36. Silencios

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— Su objetivo no es la Logia.

Anthony habló de repente, rompiendo con el silencio. Lo miré, frunciendo el ceño y sabiendo lo que había hecho.

— ¿Me has leído la mente? ¿Pero qué te pasa? Eso es algo que no nos hacemos unos a otros.

Él sonrió por primera vez en el viaje.

— No es una regla, no lo pone en ninguna parte.

— Pero es una regla no escrita. No puedes hacer eso, tío, debes preguntar primero.

— ¿Tío? — Él me miró un par de segundos para después volver a mirar la carretera mientras negaba suavemente con la cabeza. — ¿Podemos centrarnos en el tema?

Rodé los ojos y asentí, al darme cuenta de que no me había visto murmuré un sí.

— Como te decía, no creo que su objetivo sea la Logia. Si lo piensas y se hiciera con el mando de la Logia tendría que contentar a todos. Además, todo el mundo tendría su atención en él, a cada paso que diera. Creo que esta guerra es solo una excusa, su objetivo es otro y probablemente tenga que ver contigo y tu familia.

Me quedé un momento en silencio, pensando en lo que había dicho.

— ¿Pero por qué no se enfrenta a nosotros y ya? 

— Quizá porque se ha dado cuenta de que no estáis solos, hay muchos vampiros a vuestro lado. — Me miró por el rabillo del ojo.

— Pero ellos no lucharán por nosotros, lucharán para evitar una catástrofe aún mayor. Sabes que sin la Logia los vampiros harían lo que quisieran.

— Exacto. Dagon no quiere límites, no quiere reglas que le impidan hacer lo que se le de la gana. Acabar con la Logia es un beneficio extra, pero su verdadero objetivo sois vosotros.

— ¿Crees que sea por Chase? Mi padre dijo que había organizado todo esto por él.

Anthony no dijo nada durante un rato y yo empezaba a creer que la conversación había terminado. Volteé a mirar por la ventanilla, el sol se alzaba prominente entre las montañas. Debíamos dirigirnos a la siguiente colonia pero esta vez no estaba tan lejos. 

— Es tu hermano, ¿verdad?

— ¿Qué? — Sus palabras me sorprendieron.

— Chase, es tu hermano pequeño.

— Sí.

— ¿Qué edad tenía cuando fue convertido?

— Cuatro años, aunque ahora... Aparenta unos seis, es como si siguiera creciendo.

Anthony volvió a su silencio pero aquella vez no volvió a decir nada. Los minutos fueron pasando hasta que se convirtieron en horas. Estábamos muy cerca de nuestro destino cuando él decidió que debíamos hablar. Estacionó el coche en un área de descanso y se giró hacia mi.

— Brooke. Hay algo que no consigo quitarme de la cabeza.

Lo miro sorprendida, esperando a que me hiciera otra pregunta sobre mi familia pero no era eso lo que parecía incomodarlo.

— Cuando nos conocimos dijiste que no había nada entre tú y Zac. ¿Por qué ahora parece otra cosa? Cuando te dije aquellas cosas en el lago hasta parecía que me querías lejos.

Todo aquello me pilló por sorpresa, sabía que llegaría el momento en el que tendríamos que hablar sobre el tema pero no me había preparado.

Me removí en el asiento sin saber muy bien lo que debía decir, ni siquiera me había parado a pensar qué era lo que sentía.

— Zac y yo no nos conocemos demasiado y lo que te dije es cierto, entre él y yo no hay nada. No te voy a mentir, en su momento sentí que pasaría algo entre nosotros pero entonces todo esto pasó.

Hice una pausa para procesar lo que había dicho. ¿De verdad creía que podría haber habido algo entre Zac y yo? Alcé la mirada, Anthony tenía el ceño fruncido. Sin siquiera pensarlo llevé mis dedos a la superficie de su mejilla, acariciándola suavemente.

— A lo que quiero llegar es que... Sí, quizá en su momento me gustó Zac, pero todo eso se ha transformado en un gran afecto y preocupación por él. Es decir, nos ha seguido hasta aquí, nos ha apoyado. No quiero que salga herido.

— Vaya, si hubiera sabido que esto era una carta de amor hacia él no habría preguntado nada.

Anthony se volvió al volante, dirigiendo su mano a la llave para encender el auto. Inmediatamente intenté detenerlo y tomé su mano entrelazándola con la mía.

— Escucha. — Lo miré a los ojos, esperando a que se olvidara de la idea de emprender el camino de nuevo. — La cuestión es que hace mucho tiempo que no salgo con nadie, y cuando digo mucho me refiero a mucho mucho tiempo. Se me hace extraño todo esto de salir con alguien, de ser parte de su vida, de decir cosas bonitas... Además, tú eres como un mundo desconocido para mí, apenas creo conocerte. Pero hay algo que tengo claro y es que hacía mucho que no me sentía de la forma en la que me siento contigo. Sí, quizá había química entre Zac y yo. Pero sea lo que sea que haya entre nosotros es algo más, y me asusta. Me asusta porque sé que pase lo que pase a partir de ahora entre nosotros me afectará en gran manera. Ya sea positiva o negativamente.

No me había dado cuenta hasta ese momento de que Anthony había tomado mi mano, escondiéndola entre las suyas.

— ¿Y bien?

Lo miré con el ceño ligeramente fruncido. Su silencio se volvió eterno e incliné la cabeza, pensando que había dicho algo que le había molestado.

De repente, tomó mi barbilla entre sus dedos, levantándola con suavidad y me sonrió. Sus dedos viajaron hacia me pelo, apartando un mechón tras mi oreja. Una calidez inundó mi pecho. Él se fue acercando lentamente hasta que nuestras respiraciones podían entremezclarse.

— No tienes nada de lo que estar asustada, Brooke Thompson. Pero si aún así lo estás, tranquila. — Dejó un suave beso en mi mejilla. — No puedo prometerte nada salvo que intentaré con todas mis fuerzas hacerte feliz, mañana ya veremos. Quizá descubra que te gusta la pizza con piña y entonces tendremos que separarnos irremediablemente, pero hasta entonces, pienso hacerte la chica más feliz del mundo. O al menos la vampiresa más feliz del mundo.

Reí, llevando mi mano hacia su nuca para atraerlo hacia mí y así poder besarlo pero él se resistió.

— Espera, espera... Aún no.

— ¿Qué sucede? — Lo miré sorprendida. Había metido la pata, seguro. Había entendido todo mal.

— Me gustaría preguntarte algo antes.

Hizo una pausa y volvió a tomar mi mano antes de seguir.

— Brooke Thompson, ¿te gustaría ser mi novia hasta que la pizza con piña nos separe?

Sonreí, asintiendo varias veces.

— Necesito tu consentimiento verbal. — Añadió él.

— Que sí, idiota.

Volví a acercarme pero está vez no rechazó mi beso. Unió sus labios a los míos, acercándose más a mi mientras sus manos bajaban a mi cadera.

¡Hola, hermosxs gremlins! Este capítulo llega un poco tarde pero aquí está. Díganme lo que les parece. ❤️

-Alejandra-

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