Capítulo 21: ¿Will you marry me?

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PHEOBE

Observaba sus carnosos labios teniendo claro que toda ella, era mi jodida perdición.

La miraba y todo estaba claro, tenía que ser ella, no podía haber más, se agarraba dormida a mí, y encajaba conmigo como si fuésemos dos imperfectas piezas, que formábamos un puzzle perfecto.

Y aunque intentaba estar en calma, un miedo aterrador inundaba mi cuerpo.

Pánico.

Y una ilusión irrefrenable, un sentimiento de éxtasis.

—Tienes unas ojeras como si no hubieras dormido en toda la noche, patosita.— susurraba Sophie contra mi cuello.

Hice un esfuerzo memorable para reír e inventarme lo primero que se me pasó por la mente sin dudar en mis palabras.

—Tengo una novia, que de noche solo sabe moverse cual gusano. Y no me deja dormir, pero aún así, no encuentro mejor forma de hacerlo. Que contigo, tonta.— cierro los ojos evitando mirarla.

—Te amo, aunque no me has convencido del todo. Iré calentando dos vasos de leche. — comenta costosamente mientras reparte besos por toda mi tripa.

—Con lech...— una risa interrumpe mi susurro contra las sábanas.

—Si, lo se, con leche condensada y cacao. Te conozco como a mí misma, golosa perdida.— sigue riendo, bueno, riéndose de mi adicción al dulce.

No puedo parar de pensar en lo de esta noche, son las 10:34 AM, y esta noche todo ocurrirá a las 22:00 PM.

Literalmente siento como si estuviera embarazada desde hace semanas.
Tengo la comida constantemente en la garganta, los nervios no me dejan ni comer tranquila, o de pronto me atiborro de comida.
Y eso por no hablar de mis sentimientos, que están pasándoselo en grande, como si estuviesen en una montaña rusa, y tan pronto me parto de risa como que me hundo en un mar de lágrimas.

Tengo que ir a hacer todos los últimos preparativos, y claro, todo esto sin que Sophie, pregunte absolutamente nada.

Si, eso es misión imposible.

Sophie siempre pregunta todo.
Pasa de ser una adorable mujer, a ser una máquina expendedora de preguntas aniquiladoras.

Estiro el brazo desde la cama hasta el escritorio de mi pequeña, intentando coger mi pantalón vaquero corto negro y mi camiseta de tirantes blanca.

Me empiezo a vestir rápido encima de la cama, barajando mil excusas para poder salir sola y volver rápido, sin que se haga preguntas.

—Creía que teníamos más confianza después de tantos años.— dice haciendo un tierno mohín.

—¿Como?— pregunté exaltada a la vez que confusa.

—Pues que ya te vi unas cuatrocientas veces desnuda, y no hace falta que te vistas para desayunar. Si se te cae mermelada encima, puedo limpiarte fácilmente.— sururra seductoramente mientras se le oscurece la mirada.

—Oh, verás pecas, es que... Tengo que ir un momento a comprarle un regalo a Nick. Bueno, ya sabes, en estos días será su cumpleaños y sé que está como loco con que alguien le compre la Play-Station 4.— intento sonar firme pero relajada.

Una chispa de duda surca su mirada, y aunque ella no es consciente, sus gestos me dejan claro una cosa:

Una vocecita en su cabeza le está diciendo que no se crea ni una sola palabra.

—Como quieras, te espero aquí, no tardes.— me comunica con tranquilidad.

Sé, que me conoce, y que sabe que estoy mintiendo. Pero no puedo hacer otra cosa durante estas 12 horas. Por más rabia que me dé ver esa cara de decepción en ella, se tendrá que joder, y aguantarse. Ella aún no lo sabe, pero merecerá la pena.

Abro la puerta dispuesta a marcharme, revisando que llevo todo el dinero necesario para lo que quiero hacer, mi móvil, la cabeza...

—Te adoro mi picona— grito mientras lanzo besos al aire.

—Saludalo de mi parte. Ya sabes, a Derek. Te veo ahora Pheobe.— dice sarcásticamente.

¿Que coño? ¿ Saludar a Derek?

Esta celosa empedernida cree que yo voy a quedar a escondidas con Derek, si no fuese por qué estoy que tiemblo con todos los nervios, me reiría sin parar.

Tengo media hora para hacer todo, primero debería ir a la tienda, y luego, al restaurante de esta noche.

—Yo cardíaca hasta la mierda y tú con chorradas de niña en plena pataleta, muy bien todo.— digo en voz alta mientras leo los mensajes de Sophie.

Me recojo mi pelo rojo y largo en una coleta, ya bastante calor da el estrés.
Llego a la correspondiente tienda, abro la puerta, y cuando la abro, mi mente empieza a maquinar una pregunta.

«Y ahora qué hago»

— ¡Hija! ¡ Que sorpresa! Qué haces tú aquí y tan pronto? El regalo para tu hermano?— dice entusiasmada mientras yo todavía sigo en shock.

—Ehmm...No, no no. Yo... Esto... Bueno. Estoy aquí por otra cosa mamá, que en otro momento te diré, pero ahora no es momento, lo siento, no puedo. — digo con dolor al ver su mirada, sé que quiere saber que hago aquí, pero no puede.

—Supongo que en otro momento lo sabré, no?— dice agarrando el paquete que le entrega la dependienta.

—Si, pronto lo sabrás, prometido mamá. Aparte iré a veros mañana, y tranquila, ya sé que le regalaré a Nick. Te amo mamá.— la tranquilizo con un abrazo fuerte.

—Me voy a esconder por casa este paquete, que es la sorpresa para tu hermano, a ver si no lo encuentra. Siempre encuentra todos los regalos, cada año. Es igual de impaciente que tú, cariño. Mañana ven a vernos— besa mi mejilla y se va.

Verla es como ver luz. Nisiquiera se da cuenta, y es el sol de mi vida, y de la de Nick. Mi padre, pobre infeliz, no entendió nada sobre la vida, ni sobre el amor, ni sobre la belleza, sobre nada en absoluto. Tiró el diamante más grande de esta constelacion, para recoger piedras.

—Buenos días, quisiera grabar una taza, con una frase corta, con una pregunta, mejor dicho.— sonrió mientras juego con mis manos.

—Claro, en la estantería de tu derecha tenemos todas los vasos, y tazas, con diferentes formas, tamaños y colores. Elige una, y dime la frase.— dice con una sonrisa amable la mujer.

—Esta, esta taza quiero.— digo sin dudarlo.

—Perfecto, ahora dime la frase que irá dentro de ella grabada.— agarra un bolígrafo y se dispone a escribir en el folio.

— Quiero que esté escrita en inglés. Pero la frase es "¿Quieres casarte conmigo?" .— comento con el corazón en un puño.

Al cabo de un rato, me entregó la famosa taza en una cajita, con su respectiva bolsa negra elegante, y yo hecha un remolino de nervios, me dirigía al bar para pedirles que pusiesen esta noche esa taza en su sitio, llena de leche, café, vino, o lo que les viniese en gana.

Tenía que salir todo perfecto.
Iba a ser todo perfecto, tenia todo listo.

Solo me faltaba el valor para hacerlo con aire en los pulmones.

En menos de 11 horas, iba a pedirle a la mujer más bonita de este planeta, que se case conmigo, que sea mía para siempre. En muy poco tiempo iba a pedirle a una mujer que si le gustaría pasar toda su vida entera a mi lado, y la cabezota de ella, no tiene ni la más remota idea.

Ni yo, yo tampoco tengo la más remota idea de jodidamente nada y estoy asustada.
Yo solo sé,
que cada vez que estoy a su lado,
solo necesito aire,
para poder seguir observándola.

Se que ella es mi principio, y mi fin.
Mi camino y, mi meta.
Sophie, tú, pesada de mi vida, eres todo.

Para otra vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora