Capítulos 3 - Isabella

3.1K 186 9
                                    

Entro corriendo al colegio corriendo a toda prisa, porque otra vez y como me pasa a diario voy tarde.

No sé por qué, pero yo siempre llego tarde a todas partes, sobre todo si se trata de mí viniendo sola al colegio. Hoy por ejemplo estoy retrasada unos ¿Quince, veinte minutos? no lo sé, debo comprarme un reloj.

- Malditos porteros de mierda - Reniego en voz baja mientras sigo corriendo.

Desde que Papi Juanca me suspendió delante de uno de ellos, sacan provecho de mis llegadas tardes. Y es que ya me conocen, en lo que va corrido de este año me he quedado a fuera al rededor de unas veinte veces o tal vez más.
Al menos hoy esta Carlos, que es amable y sabe que casi muero esta semana en el banco, pero William ese ¡Tarado infeliz desgraciado! a él o le soborno con dinero o me manda a dirección.

Continúo corriendo por los pasillos con rapidez para llegar al salón antes de que Ismael note que no estoy. Laura no pudo pasar a recogerme hoy, y por eso voy tarde a su clase.

Paso cerca de un grupo de chicos que me miran y murmuran, pero no les presto atención. Fijo mi vista en mi celular cuando suena mi tono para mensajes y dos segundos después de ver la pantalla me golpeo con algo duro y caigo al suelo.

Alguien se queja debajo de mí mientras unos brazos me rodean con gentileza.

Alzo la mirada un poco avergonzada y me encuentro con unos hermosos ojos cafés. En el momento en que nuestras miradas se cruzan olvido el por qué estaba corriendo y todo a mi alrededor. Lo único que mi mente es capaz de asimilar es que el tipo está buenísimo.

- Hola - Su vos es ronca y su aliento mentolado, mezclado con su colonia aloca mis neuronas.

Casi tengo que evitar cerrar los ojos y sacudir mi cabeza cuando mi cara se calienta. Estoy tan cerca de él que sus aromas se sienten un poco familiar.

- Hola - Me limito a decir, sin apartarme.

- Sabes no molestaría que siguiéramos en esta posición todo el día, pero tu mano - Me señala abajo entre el final de su vientre y el mío, su voz me suena condenadamente familiar - Está en mi costado y no sé qué tengas allí, pero me está doliendo su presión en mi carne.

- Lo siento.

Me disculpo apartando mi mano de su costado. Al hacerlo reduzco nuestra distancia, quedando a centímetros de su rostro. Él me sonríe abiertamente.

Rápidamente intento apartarme poniendo mis manos entre los dos y sin pensarlo las coloco sobre su pecho que se siente tan firme. Una oleada de calor me invade. Él me observa con algo de diversión y malicia, fijando la mirada en mis ojos como si estuviera buscando algo en ellos.

Me separo hasta quedar sentada frente a él y ahí cuando por fin me doy cuenta de por qué se me es familiar. Lo conozco, o bueno algo así.

- Alto ¿Eres el chico de ayer en el banco, cierto? - indago, mirándolo fijamente estudiando su expresión, una sonrisa traviesa se filtra en mi cara cuando asiente.

- Creí que me habías olvidado - Señala, al notar que ya lo recuerdo.

Mi celular suena en su tono de estornudo indicando otro mensaje y mi mente recuerda que voy tarde a clases.

- Oh Dios, me tengo que ir - Ambos nos paramos del suelo - Perdona por derribarte. Y gracias por lo de ayer.

- De nada, te veo después...

- Claro, adiós.

Corro lejos de él y me regaño a mí misma por no preguntarle su nombre o cualquier cosa después de estos dos inusuales encuentros.

Mi mejor accidente, TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora