Buena idea

109 7 0
                                    

Luego de curarle el rasguño de la agromántula, Firenze le dio a Nasia una sorpresa que la dejó fría.

— ¿Ha-hablas en serio papá? — le dijo al centauro —, ¿n-no me engañas?

— No te engañaría nunca hija — le dijo Firenze sonriendo —. Ya lo tengo decidido, la próxima vez que tenga que ir a mi clase a Hogwarts, te llevaré conmigo Nasia. Voy a presentarte a aquellos humanos que puedo llamar orgullosamente amigos.

Nasia estaba feliz. Podría ver a Colin y convivir un poco con él. Pero luego le surgieron dudas. Al chico podría escapársele algún comentario respecto a sus visitas anteriores delante de su padre, y eso pondría en riesgo la amistad de su padre con los humanos. Como Firenze se lo explicara, tanto humanos como centauros ya llevaban tiempo intentando establecer lazos amistosos, para compartir ideas y que no hubiera más rechazos ni batallas entre ambas razas. Si el rubio cometía una indiscreción, todo eso podría venirse abajo y, en consecuencia; Nasia no vería a Colin nunca más.

— Ehmm... papá... — dijo la chica cuidadosamente — ¿E-es buena idea que me lleves tan pronto a conocerlos?

Firenze se quedó de una pieza. Por un momento no supo qué decir, ante el cambio repentino de opinión de su hija, quien aprovechó la situación y siguió hablando.

— Digo, después de todo; aún no sé si podré distinguir a un humano bueno de uno malo, y...

— Por eso mismo iremos hija — reaccionó Firenze —. Nadie mejor que mis amigos humanos para que ellos mismos te lo enseñen. Pero primero, debemos ir a ver a mi amigo Hagrid, el semi-gigante del que ya te hablé.

— ¿Eehmm... y para qué papá? — preguntó Nasia derrotada.

— No podrás andar por Hogwarts sin caerte Nasia — contestó el centauro alzando una pata —, a menos que Hagrid te ponga este calzado especial. Se llaman herraduras, y deberían ir fijadas a nuestras pezuñas con clavos, pero en este ca...

— ¡Ay papá! — dijo la chica mirando la herradura — ¡Eso debe doler!

— Je, je, no hija mía. Si me las hubiera puesto un humano cualquiera quizá, pero Hagrid las ha fijado en su lugar con magia. Mira bien, no hay clavos.

— Oh, vaya. Pero, ¿es eso necesario papá?

— Míralo de esta forma Nasia. Sin herraduras, nos sería imposible andar sobre el suelo de piedra de Hogwarts. No es nada parecido a la blanda tierra de nuestra pradera, y correríamos el riesgo de rompernos una pezuña. Y créeme hija, para nosotros eso es muy, muy doloroso, lo sé por experiencia.

A la centáuride no le quedó de otra que aceptar el ofrecimiento de su padre, y esperar a que Colin no cometiera un error cuando la viera de nuevo... Esta vez del brazo de su padre.

Por otro lado, en Hogwarts Colin les mostraba la foto de Nasia a Dean y Seamus, quienes se retractaron de inmediato con su amigo.

— ¡Wow Colin! Esta sí que es una buena foto — le dijo Seamus palmeando su espalda.

— Gracias — contestó el rubio —. Y debían haberla visto en persona... eh, en criatura.

— Pues aquí se ve muy linda — dijo Dean —, a pesar de la cara de susto.

— Sí, se ve preciosa — afirmó Seamus.

— Y sabe mi nombre — se jactó Colin.

— ¿En serio? ¿Y tú sabes el suyo? — preguntaron ambos.

— Eh... Este... No.

— Compañero, permíteme ser el primero en decirte que... Eres un tonto — dijo Dean abrazando condescendientemente al rubio.

Harry Potter y la Hija del CentauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora