Capitulo 2

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El día siguiente me levante algo tarde, no recuerdo muy bien la hora exacta, pero solo pude ver mi libreta encima de la cama, me quede observando fijamente casi como si estuviera hipnotizado por algo sorprendente, pude descubrir que entre esas páginas habían dos fotografías, una era de mi madre con mi hermana Rosa junto a mí, la otra foto era solo mi madre Cecilia , así que al descubrirlas apenas y podía creer que ya habían pasado casi 13 años desde que mi madre nos dejó solo por una negligencia médica, tan solo el recordar ese momento no podía tranquilizar muchas emociones y sentimientos encontrados, no era justo que una tragedia llegara a mi juventud en un instante equivocado.

Después de esa perdida, recuerdo muy bien que sucedieron varias decepciones en mi vida, era como si su recuerdo me causara más problemas, como si esto me enseñara que la vida era tan solo un gran premio, que quizá la aprendemos a valorar cuando alguien especial ya no está con nosotros, sobre todo cuando la mayoría de la gente ya está acostumbrada a no prestar atención a los pequeños detalles que hacen de nuestro contexto algo maravilloso. Hace algún tiempo le llevaba flores a su tumba, lo más irónico de todo esto es que solo una vez en toda mi vida le regale flores cuando ella aún estaba conmigo, tal vez yo necesitaba esa lección pero no en mi juventud cuando más necesite de ella.

No he sabido nada de mi hermana desde que la revista "tiempos inolvidables" me contrato, yo pasaba la mayor parte de mi tiempo ocupado así que poco a poco nos fuimos distanciando, solo espere a que terminara su carrera mantuvimos algo de comunicación después de eso, hasta que poco a poco nos fuimos distanciando.

Guarde las fotos en esa libreta, ya era un hecho que me la llevaría a mi viaje a Morelos porque me había traído muchos recuerdos, además había aprendido pequeñas cosas que me ayudarían mucho en esta nueva etapa que estaba por empezar para mí. Era increíble es solo saber cómo muchas promesas que le hice a mi madre ya las había olvidado pero lo que más me sorprendió fue como lentamente me fui perdiendo a mí mismo, me fui perdiendo con pequeñas acciones y el claro ejemplo era el evadir mis recuerdos, porque para bien o para mal eran lecciones que la vida me fue regalando en los tiempos más confusos. Guarde mi ropa y algunas herramientas que usaría en mi trabajo, obviamente mi cámara fotográfica fue lo primero que guarde y unas galletas de vainilla que no me podía hacer falta.

Observe sobre mi escritorio algunas hojas sobre algunos pendientes de la oficina, las cuales arroje al bote de basura, al asomarme por la ventana, el clima era algo frió así que decidí quedarme ese día en mi casa, como ya he explicado con anterioridad mi vida era algo ermitaña por lo tanto no se me dificultaba estar ahí todo el día, de repente me senté en una silla y me acerque al escritorio, pero antes cerré las cortinas para que la luz del día no entrara, era como estar en un abismo lleno de sombras, empecé a imaginar pequeños momentos que pase en mi niñez, casi como una pequeña película de mi vida...donde no hay un final feliz.

donde no hay un final feliz

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Mi alma lloraba al recordar cómo no me di cuenta que no podía regresar el tiempo y advertirme que a pesar de todo yo no debía de olvidar todo por completo en esos recuerdos que alguna vez me destruyeron había una sonrisa sincera que me dijo una última vez.

La historia de dichos amaneceresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora