Capítulo 8 - Isabella

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Ha pasado una semana desde el accidente, el doctor me mando a tener reposo por cinco días y me mando a usar uno de esos relojes que midan tus pulsaciones, él mismo me lo regalo. Y puede que sea bonito y hasta genial, pero me toca usarlo ajustado para que funcione, lo cual odio porque cada vez que me agito o asusto esa cosa se descontrola y hace un ruido molesto.

- Quiero quitarme esta cosa. Me aprieta - indico, rascándome la muñeca con la cara arrugada en un mal gesto.

- Isabella por favor no hagas berrinche, eso ni te aprieta - Me regaña Laura rodando los ojos.

- Es que en serio quiero quitármelo, ¡Es muy molesto! - Lloriqueo.

- Pues no puedes quitártelo y ya vamos que llegaremos tarde - Gruño tomando las llaves de la moto mirando en mi dirección, empuño mi boca y cruzo los brazos como niña pequeña, y sabiendo que no me permitirá quitármelo sin importar lo que le diga decido aguantarme y resignarme a sacarle la lengua cuando me monto en la moto.

Laura maneja a una velocidad moderada como ha empezado a hacerlo a partir de nuestro accidente, a pesar de eso nos toma poco tiempo llegar al colegio y por primera vez en muchos años lo hacemos con tiempo de anticipación. Todo porque me decidí por ayudar a Nill en todo lo que necesite durante el tiempo que tenga que utilizar la silla de ruedas, al fin y al cabo, la usa por mi culpa.

Bajo de la moto y me adentro un poco en el umbral del portón del colegio a espera de Nill, mientras lo hago, Laura asegura la moto. Cuando llega Nill en un taxi Laura ya está a mi lado. 

Lo veo bajarse y siento un poco de culpa, realmente no tuve consciencia de lo que pude haber causado en el momento en que crucé de esa forma la calle, pude haberme matado o él. Con rostro el bajo y teñido de vergüenza me acerco y me sorprendo al verlo bajarse con un par de muletas y no con la silla que le ordeno el doctor.

- Hola linda. - Me saluda con una de sus usuales y atractivas sonrisas.

- Hola Nill - Contesto desanimada queriendo decir otra cosa. Pienso en volver a disculparme, pero cuando llevo mi mirada distraída de sus muletas a su cara para hablar, él me interrumpe.

- Soy bastante activo y la silla no me deja moverme como quiero - Dice encogiéndose de hombros explicando lo de la silla, con un guiño me hace restarle importancia al asunto y comienza a caminar.

Me mantengo cerca suyo y camino a su ritmo en dirección a su salón totalmente idiotizada con los músculos de sus brazos y abdomen que se marcan en su camisa con cada movimiento. Cuando llegamos a las escaleras lo miro expectante en busca de una señal de ayuda.

- Puedo hacerlo, tranquila - Me informa de inmediato al notar que no subo.

- ¿Seguro? - Cuestiono algo inquieta. Él asiente y yo lo miro por unos segundos.

El año en que me descompuse el tobillo izquierdo no podía ni ponerme en pie, mucho menos subir escaleras. Todo por alcanzar las tijeras de costura de mamá.

-Bueno - Respondo tras ver su mirada divertida, me giro de cara a las escaleras subiendo los primeros escalones, pero justo cuando apoyo uno de mis pies siento un leve mareo que me hace perder el control de mi peso en ese pie y dar un tras pie.

Cierro mis ojos esperando el golpe en mi trasero, pero lo que noto en su lugar, son unas grandes manos que me sostienen fuerte desde mi cintura.

- ¿A dónde crees que vas linda? - Susurra en mi oído y no necesito verlo para saber que está sonriendo. Todos y cada uno de los bellos de mi cuerpo se erizan a causa del efecto de su voz.

En un acto instintivo miro su agarre en mi cintura y luego me giro para verlo directo al rostro, nuestras caras quedan a centímetros y una corriente atraviesa todo mi cuerpo cuando lo descubro mirando fijamente mis labios. Sin poder evitarlo me pongo tensa.

Mi mejor accidente, TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora