Presentaciones

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Tras un par de días, Hagrid continuaba sumamente preocupado por la situación, y se le notaba. A solas veía la foto de Nasia que le quitara a Colin, y se devanaba el cerebro pensando qué hacer si la situación se ponía más delicada de lo que ya estaba. Tenía que argumentarle algo a Colin, para evitar que el rubio cometiera una indiscreción delante de Firenze, al preguntarle sobre Nasia. Sabía que el centauro podría atar cabos, y si le descubriera a la chica el chaleco que él le había hecho, sabría que estuvo en la cabaña, y luego...

El enorme guardabosque trataba de no pensar en lo peor que podría suceder, e intentaba convencerse de que Firenze era un centauro enemigo de batallar. Pero, finalmente Nasia era su hija, y Hagrid sabía que el sentimiento paterno de los centauros era tan fuerte como el de los humanos. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de su puerta a la que llamaban con insistencia.

— ¡Hagrid, ábrenos por favor! — dijo Harry desde afuera — ¡Somos nosotros amigo!

Hagrid abrió presuroso y les franqueó la entrada a sus amigos, sintiéndose aliviado de verlos.

— ¡Ah, chicos, qué bueno verlos! — les dijo cerrando la puerta —.Tengo un gran problema y necesito su ayuda. Se las pido porque sé que puedo confiar en ustedes.

— Pues qué bien que lo dices Hagrid — dijo Hermione —. La verdad, estábamos preocupados por ti. Has estado muy distante estos días, y te distraes mucho en clase.

— Sí — confirmó Ron —. O eso, o yo no me había fijado que las babosas carnívoras tienen pelo.

— ¿Yo dije eso? — preguntó Hagrid, a lo que todos asintieron — ¡Ay chicos, perdónenme, es que este lío en que me he metido me trae loco de atar!

— Puedes contarnos Hagrid — intervino Ginny —. Te ayudaremos en lo que podamos.

— ¡Gracias Ginny, gracias a todos! — dijo Hagrid tomando asiento — Verán, hace unos días, encontré...

El llamado de la puerta interrumpió al semi-gigante, quien pidiendo disculpas se levantó a abrir. Su sorpresa fue mayúscula al ver que se trataba ni más ni menos que de Firenze, quien venía acompañado por Nasia.

— ¡Hola Hagrid amigo! — dijo el centauro — ¿Podemos pasar?

Hagrid estaba tan sorprendido que automáticamente se movió de la entrada, permitiendo entrar a la pareja. Los amigos se alertaron al escuchar la voz del centauro, pero ninguno se movió de su lugar. El primero en entrar fue Firenze, quien los saludó cortésmente.

— ¡Ah, chicos, mis mejores alumnos! — exclamó Firenze — Justamente a ustedes quería ver luego de esta visita. Bueno, ya que estamos todos aquí, permítanme presentarles a alguien muy importante para mí. Hagrid, chicos; ella es Nasia, mi querida hija.

Nasia dio unos pasos tímidamente, saludando con la mano. De inmediato Harry y Ron se dieron media vuelta cerrando los ojos, mientras Hermione y Ginny se paraban frente a la centáuride, formando un biombo. Hagrid no entendió su proceder, hasta que Firenze habló.

— Oh, mil perdones chicos, lo olvidé. Hagrid, ¿podrías prestarme una camisa tuya? Sólo será por un día.

— ¿Una cami...? ¡Oh, sí, sí, claro, claro! — reaccionó Hagrid, yendo a traer la prenda.

— Gracias amigo — dijo Firenze, tras ponerle la prenda a Nasia —. Por último, ¿podrías ajustársela con magia? Si no, creo que se saldrá de ella.

Hagrid hizo lo que el centauro le pedía, mirando a Nasia de reojo, mientras ella los veía a todos entre asustada y apenada.

— Listo chicos, ya pueden mirar — dijo Ginny, y al darse la vuelta los muchachos vieron a Nasia vestida con la camisa encogida de Hagrid.

Harry Potter y la Hija del CentauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora