31. A las puertas

1.1K 83 1
                                    

El tic-tac de un reloj antiguo inundaba la habitación. Los muebles eran blancos, mejor dicho, todo era blanco. Había ciertos detalles dorados que le daban un toque más sofisticado al ambiente y, por último, los enormes ventanales daban lugar a un hermoso jardín.

Siempre he creído que cada persona que pasa por tu vida, independientemente del tiempo que se quede, provoca un cambio en ti. Ya sea en la forma de pensar, de actuar, de sentir o incluso de soñar. Quizá algunos cambios sean imperceptibles, pero ahí están, a la vista de unos pocos. Y ahí estaba yo, frente a la persona que cambiaría mi vida por completo. Cassidy Hamilton, nombre que le habían otorgado sus padres el año 1856.

Se movía ágilmente de un lado a otro de la habitación, articulaba cada palabra con precisión y con un marcado acento inglés. Su cabello levemente rojizo y ondulado caía por su espalda. Sus ojos verdes brillaban, posándose sobre cada uno de nosotros con tal naturalidad que dudaba que ella fuera real.

— No hemos perdido el tiempo por aquí, Sara.

Se paró un momento junto a la ventana donde un pequeño grupo de jóvenes entrenaba sobre la hierba del jardín. Algunas dudas asaltaron mi cabeza. ¿De qué conocía a mi madre? ¿Y esos chicos... por qué entrenaban con tanto empeño? Su relación con Sara era estrecha, o al menos esa era la impresión que reflejaba.

— Corren rumores de que piensa desencadenar una revolución. Y como ya es costumbre las revoluciones siempre acaban en guerra. Al parecer ya tiene un ejército y sólo está esperando, no sabemos muy bien qué es lo que espera pero debemos estar preparados.

Se volvió sobre sus talones, mirándonos con una suave sonrisa. Inspiraba tranquilidad pese a lo que acababa de decir. Sus ojos destellaron por un momento mientras miraban a mi madre, a lo que ella respondió con un suave asentimiento de cabeza. La pelirroja posó su mirada en mi, ampliando aún más su sonrisa.

— Bien, ¿quieres que te enseñe todo esto, Brooke?

La observé confundida, mirando poco después a mi madre en busca de alguna respuesta. Ella volvió a asentir a lo que yo murmuré un sí mientras me ponía en pie. Cassidy extendió un brazo hacia un costado, cediéndome el paso mientras me miraba de forma alentadora. Caminé por delante hasta salir al pasillo, un corredor amplio y largo con varios cuadros en los costados. Era sorprendente ver algunas pinturas antiguas junto a otras con pinta de haber sido elaboradas el día anterior y acabadas de colgar.

No estaba muy segura de por qué estábamos allí, acabábamos de perder a mi padre y todo era muy confuso. La sensación de culpa por haberlo dejado tirado a merced de unos locos me invadía, habíamos salido corriendo como unos cobardes. No lo buscamos. La idea de que podría estar muerto, de que ese monstruo lo hubiera matado ya... Martilleaba en mi cabeza una y otra vez, como si no fuera a cesar nunca. Por unos minutos perdí la noción del tiempo y el espacio. Cuando quise darme cuenta ya estaba fuera. El sol me pegaba de lleno y su calidez sobre mi piel hacía que cierta tranquilidad inundara mi ser. La brisa movió las hojas de los árboles y lo único que se escuchaba cerca eran los jadeos de esfuerzo y los ladridos de un perro que no conseguía ver. Me giré sobre mis pies, topándome de frente con Cassidy. Por un momento sentí como mis mejillas se enrojecían, me sentía nada frente a la perfección constante que ella irradiaba todo el tiempo.

— ¿Sabes pelear, Brooke?

Tardé unos segundos en comprender la pregunta, finalmente asentí.

— Aprendí defensa personal hace unos años.

Una ligera sonrisa volvió a adueñarse de su rostro. Movió la cabeza de forma aprobatoria y continuó caminando por un pequeño camino de piedras.

— Bien, es un buen inicio. Aunque las técnicas usadas por aquí son un poco diferentes. — Hizo una pequeña pausa para mirarme y me sentí diminuta, odiaba esa sensación. Era consciente de que provocar aquella sensación no era su intensión, pero estoy segura de que si entrara a un salón de baile el silencio se haría y la gente se apartaría para dejarla pasar. Sería un milagro que no hicieran reverencias a su paso. — Aquí aprenderás a atacar, las batallas no se ganan con movimientos defensivos. Estoy segura de que disfrutarás de tu estancia aquí.

Fruncí el ceño, no quería quedarme allí. Quería salir corriendo a buscar a Andrew, quería desenmascarar a Megan y darle una patada en el culo a quién estaba trastocando nuestras vidas.

— No creo que nos quedemos aquí durante mucho tiempo.

— Probablemente tu familia y tu amigo no. — Caminaba a paso tranquilo, mirando de tanto en tanto al grupo de entrenamiento. — Pero a ti te necesitamos aquí.

— No sé cuál es el interés por... — empecé a hablar pero ella me detuvo, no me sentí regañada pero su tono fue firme.

— Es importante. Si quieres ayudar a Andrew tendrás que hacerlo.

— ¿Qué tiene que ver mi padre con esto?

— Es complicado, Brooke...

Aquella frase... La había escuchado tantas veces a lo largo de mi vida, prácticamente sirve para cualquier situación, creo incluso que ya carece de significado.

— Pues intenta explicármelo porque la verdad ya estoy algo harta de no saber nada.

Cassidy soltó un suave suspiro y me señaló un banco a unos pasos de nosotras. Se sentó, quedando yo de pie frente a ella.

— Sara y yo hemos hemos perdido algo de contacto los últimos años. Pero la última vez que hablamos me comentó que estabas aprendiendo algunos idiomas, algo... ¿Cómo lo diría? Desfasados.

— Sí, griego clásico, latín y sánscrito. ¿Pero qué tiene que ver eso con mi padre?

— Verás, Brooke, hemos encontrado algunos manuscritos que nos podrían ayudar a conocer las motivaciones de Dagon. Sabemos cuales son sus objetivos pero no las causas. Ya hemos traducido una parte pero actualmente sólo tenemos a un joven a cargo de ello y vamos demasiado lento. Cualquier ayuda podría ser de suma importancia en la situación en la que estamos.

— ¿Y qué situación se podría decir que es?

— Brooke, me temo que nunca antes nos habíamos enfrentado a algo así... — Me miró y por unos segundos y, por primera vez, sus ojos expresaban miedo. — Estamos a las puertas del Armagedón.

Somos los ThompsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora