Capitulo 18: Ella es mía

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Sophie

Todavía me duele lo ocurrido, todavía me despierto inconscientemente con las manos sobre mi vientre. Una lágrima rebelde se pasea por mi rostro mientras deseo superar pronto lo sucedido.

—Al final, que ibas a ser, invasor o invasora?—digo con dolor en un susurro demasiado bajito.

Pheobe se estira a mí lado, y me obligo a reponerme rápidamente, mientras seco la humedad de mi cara. Ella no puede verme así ahora, no después de una noche como la que hemos tenido, que no es por ser exagerada, pero ha sido una de las mejores de mi vida. Todavía puedo sentir sus suaves labios sobre mi bronceada piel.

—Pecas, tengo que decirte que disimulas excesivamente mal.— comenta con la voz ronca.

—A que te refieres?—quiero sonar sorprendida, pero sé a qué. —Solo te estaba mirando, eres muy bonita cuando duermes blanquita.—beso su mejilla.

—Se que estabas llorando, no soy idiota, cuando lloras no solo se te hinchan los ojos, y se ponen algo rojos a la par de cristalinos. Los labios también se te hinchan levemente. Toda tu cara dice que has llorado.—su mirada me exige una explicación.

—Odio demasiado que me conozcas de esta manera, eres odiosa Pheobe. Jodidamente odiosa. Pero si, estaba llorando, solo que no quería que pensaras que no estoy feliz. Porque si lo estoy, y mucho. Anoche por fin pude tenerte, pude besarte, y abrazarte durante horas. Sentí que tenía todo en ese instante. Nunca soy tan millonaria como cuando te tengo conmigo—levanto un poco la voz mientras agarro su cara entre mis manos.

—Esto que me acabas de decir tendrá consecuencias Sophie, no lo dudes. Te pediré matrimonio cuando menos te lo esperes. Pero debes comprender que yo estoy aquí para quererte, y para apoyarte. Sé que has pasado cosas duras en estas últimas semanas, y no te dejare sola ni de coña.—dice firme.

—Estas loca—grito riendo.

Literalmente de todo su discurso a mí solo se me ha grabado la frase «Te pediré matrimonio».

—Una loca como yo, necesita un tornillo como tú—dice con voz melosa mientras me roba un pequeño beso.

Cosas así me hacen amarla con todo mi corazón. Últimamente, mientras vivía con Alex, solo sentía amor hacia mi pequeño invasor. No sentía amor hacia el, ni mariposas cuando me decía cosas, básicamente, porque solo me decía groserías. Pero con Pheobe, es todo tan diferente.

—Seria una gran idea ir saliendo hacia el aeropuerto ya, tortolitas.— grita Derek detrás de la puerta.

—Danos 10 minutos, y salimos— responde mi patosita mientras se recoge su largo pelo rojo natural en una coleta.

Observo como mira por la ventana, mientras acaricia su tatuaje, se lo hizo siendo menor de edad, ella estaba loca, tenía la forma más preciosa de hacer locuras.
Su tatuaje era un punto arriba y una coma justo abajo. Así, como suena. Punto y coma. Ella me dijo que es una forma de dejar a un lado un acontecimiento y continuar con la vida. Una parada, pero corta con la que podremos seguir mirando hacia delante. Que no es el final, y que solamente implica un bache en nuestra vida, pero donde la superación se ve claramente. Eso significaba para ella. Y era tan, pero tan bonita, cuando tenía miedo, en tantas ocasiones, y aún así, era la más fuerte.

Salimos del hotel los tres juntos, y cuando llegamos al aeropuerto, agarré la mano de Pheobe, quería ir agarrada a ella mínimo hasta subir al avión.

—Anoche parecia que os divertiais hasta las tantas de la madrugada.— soltaba la pulladita Derek.

-Pues si, de echo nos divertimos toda la noche, ella y yo somos como dos imanes, que se unen de golpe y sin retorno cuando se acercan lo suficiente.- declaré divertida.

—No estuvo mal vuestra cita de noche, casi supera la que tuve yo con ella en este mismo hotel— dice sabiendo que sus palabras son como dagas.

Es imposible, desde que salió el tema en ese bar, no puedo soportar que nombre nada que tenga que ver con mi Pheobe, por minino que sea, no quiero que hable, ni que piense, nada de lo que haya tenido con ella. No quiero que ningún hombre vuelva a meterse entre lo que estamos intentando construir juntas, sin ayuda de nadie. Tuvimos suficiente con el asqueroso de Álex.

***

Pasadas las horas, llegamos a España por fin, que ganas de pisar nuestra tierra, allí en Nueva York no me entendía con el 95% de las personas.
Subimos con Pheobe y Derek a casa de mi madre, a la cual deseaba ver y abrazar como nunca antes hice.

La puerta se abrió de golpe, dejando ver a mi madre con unas ojeras pronunciadas, y unos cuantos kilos menos y aún con todo ello, ella sonreía de verdad. Para mí fue como un mazazo. Me mataba ver a mi madre asi, sabiendo que está así por mi culpa. Por preocuparla de esa forma.

—Mamá!—me lancé a sus brazos llorando.

—Porfavor cariño mío, no vuelvas a darme estos sustos, ese animal te ha maltratado, mi pequeña Sophie, que te ha echo?— lloraba al unísono conmigo.

No era momento de explicarle que iba a ser abuela, y el monstruo de ojos verdes con sus constantes palizas ha matado a su nieto, o nieta. Es algo que nunca sabremos. Nunca sabremos si iba a ser un pequeño invasor, o invasora. Esta frase me atormentaba la vida. Era la única forma que tenía mi mente de agarrarse a ello.

-Todo está bien ahora, Marta.- sale Pheobe a mí rescate, al comprobar que yo estaba volviendo a mí bucle de depresion post-aborto.

Mamá me abrazó, hicimos la habitación para mí otra vez, pusimos sábanas nuevas, mi pequeña Pheobe llamó a su madre, y hablo con ella y con su hermano, para tranquilizarlos de que todo estaba ya bien, y que pasaría esta noche a dormir con ellos.

Derek se fue al salón a jugar con el gato que tenemos. Se llama Misifu, y es negro, pero sus patitas son de color canela. Ronronea muchísimo. Pero amo ese sonido.

Vi a Derek acercarse a Pheobe por la espalda, y con su mano derecha acariciar el brazo de mi blanquita. No me gustaba eso. Me estaba poniendo celosa. Y no precisamente poco.

«Quien coño se creía para rozarla así.?»

—Que somos, tú y yo, Pheobe?—le susurraba apartandole el pelo de la oreja.

—Somos amigos, Derek, amigos que tuvieron algo un día, no veo el futuro, no sé que pasara, pero ahora somos amigos— respondía mi pequeña patosa.

Orgullosa, me retiré de ahí, para cambiarme de ropa, y arreglarme el cabello. Ahora tocaba ir a ver a la mamá de Pheobe, y de paso por el camino, me la comería a besos.

Al ir a salir todos, aprisione a Derek contra el pasillo, sin que nadie nos viese, dispuesta a decirle una pequeña frase, temblando por el miedo de que Pheobe me viese de esta forma tan posesiva.

—Ella es mía, amigo. No lo olvides— estreche su mano y nos dirigimos hacia la puerta de salida.

—Eso lo decidira el tíempo.— susurró de una manera imperceptible, y se me heló la sangre.

Para otra vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora