VI.

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—¿Es que quieres que hagamos manitas?— murmuró Harry bromeando, mientras le atrapaba los dedos con los suyos.

En ese mismo instante, pareció como si todo el buen humor que había demostrado hasta entonces se hubiese evaporado. Busco con la mirada sus azulados ojos y le recorrió la suave piel de la mano con la punta de los dedos, siguiendo la textura.

El corazón de Louis comenzó a latir salvajemente.

—Es suave— murmuró Harry —Suave como tus labios—. Se quedó mirando durante un instante el labio inferior. —Me gustaría besarte estando sobrio...— le dijo en voz muy baja —Solo para saber cómo puede ser...

Louis le temblaron las manos y sintió como si se hubiera puesto enfermo. Por su parte, la mano de Harry se contrajo y atrajo la suya hacia su boca.
—Hueles a perfume. Y te me subes a la cabeza como si fueras whisky cuando me miras así.

Louis trató de apartar la mano, pero Harry no lo dejó.
—Me dijiste que me ibas a enseñar—le recordó sonriendo. —Solo estoy tratando de hacer algunas prácticas.

—Te dije que te iba a enseñar educación. Así que me vas hacer el favor de no volver a ensañarte con el maitre ni con los camareros, además de no ponerte a gritar en medio de un restaurante como éste, Harry.

—De acuerdo— le contestó él pasándose los dedos de Louis por la barbilla. —¿Qué más no tengo que hacer?

—Lo que estas haciendo exactamente ahora.

—Sólo te estoy cogiendo la mano.

Pero no parecía que fuera solamente eso. Lo que parecía en realidad era que había tomado posesión de Louis; una posesión total y completa de su mente, de su corazón e incluso, de su cuerpo.

—Louis— susurró Harry, como si saboreara el sonido de su nombre.

De repente, Louis se dio cuenta de que era una de las pocas veces que le oía pronunciar su nombre; normalmente se dirigía a él por algún tipo de apodo o palabra cariñosa.

Eso hizo que le pareciera que su nombre sonaba distinto en sus labios.

Louis se quedó maravillado observando su morena cabeza inclinada sobre su mano, besándosela y acariciándosela con un cariño del que Louis no le había creído capaz.

—¿Harry?— Él levantó los ojos, como si hubiera oído algo en su voz que no se hubiera esperado. Pero, antes de que pudiera decir algo, llegó el camarero con el café.

—¿Dónde están mis crepes?— le preguntó Harry.

—Estarán aquí dentro de un instante, monsieur— le informó Henri con una apurada sonrisa y mirando fervientemente hacia la cocina.

—Será mejor que sea así...—Henri se marchó y Louis tuvo dificultades para disimular una sonrisa.

—Siempre te tomas las cosas así de a pecho, ¿no?

—Aprendí muy pronto que esa era la única manera de llegar pronto a la cima. No me gusta que nadie me haga de menos. No lo hagas tú nunca.

—Ellos no estaban tratando de hacerte de menos— empezó a decirle.

—Y un cuerno— le contestó Harry sonriendo fríamente.

—La forma de ver la vida entre la gente bien es distinta.

—Y tú y yo estamos muy separados en ese aspecto, ¿no?

—Oh, no lo sé— murmuró Louis. —Solía pensar que me gustaría ir a pescar de vez en cuando, vestido con un par de botas viejas y una camisa usada.

—¿Ah sí? Pues podríamos ir a pescar alguna vez si te apetece.

Cuando Louis le miró, con un cierto aire divertido, vio que Harry estaba sonriendo otra vez.

Nunca antes le había visto sonreír tantas veces como ese día.

—¿De verdad?

—Te podría dejar algún pantalón vaquero viejo y también una camisa— le dijo mientras encendía un cigarrillo. —Después de todo, creo que deberías ganar algo con este trato. Tú me enseñas a mí lo que tengo que saber y yo, por mi parte, te enseño algunas otras cosas.

Henri volvió con las crepes unos segundos más tarde, por lo que Louis estuvo ocupado durante bastante rato, intentando explicarle a Harry la forma de utilizar los cubiertos correctamente.

Cuando Harry se aburrió de oírlo le dijo:
—Bueno, ya está bien. Creo que deberías comerte tus crepes, estás demasiado delgado y no te vendrían mal algunos kilos de más.

—Nunca me pude imaginar que te fijaras en algo así.

Él no sonrió.

—Yo siempre me he dado cuenta de muchas cosas acerca de ti, Louis.

A Louis le costó un rato reponerse del efecto que le habían producido esas palabras y, cuando lo hizo, empezó a comerse sus crepes.

La nata que se salió de una de ellas le manchó labio superior y Louis se la quitó con la lengua. Cuando hizo eso, Harry se le quedó mirando con una expresión que el ojiazul no fue capaz de descifrar.

—Ese es un gesto muy sexy, ¿lo sabías?

—¿El tomar nata montada?— le preguntó Louis riendo nerviosamente.

—No digas tonterías. Sabes perfectamente a lo que me estaba refiriendo.

Louis le ignoró y terminó de comerse su crepe.

—¿Qué tal si nos vamos al cine antes de volver al pueblo?

—Lo siento. Tengo un montón de trabajo que hacer en casa antes de irme a la cama.

—¿Es que te pasas la vida trabajando?

—¿Y tú no? Creo recordar que ya hace mucho tiempo que no te tomas unas vacaciones.

—Las vacaciones son para los ricos. A lo mejor todos tienen razón y no estoy hecho para ser ranchero.

— ¿Y qué otra cosa podrías ser?

—¿Qué quieres decir? ¿Que soy demasiado bestia y estúpido para ser otra cosa que no sea ganadero?

Eso lo dijo en una voz tan alta que la gente de las mesas de alrededor se volvió para ver si su aspecto coincidía con la descripción que acababa de hacer de sí mismo.

—Yo no he querido decir eso en absoluto y, por favor, ¿no podrías hablar más bajo?

—¿Y por qué tendría que hacerlo?— le preguntó levantándose y mirando desafiante a su alrededor. —¿Qué demonios están mirando ustedes? ¿Quién ha escrito las reglas que dicen que hay que mirar hacia abajo, hablar con susurros y no hacer nada que se salga de lo ordinario en un restaurante elegante y esnob? ¿Es que crees que los camareros de aquí conducen Rolls-Royces? ¿Es por eso por lo que les tienes miedo? ¿Crees que el jefe de ellos tiene una villa en la Riviera?—. Comenzó a reírse ruidosamente. Louis pensó seriamente en meterse debajo de la mesa. —Esa gente no es ni mejor ni peor que los demás y, si pagas, tienes tanto derecho a estar aquí como el más apuesto de estos caballeros, así que, ¿por qué tengo que dejar que estos monigotes me hagan de menos?

El ganadero del otro lado de la sala; amigo de Harry, estalló en carcajadas.
—¡Sí, demonios! ¿Por qué tenemos que dejarnos pisar?— le grito riéndose. —¡Díselo bien claro, Harry!

Una señora sentada en una mesa cercana le miró. —Es increíble la gente que dejan entrar ahora en este restaurante— dijo refiriéndose al rizado. Harry se volvió hacia ella.

—Sí, ¿no es cierto?— añadió Harry con una mirada que hablaba por sí sola. —Y también es increíble la cantidad de gente que piensa que es mejor que los demás sólo por la cantidad de dinero que tienen ¿no es cierto, señora?

La señora en cuestión se puso colorada, se levantó y se fue.

Keyframe [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora