Al entrar en la cocina, el olor se intensificó. La mesa rebosaba de deliciosa comida y otra de aspecto dudoso, que esperaba poder evitar.
Las muchachas entraban y salían de la cocina apresuradas, aunque alegres, al parecer todos estaban entusiasmados con la fiesta que se llevaría a cabo esa noche.
-Muchacha, ¿Qué haces aun así? - me preguntó Mai en cuanto reparó en mi presencia.
-He terminado de ayudar en el establo- dije- ¿necesita ayuda aquí?
-No te preocupes, ya está todo organizado- dijo sin dejar de moverse por la cocina- las muchachas te han dejado un vestido en tu cuarto, espero que te sirva, era de cuando Rona estaba más delgaducha.
-Gracias, no teníais porqué hacerlo- dije agradecida.
-Son nimiedades hija, tú has hecho mucho por nosotros y aquí nos cuidamos los unos de los otros- dijo Mai.
Le sonreí agradecida antes de darle un pequeño abrazo y subir a mi cuarto.
Al ver el vestido sonreí, era hermoso, de un color verde esmeralda, también había un montón de ropa que no sabía muy bien cómo debía ponerla, parecía un camisón, un faldón, un pantalón o unas enaguas y una especie de corsé.
Tras limpiarme como pude en la pequeña cuba con agua, me dispuse a vestirme, tuve un par de inconvenientes con el orden de las prendas y el modo de ajustarlas, así que finalmente me puse el pequeño pantalón y mi sujetador bajo el vestido ocultando los tirantes. Arreglé mi pelo en un moño que dejó mi cuello al descubierto, con dos mechones enmarcando mi cara.
Tenía en mi mochila algo de maquillaje, pero solo me puse un leve tono de rubor en las mejillas, quería integrarme con ellos, no destacar.
No sabía si podía bajar en cualquier momento o si por el contrario existía algún tipo de protocolo, di vueltas por la habitación debatiéndome entre bajar y no hacerlo, pero gracias a los dioses alguien llamó a mi puerta.
-Rebeca, soy yo Evina, ¿Puedo pasar?- preguntó desde el otro lado de la puerta.
-Claro pasa- dije aliviada- Vaya estaís preciosas.
Evina y Rona estaban muy arregladas, nada que ver con las ropas que llevaban cuando trabajaban, al parecer estas ocasiones festivas no se daban a menudo porque estaban realmente ilusionadas. A penas me dejaron respirar antes de arrastrarme escaleras abajo mientras mencionaban nombres de hombres que no conocía, pero que según ellas eran unos grandes partidos y esperaban llamar la atención de alguno de los muchachos esa noche, ambas estaban en edad de casarse, al menos en esa época, se podría decir que ya deberían estar pensando en prometerse con algún muchacho. No pude evitar sonreír al imaginar lo celoso que se pondría Adam cuando algún chico se acercase a su hermanita.
-Rebeca, ¿ves a ese muchacho? - dijo Rona en cuanto entramos al salón ahora repleto de gente alegre brindando y bailando por doquier.
-¿Cuál de todos?- pregunté.
-El más guapo de todos, por supuesto, Dougal, el que sujeta una jarra junto a la ventana- dijo señalando discretamente a un joven bastante apuesto, pero estaba claro que había chicos más guapos a mi parecer.
-Por lo que veo parece que te gusta- dije divertida.
-¿A quién no le gustaría?- preguntó rodando los ojos.
-A mí- dijo Evina tan divertida como yo.
-Por algo eres mi mejor amiga- dijo Rona.
-¿Por qué no te acercas a hablar con él?- le pregunté.
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Mi hogar eres tú
Romance¿Cómo es que todo esto está ocurriéndome a mí?, Si ya era la loca del pueblo viviendo en pleno siglo XXI, ahora que me encuentro en la Escocia de hace más de 750 años, en una época tras la Batalla de Largs, sería la loca oficial del lugar. ¿Cómo hab...