La herencia

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Hijo, si lees esto, debes tener cuidado.
Se que muchas veces te quejaste de que no estuviera en los mejores momentos de tu vida. Me culpabas siempre de que no tuvieras amigos, no pudieras tener novia ni tampoco un lugar al que, en verdad puedas llamar hogar. Se que me culpaste cuando dejamos a tu madre en el hospital y viajamos a Japón; no puedo culparte por todo el tiempo que me odiaste al no estar en su muerte. ¿Pero qué podía hacer?
Es nuestra maldición familiar. Tu abuelo lo sufrió y el padre de su padre también. Ni siquiera, luego de padecerlo toda mi vida, puedo llegar a entenderlo del todo. Pero lo poco que sé, te lo transmitiré como el oscuro legado de nuestro linaje.
No sé con qué antepasado empezó, pero si se cual es el porqué...
Nuestra familia siempre fue prospera. El abuelo de tu abuelo y el abuelo de este lo fueron. Pero se qué en un momento no fue así. Nuestros antepasados en algún momento fueron pobres, muy pobres, tanto qué no tenían para comer. Aunque te cuento esto como verdad absoluta, se muy bien qué las historias se modifican con el tiempo. Inclusive mi versión se ve restringida por mi fugaz memoria.
Pasaron por muchas carencias e inclusive, las mujeres de nuestra familia, cayeron en la prostitución para poder comer. Aún así, ninguno de ellos previó lo que pasaría.
Un día de la nada, en la puerta de una pequeña pensión que con las justas se solventaban de la manera mas indecorosa posible, llegó un pequeño paquete sin remitente, pero si sus destinatarios. Nuestra familia.
El paquete era bastante pequeño y su contenido fue un misterio. Ellos nunca habían recibido nada porque no tenían a nadie mas qué ellos y su pobreza. Pero eso no importa. Lo importante era su contenido.
Ellos lo abrieron con curiosidad, no esperaban ni de lejos el contenido de esta. Era una pequeña caja de madera, su color era rojizo y adentro contenía muchas monedas de oro. No había cartas ni tampoco manera de devolverlo, por lo que ese día y de manera cautelosa, empezaron a gastar las monedas de oro.
Cuando este pequeño tesoro se acabó, a la madrugada llegó otra caja con el mismo contenido. Esa vez lo gastaron más rápido aún y de la misma manera, a la noche, llegó otra caja llena de monedas de oro. Nuestra familia dio un salto enorme y pasaron de ser pobres a ricos de la noche a la mañana. Les pareció una bendición y disfrutaron hasta embriagarse de las riquezas del oro.
Algo que entendí luego de terminar mis estudios en ciencias económicas es que : Toda transacción genera una deuda. Y ellos no lo sabían. Solo gastaban y gastaban, esperanzados por el oro qué recibirían al día siguiente.
Una noche, alguien entró a su mansión en Manchester y rapto a la hija menor de ellos. Era un señor de barba larga y frondosas cejas, sus ojos eran como el oro y cada uno de sus dientes brillaba por los adornos qué tenia. Sus manos estaban llenas de anillos preciosos, pero lo peor era su cara. Su cara era rechoncha, con mejillas coloradas y una sonrisa aberrantemente grande. Nuestros antepasados quisieron detenerlo, pero este solo se limito a seguir caminando. La niña gritaba y lloraba, rasgando el silencio de la noche con sus suplicas. Al llegar a la puerta este hombre se detuvo. Corrió su gran tapado y dejó en la puerta de la casa el mismo paquete que por meses les había llegado.
Nunca más se supo de la niña. Solo luego de un tiempo, a orillas de un rio, se encontraron los huesos de una infante, imposibles de reconocer por la descomposición, y también pequeñas pepitas de oro.
No fue la única vez que pasó y siempre viene de noche. Paso mucho tiempo para que alguien de nuestra familia encontrará una manera de, por lo menos, retrasarlo. Debíamos viajar, mudarnos y no quedarnos mucho tiempo en la misma casa. El día que recibiéramos una caja en nuestra puerta debíamos huir a otro lugar. Así hicimos y de esa manera escapamos de este ser que no envejece y que sabe lo que le debemos. Yo no gasté nada de lo que me llegó, mi padre me lo contó en el lecho de su muerte y evitar endeudarme con el. Aun así sé que nuestra deuda aún no se acabó cuando se llevó a tu madre y lo se porque soy el siguiente a quién debe llevarse. Yo ya no puedo huir, mi vejez me ha postrado a ésta cama y se que esta noche vendrá por mi. Espero que sea la última paga y mi condena familiar termine hoy mismo a la noche. También se que te llegó una caja a tu casa. Una llena de oro. Espero que no sea tarde y que no pienses que son solo delirios de un viejo senil. No lo gastes. Deja a esta maldición morir conmigo. Déjame pagar tu libertad y la libertad de nuestra estirpe. Déjame ser el último hijo mío.
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Esta carta fue encontrada en la mesa de luz en el sanatorio Allende, en Córdoba Argentina. El paciente que ocupaba la habitación desapareció misteriosamente y no se le a encontrado. El hijo, y único heredero de esta familia, recibió todas las pertenencias de su padre. Entre las cuales se encontraban veinticinco cajas de madera roja llenas de oro. Actualmente, esta considerable fortuna, está siendo usada para la infraestructura de un pozo petrolífero en "Vaca Muerta".

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