Imposible

58 7 0
                                    

Mientras, por los senderos del Bosque Prohibido; Nasia seguía a su padre Firenze en silencio, con la cabeza agachada y sin atreverse a mirarlo. El centauro por su parte, llevaba a cabo una tenaz lucha interior consigo mismo, pues le dolía profundamente tener que castigar a su hija, pero al mismo tiempo, sabía que era necesario hacerlo. Luego de andar un rato, Firenze notó que Nasia se iba quedando atrás, pero pensó que era una argucia de ella para retrasar su inevitable castigo.

— P-pa... Papá... — dijo Nasia agitada — ¿P-podemos parar un mo-momento, p-por favor?

— De nada te va a servir eso Nasia — dijo el centauro con firmeza —. Estoy acostumbrado a tus bromas.

— N-no es br-broma — dijo la centáuride, sosteniéndose de un árbol —. E-en verdad m-me s-siento maaaal...

En ese momento, Firenze se detuvo y volteó a ver a su hija, justo a tiempo para detener su caída. Nasia se desvaneció por un momento, para después comenzar a toser y vomitar.

— ¡¿Nasia, hija qué tienes, qué te pasa?! — le decía Firenze sosteniéndola, mientras veía el rictus de asco y dolor que manifestaba Nasia cada vez que vomitaba. Luego del último esfuerzo, pareció calmarse.

— ¿P-papá? — dijo la chica — N-no me dejes...

— Nasia, hijita... — dijo Firenze preocupado.

Entretanto, en Hogwarts los chicos se apresuraban a buscar a Neville Longbottom, su amigo experto en la materia de Herbología. Sin duda, él sabría cuál era el antídoto que buscaban.

— ¡Neville, qué bueno que te encontramos! — dijeron las chicas.

— ¿Eh, me buscaban? — dijo Neville, tan distraído como siempre — Y-yo les juro que no hice nada...

— ¡No, no amigo! — dijo Ron tranquilizándolo — Te buscamos porque nosotros tenemos un problema.

— Así es — completó Harry —. Una amiga nuestra comió por accidente hojas de Alihosty, y no sabemos cuál es el antídoto. ¿Lo conoces tú?

— Eh... Pu-pues sí — dijo Neville titubeante. No le era muy cómodo estar rodeado de gente —. Ese antídoto no figura en nuestros libros de Herbología, es más avanzado. Tienen que usar infusión de Glumbumble para curarla.

— ¿De glum-qué-cosa? — dijo Ginny pasmada.

— Glumbumble Ginny — repitió Neville —. Es una planta parecida a los botones de algodón, pero color azulado. Hay que tratarla con cuidado, porque si se quita la flor de su tallo, puede disolverse como si fuera de humo.

— Gracias Neville — dijo Harry apurando el paso —. Iremos a buscarla al invernadero para...

— No la encontrarán allí Harry — dijo Neville con seguridad —. Esa planta es tan delicada, que en cuanto florea la maestra Sprout prepara las infusiones y las embotella. Luego las entrega a la enfermería, por si acaso.

— Otra vez gracias Neville — respondió el moreno — ¡Vamos chicos, a la enfermería!

— De nada, amigos — dijo el distraído chico — ¡¿Oigan, y quién es su amiga?!

— ¡No la conoces Neville! — gritó Harry ya corriendo con los demás — ¡Es una centáuride que conocimos hoy!

Neville se quedó pensativo. Aunque algunas veces tardaba en reaccionar, esta vez fue la excepción, y de inmediato corrió a su dormitorio, para revisar sus apuntes y asegurarse de no estar equivocado.

Volviendo al bosque, Nasia parecía haberse calmado. Firenze intentaba por todos los medios de averiguar qué le ocurría a su hija.

— Pequeña... Nasia, hija; ¿cómo te sientes? — le decía el centauro suavemente.

Harry Potter y la Hija del CentauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora