13-Negras

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— Soy Camus de acuario, un viejo amigo de Surt, y vengo a reivindicarme con él —.

Dejaron las piezas tal y como estaban, lo habían traído a la sala donde se hallaban, no había hecho signos de forzarse, o de querer escapar, había pedido que lo llevaran directamente con Surt, Surt de Eikþyrnir desde hacía un tiempo para acá.

Los planes de Andreas estaban siendo llevados a cabo, con la enfermedad de Hilda, el hombre había ganado la simpatía de todo el pueblo, y les estaba haciendo creer todo lo que él decía, las palabras de Surt rondaron su mente una y otra vez al recordar lo que años atrás le dijo.

“No sabemos quiénes somos hasta vernos actuar”

Y nunca sospecharon que el tímido galeno de la corte tuviese aquel potencial como líder, uno que sabía mover a las masas a su favor, y dejando en bajo a Hilda. A la cual, desde hacía años; Sigmund había perdonado.

Perdonado, pero no olvidado. Olvidar significaba olvidar a su hermano, olvidar sus motivos, olvidarse como persona y como humano. Cosa, que Surt había hecho, y se había olvidado de sí mismo hacía mucho tiempo hasta ahora, que el pasado venía a buscarlo. Literalmente.

No hizo preguntas, se conocían. Y sabría que no tenía que exigir nada, recibiría la información que necesitase saber apenas volviesen a estar solos.

— ¿Aun cuando eso implique traicionar a su Diosa? —. Surt pregunto.

—Así es—.

El no hablaba, estaba ahí al lado de su compañero, atento no sólo al lenguaje verbal, si no al corporal. Una traición de esa índole, ¿Qué clase de reivindicación seria? ¿Qué culpa tan pesada llevaba en sus hombros como para cometer tal traición? El portador de Lævateinn se mostraba inamovible, como si hablara con otro de sus subordinados de lo que harían en las rondas de vigilancia. No parecía siquiera que hablase con un amigo de su infancia.

—Bien, si ese es tu deseo, estarás bajo mi mando, y el de Sigmund de Grane, mi compañero, harás todo lo que te digamos, eso incluye atacar a los tuyos…. Por quée debo asumir que tus compañeros también aparecerán como tu—.

—Así seria según la lógica, no veo por qué solamente yo deba de estar aquí —.

—La lógica, lo calculado, la frialdad, tan Camus, han pasado años y no has cambiado nada, excelente—Se dibujó una fría y afilada curva en sus labios, la antigüedad a su lado le hacían saber que pensaba ahora— llévenlo, y vigílenlo, iremos luego con el— Y los echó del cuarto  con un gesto vago de manos.

La puerta se cerró en silencio, el pelirrojo tomó asiento de nuevo, y sin muchos preámbulos movió la pieza que estaba por mover antes que los interrumpiesen. Sigmund ahora se hallaba de pie, mirando la escena. Exigiendo en silencio saber que era lo que había sucedido.

— Camus fue mi amigo durante la infancia en Asgard, no me hace falta decir que éramos inseparables, en fin, Camus me quito a alguien irremplazable, y no voy a negarme ahora que quiere que le cobre—.

¿Alguien, irremplazable?

— No confió en él, un traidor es siempre un traidor—Acotó con expresión parca.

—Pero un traidor que nos vende su lealtad es un buen traidor, claro, como casi siempre tienes razón, un traidor hoy, un traidor mañana, de Athena o de Odín, no es como si le vaya a quitar la vista de encima… —rió entre dientes.

De aquella manera lasciva en la que se refería a sus presas, las cortesanas, los guardias. Y una punzada, no solo de desconfianza lo atacó.

— ¿¡Te lo vas a—.

—No, no, baja tus revoluciones, ni pensarlo, no quiero nada de su sucio cuerpo, solo quiero su voluntad, que sea mi peón, nada mas— Tomo un peón entre sus dedos y lo movió juguetón de una mano a otra—Aunque no tiene nada de malo verlo, debo decir que el fofo Camus ya no es tan fofo…—.

.-.-.-.-.-.

—Surt, en verdad no confió en el, ¡Lo viste! ¡Por un segundo dudo—.

—Pero lo ataco, y no ataco a cualquiera, si no lo notaste—.

— ¿Te refieres a Saga de Géminis? Pero si  yo—.

—No, para nada —Dejó su copa a un lado, tirado en un mueble de piel, juntos en un cámara con chimenea, en medio de ellos una mesa con un tablero de ajedrez, de piezas más detalladas, de cristal, pero desorganizadas, no habían empezado siquiera una partida. Solo estaban hablando de lo sucedido, acobijados por la noche que no dilataría en avanzar. Al otro lado, Sigmund se acomodaba en un mueble similar, mirando fijamente a su interlocutor, la cicatriz en su rostro con el tiempo pasaba a darle mucho más carácter. — Me refería a Escorpio, Milo de escorpio, son amantes —

— ¿¡Qué!? —

—No lo notaste, pero yo sí, porque nunca se me pasa nada por alto—Porque nunca se me pasa nada por alto repitió como una especia de muletilla junto a su compañero. No, pocas cosas pasaban por alto delante del escrutinio del Zorro. Y menos cuando los analizaba el ciervo. —Y lo ataco, lo ataco a matar, esta traicionado a su diosa, a su honor, y a su corazón, es el peón perfecto, no sé qué diantres le paso, pero ¿crees que voy a dejar pasar por alto esta oportunidad? — Bebió todo el contenido de su copa y la dejo a un lado.

—… Aun así, no confiare en el—.

—Excelente, no voy a pelearlo, me parece excelente que quieras ser aún más precavido que yo—.

—Deberías de serlo—.

—Agradezco tu preocupación, pero no soy ninguna dama para que te preocupes en exceso por mí—.

—No me refería a eso, montoneros de mierda—.

Siempre le causaba gracia a Surt cuando se le iba el lenguaje a Sigmund, y lo dejaba pasar por alto siempre. El que tenía el don del habla ahí era Surt; no él.

— Me preocupa que te dé una estocada por la espalda—.

—Eso no pasará, a menos que tú me la des—.

— ¡Nunca! —.

— ¿Vez? Entonces, dejemos lo cursi, y toma las blancas—. Sus dedos captaron su atención, se pasearon por la copa como una oleada, dando golpecitos al cristal, y suaves la depositaron en la mesa, tomando con cuidado las piezas de cristal más oscuras.

— ¿Por qué las negras siempre? Estratégicamente hablando, ¿no querrías mejor las blancas? —.

—Hmmhn— Negó sutil, y colocar la hilera de peones, sonriendo. — Me gusta ver el primer movimiento de todos mis contrincantes, el que es paciente, siempre gana—.

El comienzo [ Sigmund x Surt ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora