Escocia, 1263.
Otra vez había soñado con esa mujer, ¿Quién demonios era?, ¿Era real?, eso sería imposible, una mujer así solo podía existir en mis sueños. No lograba verla nunca completamente, a veces veía sus ojos, de un azul tan hermoso que podían hipnotizar hasta al guerrero más temible. En otras ocasiones, podía ver sus carnosos y rosados labios que invitaban a la locura, en una ocasión pude ver su sonrisa, perfecta y exquisita ¡Por los dioses!, los imperios caerían si solo sonriese. Últimamente estos sueños se repetían con frecuencia, tal vez, porque ahora podía dormir más o porque yo mismo pensaba en esa mujer antes de dormirme con la esperanza de que viese a visitarme entre la niebla de mi descanso.
Comenzaba a creer que me estaba volviendo loco al desear soñar de nuevo con ella, pero estaba seguro de que no encontraría a una mujer así fuera de mis fantasías.
-Bràthair, ¿en qué piensas? - me preguntó mi hermano- parece que no tienes la mente en el camino.
-Solo pensaba en llegar cuanto antes a casa- dije- al fin podemos regresar.
-Esta batalla ha sido una auténtica pérdida de tiempo y vidas- dijo mi hermano Duncan.
-Lo sé y eso solo me hace más eterna la vuelta- dije.
-Solo un par de noches más y llegarás a tus tierras- me aseguró- tendrás que darle recuerdos a madre de mi parte, he de pasar antes por mis tierras para asegurarme de que todo esté en orden.
-Ella lo entenderá- aseguré- pero tendrás que hacerte con tiempo para una visita pronto.
-Lo sé Eian, cualquiera se pone a discutir con ella- dijo rodando los ojos- nunca ganaré una discusión con ella.
-No puedes pretender ganar a nuestra madre, aunque tengas razón en algo te hará pensar que estás errado- dije divertido.
-Sí, ese es uno de sus múltiples encantos- dijo Duncan bromeando.
-Hermanos, creo que aquí se separan nuestros caminos- dijo Kael acercándose sobre su caballo.
Kael era mi mejor amigo desde que tengo memoria, pertenece al clan Mac Carthy, aliados de nuestro clan desde hace casi un siglo.
-¿Vendrás a visitarnos pronto hermano?- pregunté.
-En cuanto me asegure de que todo está en orden por mis tierras- aseguró- mandarle saludos a la señora Keith de mi parte.
-Se los haré llegar- aseguré- que tu viaje sea tranquilo hermano.
-Y el vuestro- dijo despidiéndose con unas palmadas en mi espalda y después en la de mi hermano.
-No deshonres a muchas damiselas en el camino- dijo Duncan bromeando.
-Será difícil cumplir eso – dijo Kael divertido.
Los tres teníamos fama de mujeriegos, en cierto modo era inmerecida, habíamos disfrutado de la pasión de la carne con diversas mujeres, pero siempre advirtiéndoles que no pasaría de eso, no queríamos engañarlas prometiéndoles cosas que no cumpliríamos. Nuestra palabra es algo muy valioso para malgastarlo en falsas promesas.
La imagen de la mujer de mis sueños volvió a ocupar mi mente y supe que, a ella, si en algún momento la conocía, si era real, le haría todas las promesas que fuesen necesarias y cumpliría cada una de ellas con devoción.
Esa noche nuestros hombres insistieron en realizar algunas pequeñas hogueras, era la noche de los fuegos de Beltane y el dios merecía sus tributos, así que tanto mi hermano como yo accedimos a acampar durante la noche y realizamos las hogueras. Nuestros hombres merecían un descanso, eran guerreros fieros y leales, como su laird estaba orgulloso de su arrojo en la batalla y como su amigo conmovido por su lealtad.
-¿Piensas pedir un deseo cuando saltes?- me preguntó mi hermano.
-Tal vez- dije encogiéndome de hombros- nunca se sabe.
-Bien, yo pienso pedir una mujer que caliente mi cama cuando llegue al castillo- dijo sentándose a mi lado- hace demasiado que no estoy con una mujer.
-Algo me hace pensar que no necesitas desear algo así- dije dándole un puñetazo en el hombro.
-Tienes razón- admitió sonriendo.
Pensé en qué podía desear, me levanté y corrí hacia la hoguera que alcanzaba los tres pies de altura, salté sobre ella con los ojos de la mujer de mis sueños en mente. Eso me sorprendió, no había pensado realmente en ningún deseo, pero al parecer mi alma había decidido el deseo por mí.
-¿Qué has pedido hermano?- me preguntó Duncan.
-No estoy seguro- dije negando con la cabeza.
Mi hermano me miró divertido antes de unirnos a los hombres y comenzar a beber algo de la cerveza que nos habían otorgado los campesinos a nuestro paso.
Al amanecer nos pusimos en marcha, cerca del mediodía, mi hermano y sus hombres se desviaron hacia sus tierras. Sabía que lo vería pronto, si no fuese así nuestra madre lo mataría. Solo una noche más y estaría en casa.
Me decidí a disfrutar del resto del camino, ya estaba en mis tierras y parecían darme la bienvenida con deslumbrante sol, mi caballo Clyde parecía estar tan entusiasmado como yo, se removía nervioso deseoso de correr en dirección a nuestro castillo.
-Tranquilo chico- dije palmeando su cuello- ¿Quiénes que cabalguemos hasta nuestro hogar?
Pareció entenderme ya que movió la cabeza afirmando, negué divertido y tras avisar a mis hombres de que el resto del camino lo haría galopando, adelantándome a ellos, azoté las riendas de Clyde y ambos nos adentramos en el bosque en dirección a nuestro hogar.
El olor a mar envolvía el aire que nos rodeaba y eso solo significaba una cosa, estábamos muy cerca, hice que Clyde avanzase más rápido y al fin lo vi, mi hogar, el castillo Dunnottar, sonreí mientras descendía la colina frente al castillo saludando a los habitantes del pueblo que se erguía a los alrededores, me recibieron con sonrisas amables y alabanzas, había rastros de las hogueras del día de Beltane y algunas personas estaban recogiendo las cenizas.
Me apeé de Clyde junto a los establos y tras saludar a Adam, el encargado de cuidar los caballos, dejé que se ocupase de Clyde antes de dirigirme a la entrada principal del castillo, le daría una sorpresa a madre.
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Mi hogar eres tú
Romansa¿Cómo es que todo esto está ocurriéndome a mí?, Si ya era la loca del pueblo viviendo en pleno siglo XXI, ahora que me encuentro en la Escocia de hace más de 750 años, en una época tras la Batalla de Largs, sería la loca oficial del lugar. ¿Cómo hab...