Buenos, malos...

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— ¡Ja, ja, ja! — rieron todos — ¡Nasia, tienes toda la razón!

Ahora, todos se sentían más relajados con la centáuride, y se dispusieron a hablar un poco más en confianza con ella, cuando el retumbar del campo de quidditch los distrajo.

— ¿Pero qué...? — dijo Harry, sintiendo el temblor.

— ¿Su campo hace esto siempre? — preguntó Nasia. Ron iba a contestarle, pero un canto peculiar les dio las respuestas. En ese momento entraba al campo el equipo de Slytherin, dispuesto para una práctica. A los chicos se les había pasado que ese año el calendario de prácticas incluía los fines de semana.

— ¡Movámonos de aquí, antes de que...! — gritó Hermione sobre el escándalo, pero no terminó la frase. Algunos chicos de Slytherin ya los habían visto, pero cuando las consabidas burlas iban a empezar, detectaron la presencia de Nasia, quien los miraba curiosa y sonriente.

— ¡Hey, miren que tenemos público esta vez! — dijo un golpeador agitando su bate.

— ¡Sí, y que clase de público! — dijo el guardián.

— ¡Wow, qué lindas todas, pero la grande aún más! — gritaban los cazadores a coro señalando a Nasia.

— ¡Ay, qué lindos! — dijo la centáuride, pero calló al ver las caras de desaprobación de sus amigos.

— Vámonos chicos — sugirió Harry —. Salgamos antes de que entre...

Fue demasiado tarde. Al voltear hacia las puertas los amigos vieron entrar al buscador y capitán del equipo de las serpientes; Draco Malfoy. Entró con parsimonia, dándose tiempo para escuchar lo que sus jugadores decían a los presentes.

— ¡A callar todos! — ordenó en cuanto estuvo cerca. El equipo entero obedeció y se pusieron en formación de despegue.

— Buen día Potter — dijo Malfoy secamente, mirando al moreno —. Por favor, tengan la gentileza de retirarse, para que podamos comenzar. Si quieren, pueden mirar desde los palcos.

— Gracias, ya nos vamos Malf... — dijo Harry, pero ya Malfoy se había retirado dejándolo con la palabra en la boca.

— Ash... Ese patán... — dijo Hermione molesta.

— ¿Qué es un patán? — dijo Nasia, a quien no se le escapaba nada.

— Vámonos de aquí Nasia — le dijo la castaña —, te lo diré en el camino a...

— ¡No, no, por favor! — rogó la centáuride oponiendo resistencia — ¿Podemos quedarnos a mirar un poquito? ¡Quiero saber cómo es este juego! Papá me ha contado algo, pero nunca ha visto uno.

Un rápido intercambio de miradas puso a todos de acuerdo, y se retiraron a la zona de palcos, en donde Nasia estaría más cómoda que en las gradas. Una vez allí, se dispusieron a mirar la práctica.

— ¿Estás cómoda Nasia? — le preguntó Colin con gentileza.

— Bueno... — dijo la chica cuadrúpeda — Considerando que estos muebles no fueron construidos para centauros; sí, estoy cómoda Colin, gracias.

— Eh... Qué bien... — dijo el rubio cohibido. La dulce voz de la centáuride lo empezaba a poner nervioso.

Durante la práctica, Colin sacó algunas fotos de jugadas, al tiempo que Harry, Ron y Ginny le explicaban a la centáuride cómo se jugaba aquél rudo deporte.

— ¡Vaya! — dijo Nasia impresionada — Hay que ser muy fuerte para jugar este juego.

— Pues sí, algo hay de eso — confirmó Ginny —, pero la verdad, es muy divertido.

Harry Potter y la Hija del CentauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora