Derek mi brillante plan de rescate, que consiste en ir a su casa, subir a por ella y llevármela de ahí, sencillo.
Salimos del hotel, y nos dirigimos hacia donde vive mi pequeña.
Se me hace eterno el camino, y al bajar del coche, vislumbro a unos metros la figura de Álex.

–Tu opinión me importa una mierda, dime donde está Sophie, y quizás no te ponga los dientes en la nuca.– digo clara.

No voy a perder el tiempo con el espantapájaros este, esto va a ser rápido, por las buenas o por las malas.

–¿Este quién es? ¿Tu guardaespaldas?
Vuelve al avión y vete si no quieres que me lo tomé como algo personal y la cosa empeore todavía más.– actúa impasible pero sé que está intimidado por Derek.

Casi ni parece que esta para llevarlo a un manicomio.

–Me vas a devolver a Sophie si no quieres que queme tu preciado coche contigo dentro–sonrío dulcemente.

–Y tú vas a irte muy lejos eternamente si no quieres que tu pequeña Sophie sufra otro accidente– veo en su mirada que no miente.

–Nisiquiera duermas tranquilo, porque en cuanto pueda me llevaré a Sophie y no la verás nunca más.– digo con la mirada helada.

Saca un cigarrillo, y se marcha, con aire de superioridad, ni rastro de desconfianza, se cree Dios, y no sabe que soy el demonio.

Cuando cae la noche, salgo al supermercado que abre hasta muy tarde, compro miel y un rollo que se usa para filmar los alimentos.
Deje a Derek en el hotel otra vez, le dije que iría a pasear un rato, que necesitaba estar sola ahora.
Y no mentí, sola, necesito estar.
Me acerqué caminando con la capucha hacia el coche de Álex, eché un vistazo y cuando vi que no había nadie cerca, saque el bote de miel líquida, y embadurne todo su coche.
Literalmente no había ni un centímetro de coche sin miel.
Todo era una masa pegajosa cubriendo su amado deportivo.
Cogí el rollo de filmar, y empecé a dar vueltas alrededor de su coche, hasta dejarlo completamente tapado con ese plástico.
No se veían ni las ventanillas, ni los retrovisores, ni las ruedas.
Todo era una masa de plástico pegado a litros de miel.

–Volveré, hijo de perra, volveré a por Sophie, y volveré para partirte la cara y destrozar tu coche como le vea una sola marca a ella.– grito riendo.


Para otra vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora