— ¿Le crees? —.—Tiene una buena idea, una iniciativa tentativa, quiere aprovechar la situación que nos golpea ahora…—.
Lo detuvo, tomándolo del brazo que ahora se revestía de aquella god robe, roja, una flama como su cabello, como a veces solía ser su personalidad; a sus ojos. Y guardó silencio, hasta volver a preguntar— ¿Le crees? —.
—… un poco, pero Sigmund, esta es nuestra oportunidad, no mía, nuestra—.
— ¿No es peligroso lo que está haciendo? —.
—Lo es, pero ya lo inicio, y no podemos hacer más nada que unirnos o hacernos a un lado, y luego de todos estos años ¿nos vamos a echar a un lado Sigmund? ¿Ahora…?—.
—No…—.
—Es lo que imagine, me reuniré con mi pelotón, parece que tendremos una junta luego en el salón, probablemente veamos de nuevo a Utgard—.
—Y a Frodi—.
—El día era bueno hasta que hiciste mención de su nombre, como sea, te estaré al tanto de lo que vaya a suceder, o de lo que pueda suceder—.
No nevaba, no los azotaba la brisa, apenas había remanentes de la misma en el suelo, y el cielo aún permanecía nublado, el cambio no iba a suceder de golpe, pero comenzaba a verse, las cosechas se daban más rápido, los animales comenzarían a aumentar en número, incluso, podría decir que podía ver como algunos retoños de flor comenzaban a brotar de entre la capa de nieve. Se detuvo a ver como la vida retomaba su paso por aquel sitio, olvidado a veces por los dioses y por su misericordia. Subió la mirada a Surt.
Distante, analítico, tal vez sumido en su propio plano, no miraba lo que sucedía a su alrededor, pensaba en lo que haría Andreas, en las consecuencias del Yggdrasil, en lo que harían ellos, y en lo que sucedería a partir de ese momento.
En medio de aquel lienzo en blanco, Surt resaltaba de una manera que no había notado antes, llamaba la atención e invitaba a acercarse, era a veces parte de su plan (por que siempre había un plan). Una fogata en medio de la ventisca, donde poner sus manos y llenarse del calor que transmitía. Pero tanto tiempo a su lado, había cosechado ideas a su alrededor; y conclusiones.
Surt irradiaba un fuego fauto azulado que quemaba casi como una estalactita en el pecho. Surt guardaba en su interior un cofre pesado con un pasado que ya, según él, no existía y no era suyo. El hombre no era solamente sonrisas traviesas, y planes bien edificados. Era un enigma, era vacío. Roto, si se lo preguntaban.
Pero ellos eran camaradas, amigos cuando insistía. No podía llamarse a sí mismo el hombre más parlanchín de la vida, pero sabía llevarse bien con él, y le agradaba mantener su compañía. Hallaba alivio entre las charlas banales, o las siempre discusiones por idioteces o por grandes verdades, que los enfrascaban horas, que no perdonaban ni las comidas ni los descansos, para debatir, e incluso a veces pelear hasta defender un punto, y concluir en un término mutuo. Sabía que los conocían por discutir constantemente. Pero no lo hacían por disgusto, lo hacían por gusto.
Incluso, viéndolo ahora, se atrevía a pensar en el portador de la espada flamígera como algo más que un compañero, un camarada que compartía más que su fuerza y su confianza.
Pero recordaba que Surt no tenía sentimientos. O así se lo hizo entender alguna vez.
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El comienzo [ Sigmund x Surt ]
Fanfiction¿Que historia hay detrás de Sigmund y Surt? un vinculo que se inicia apenas a través de un interés mutuo, una amistad que se forja y un comienzo que florece al final del camino. Quien sabe y termine en algo más. Saint Seiya Soul of Gold. // Portada...