Hola, Nasia...

90 7 0
                                    

Dentro de la casa, las risas se cortaron al escuchar el diálogo sostenido por el centauro con el rubio. Nasia sintió que el corazón le daba un vuelco al reconocer la voz de Colin, y eso no pasó desapercibido por los demás.

— Estee... S-sí maestro Firenze — le dijo Colin al centauro —. Yo... vine a ver a Hagrid porque... Porque tenía que... Ehm, mejor vuelvo luego.

— Aahh, tranquilo joven Creevey — le dijo Firenze invitándolo a entrar —. Si debe preguntarle algo a Hagrid puede esperarlo un rato, no tardará. Sólo fue a traer unas herraduras para... ¡Oh, perdone mis modales! Mire, le presento a mi hija Nasia. Hija, este joven es todo un artista de la lente, su nombre es Colin Creevey.

— Hola Col... señor Creevey — dijo Nasia nerviosa, extendiéndole la mano —. Soy Nasia, mucho gusto en conocerlo.

Colin tomó su mano, y la sintió temblorosa. Sus amigos lo miraban detrás de los centauros, haciéndole toda clase de señas para que siguiera la corriente.

— E-es un placer, Nasia — respondió el rubio, besando educadamente la mano de la centáuride, quien se sintió como entre las nubes. En ese momento, Hagrid volvió.

— Bueno, bueno jovencita, aquí traigo ya tus nuevas herrad... ¡Huy!

Hagrid se asustó tanto al ver la escena, que tiró todo lo que llevaba en las manos. Entonces, antes de que el semi-gigante pudiera decir algo, Harry y Ron fueron en su ayuda.

— ¡Hagrid, permítenos ayudarte! — dijeron ambos, distrayendo la atención de los demás — ¡Pero mira nada más que desastre! Colin, ayúdanos a regresar las herramientas de Hagrid, mientras él le ajusta las herraduras a Nasia, ¿quieres?

— ¿Eh? ¡Ah, oh sí, por supuesto! — dijo Colin, comprendiendo la idea. Las chicas también entendieron lo que Harry pretendía, y se apresuraron a seguirles el juego.

— ¡Hey Firenze! — dijo Hermione — Aún no nos dices por qué quieres herraduras para Nasia.

— ¡Ah, es cierto! — dijo Firenze, prestándoles atención a las chicas — Bueno, ocurre que quisiera pedirles un gran favor. Yo estuve un tiempo muy renuente a que Nasia conociera a los humanos. Ya saben, cosas de padre primerizo.

— Claro Firenze, te comprendemos — dijo Ginny, mientras asistía a Hagrid sosteniendo cada pata de Nasia.

— Bien. Pero resulta que mi adorada hija ha llegado a la edad de la curiosidad entre los centauros, y ha deseado saber por qué les tengo tanta gratitud a algunos de ustedes. Por eso, decidí que era ya tiempo de que los conociera, y que con este ejemplo, los demás centauros hagan lo propio con sus hijos, enseñándoles que nuestras razas pueden convivir en paz, y compartir el conocimiento.

— ¡Wow, Firenze eso es genial! — dijo Hermione, encantada.

— Sí, lo sé — contestó el centauro orgulloso —. Pero bueno, todo debe tener un principio, y por eso he venido con Nasia. Quisiera que le mostraran cómo es un día normal aquí en Hogwarts, y que fueran sus guías. Por eso le pedí a Hagrid las herraduras para ella, así podrá andar por el colegio con toda libertad.

Las chicas y Hagrid se quedaron de una pieza, al igual que Nasia. Nunca se imaginaron que Firenze les pediría eso. Mientras tanto, fuera de la cabaña, Ron, Harry y Colin hablaban en voz baja.

— ...Y hay que tener cuidado con lo que decimos delante de Firenze, ¿de acuerdo? — decía el moreno.

— De acuerdo Harry — dijo Ron.

— Sí, de acuerdo — dijo Colin.

— Recuerda Colin; nada de fotos ni menciones de que ya se habían visto. No sabemos cómo reaccionaría Firenze.

— Sí Harry, lo recordaré.

— Bien, volvamos ya.

Los tres entraron y quien los recibió fue Nasia, quien dando saltitos les mostraba las pezuñas calzadas con sus herraduras nuevas.

— ¡Miren, miren! — les decía alegremente — ¡Ya puedo andar por Hogwarts!

— ¿Eh, cómo? — dijo Ron mirándola saltar.

— Chicos, desde este momento somos los guías oficiales de Nasia — anunció Ginny —. La llevaremos a conocer Hogwarts y sus alrededores.

— ¡¿Cómo?! — exclamó Harry, algo inusual en él.

— Que seremos los primeros en convivir con una centáuride joven, como nosotros — explicó Hermione —. Le mostraremos cómo vivimos aquí en Hogwarts.

— Así es, y les agradezco el que hayan aceptado chicos — dijo Firenze —. Yo me encargo de avisarle a la directora McGonagall y a los demás profesores. No creo que haya problema, puesto que es sábado, y sé de antemano que no hay mucha gente por el colegio.

— Eh... Sí claro, con gusto Firenze — dijo Harry adelantándose a sus amigos.

— ¡Fantástico, gracias papá! — gritó Nasia abrazando a su padre — ¿A dónde iremos primero?

— Espera hija, je, je — dijo Firenze calmando a Nasia —. Primero me encantaría guardar un recuerdo de esta memorable ocasión. Joven Creevey, ¿de casualidad traerá su cámara con usted?

— Eh... sí, sí la tengo — dijo el rubio, sacándola de su túnica.

— Magnífico. Quisiera pedirle algo — pidió el centauro —. ¿Podría tomar una foto grupal de todos nosotros? Quiero que recordemos este día en que humanos y centauros han comenzado a convivir desde jóvenes.

— Bueno... Está bien — contestó Colin. De inmediato, como todo un profesional, acomodó a todos en el extremo de la cabaña, de manera que ninguno quedaba cubierto por algo o alguien. Luego, con un pase de su varita a la cámara le brotaron las patas de un tripié, que se acomodó solo con el mandato de la mano de Colin, mientras éste enfocaba perfectamente la imagen.

— Por favor, no miren al flash directamente — pidió el rubio —. A esta distancia la luz puede ser un poco fuerte.

Luego de ajustar la cámara, Colin fue a acomodarse en su sitio, quedando frente a la centáuride. Ella se acercó discretamente al oído de Colin, y le susurró algo.

— N-no me va a doler, ¿verdad? — dijo Nasia con algo de temor.

— No, claro que no — respondió Colin —. Sólo mira un poco arriba de la cámara, y no te pasará nada.

Nasia hizo lo que Colin le decía, mientras el rubio contaba hasta tres. A un mandato de varita, la cámara se disparó dos veces.

— Listo — dijo Colin —, las revelaré hoy mismo, y estarán listas dentro de un rato.

— ¿Ya? — dijo Nasia asombrada — ¿Eso es todo?

— Por ahora sí — contestó Colin, olvidando por un momento con quién hablaba —. Pero aún falta revelar la película, e imprimir las copias en papel mágico, para que queden fijas y se puedan...

— ¡Oh! — dijo Nasia — ¿Me... me lo contaría por el camino? Por favor, señor Creevey.

— Eh... Bueno, e-está bien — dijo Colin, algo cohibido.

— Esa es mi hija — dijo Firenze —. Siempre con ganas de aprender.

— Ehm... Sí, así es — dijeron los demás — Bueno Firenze, con tu permiso nos retiramos. El día es corto, y hay mucho qué ver.

Los chicos se retiraron, llevando a Nasia con ellos mientras Firenze y Hagrid los miraban.

— ¡Ah, Hagrid! — dijo de pronto el centauro — ¿No es hermoso?

— ¿C-cómo dices? — dijo el guardabosque asustado.

— Que si no es hermoso ver cómo al fin los centauros y los humanos pueden trabar amistad.

— ¡Ah, sí, claro amistad! — dijo Hagrid aliviado.  

Harry Potter y la Hija del CentauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora