Under the water. <Extra>

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Este capítulo es un extra (duh) se me vino a la cabeza mientras escribía el siguiente, espero os guste, es antes de la historia, quizás como un prólogo(?). Love ya.

Canción: Under the water-The pretty reckless.

-¿Cómo puedes ser tan egoísta? CHARLOTTE ¡Vuelve aquí!

Silencio. Eso era mi respuesta habitual hacia ella. Luego todo era soledad, estaba confinada en mi habitación, pensando y deseando la muerte. Cada día cuando iba a la escuela era un martirio, y solo podía esperar la hora en la que era feliz encerrada en mi habitación intentando aliviar mi dolor con cocaína o alguna otra mierda que compraba con mi mesada. Tenía apenas 12 años. Era cobarde, estaba cansada de la vida y esa era la única solución que podía ver. Había pasado por decenas de sicólogos y hasta por algunos siquiatras, pero ninguno tenía una solución. Ninguno iba a detener a las chicas que me agarraban a la salida para golpearme, para cortarme el cabello o para decirme lo mierda que era. ¿Cómo había empezado? No lo sabía. Sinceramente un día comenzaron a reírse de mí y nunca pararon, hasta el punto de usarme para desahogarse.

-¡CHARLOTTE ABRE LA PUERTA! -Gritó mi madre golpeando furiosa la puerta.

-No se me canta la puta gana, Haide, largate. -Respondí sonriente, excitada producto del polvo blanco que había estado inhalando.

-Tu papá y yo tenemos que hablar contigo, sal ya.

-Que no, mierda. DÉJAME TRANQUILA.

La puerta se abrió con un crack, y golpeo la pared con fuerza al ser abierta de par en par. Mi muñeca fue tomada con fuerza y me vi arrastrada hasta la sala de nuestra espaciosa casa en Melbourne. Solo podía reír en mi estado, eso irritaba de sobremanera a mi madre, claramente ella no sabía sobre las drogas y creía que me reía de ella. Sólo mi hermano lo sabía, pero no había abierto la boca. El sabía por todo lo que tenía que pasar a lo largo del día, a veces me miraba con lástima y me abrazaba para consolarme, pero eso no ayudaba en nada.

Mi padre, George Rockwell, dueño de las empresas turísticas Rockwell me miraba seriamente desde su sillón a un lado de la chimenea. Mi madre me dejó caer como si fuera un ladrón que le ha robado al rey su vajilla de plata y ahora debe ser sometido.

-Voy a ir al grano. -Se reclinó sobre su sillón y me miró con desprecio. Eso había dolido. Esas eran exactamente las miradas que todos me daban en la maldita escuela. -Te vas a ir a Londres con tu hermana Katherinne. Ella te meterá a un internado y te enseñaran a comportarte como una señorita.

-¿QUÉ? No por favor no, no quiero, ¡No puedes obligarme! No -Aún en mi estado eufórico eso me había dolido como los mil demonios, quería llorar hasta secarme, hasta que mi corazón saliera de mi pecho y dejara de doler tanto.

-Claro que puedo, es más, te iras pasado mañana.

-¡Mamá! No por favor -Me dejé caer al suelo, intentando recuperar algo de aire, siempre cuando lloraba se me iba. Me estaba ahogando, pero me daba igual, solo quería detener la locura que estaban cometiendo.

-Lo siento, Charlotte. Lo siento mucho.-Esa era ella, siempre acatando las órdenes de mi padre. Los odiaba.

Ambos se fueron dejándome tirada a mi voluntad en el frío suelo de marmol de nuestra sala.

Me levanté a duras penas y me tambaleé hasta llegar a la seguridad de mi habitación. Tenía un plan. En mi mente desesperada y eufórica ya había planeado algo. Agarré mi maleta y metí algunas prendas de ropa y zapatos en esta. Tenía que dejar mi piano en esa puta casa, era lo único que iba a extrañar de ahí. Saqué mi teléfono y le marqué a la única que podía ayudarme en ese momento. El pitido sonó un par de veces hasta que la voz cantarina de Ashley contestó.

-Me estoy fugando, necesito tu ayuda. -Solté bajito y rápidamente.

-¡Al fin! Le avisaré a las perras, mi papá me compró un departamento en Sidney, se supone que no lo iba a usar hasta que saliera de la secundaria pero bueno...

-¿Harriet y Alex querrán irse?

-¡Por supuesto! Harriet es como nuestra mamá, no nos dejaría irnos solas y Alex no vive sin Harriet. Empaca porque no volveras a esta ciudad de mierda.

-Te amo, enana.

-Nos vemos en dos horas en casa de Alex. Mueve ese culo enorme tuyo. -Colgó.

Reí. Esas eran amigas de verdad. Las amaba con mi vida, ellas eran todo. Siempre estaban ahí cuando las necesitaba.

Sigilosamente me colé en la oficina de mi padre, allí guardaba todo el dinero. Procuré no tomarlo todo, solo lo necesario para comer y vestirme hasta que pudiera hallar un trabajo estable. Que mierda, lo que más tenía era dinero. Tomé todo lo que pude esperando así siquiera que se enojara y lo guardé en mi maleta. Volví a la habitación para ver si se me quedaba algo importante. Nada. Guarde un par de cuadernos, mi joyero, una cámara antigua y un álbum de fotos, en los que aperecian en su mayoría mi hermana y mis amigas. Yo odiaba las fotos. No era la persona más agraciada. Era larguirucha, como un fideo, tenía unos ojos enormes y ojerosos, mis labios estaban partidos y secos. Parecía un cadáver. Intenté ser lo más silenciosa posible al salir, pero fue inútil. Mi hermano despertó y salió a mi encuentro.

-¿Así que al fin te decidiste? -Susurró para que no nos escucharan.

-Supongo que sí.

-Cuídate, estaremos en contacto, iré a verte cuando tenga tiempo. No regreses hasta que seas famosa ¿Vale?

-Vale, Leo. -Reí bajito al recordar su deseo de que armaramos una banda, él era así, algo lunatico y lleno de deseos de fama.- Te amo, nos veremos pronto.

-Espera. Tengo algo para ti.

Se metió a su habitación y salió con una funda de guitarra. Me la tendió. No lo podía creer. Era su guitarra favorita, La Morena. El mismisimo Santana la había autografiado.

-Cuidala como si fuera tu vida, Charlie, después de ti es lo más importante en mi vida.-Sentí un nudo en la garganta, pronto las lágrimas llenaron mi cara. No quise decir nada por miedo a cagarla, solo sostuve mis cosas y salí de la casa sin mirar atrás. A partir de ese momento ya no sería esa niñita que se dejaba llevar por todos, sería una persona nueva, fuerte. O eso creía.

Alive|Michael Clifford, Luke Hemmings|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora