III

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Cuando amanece, tu lindura
cualquier constelación se pone insegura.
Tu belleza, huele a mañana
y me da de comer, durante toda la semana.

Y esto te enseñará que debes ser más cuidadoso con lo que haces, Dipper.

La voz demandante del padre del castaño resonaba en su cabeza.

Había olvidado el maldito celular en el carro de Bill, estaba seguro de eso, porque, recordaba perfectamente llevarlo consigo al salir de esa fiesta.

Y ahora había recibido una lección.

Tomó el celular de Mabel en sus manos, mientras su gemela lo miraba con ojos tristes. Éstas cosas pasaban. El que Dipper recibiera ese tipo de lecciones no era nada nuevo.

Desde que apenas comenzaba su pubertad, se habían hecho usuales por el comportamiento del castaño. Por hacer travesuras. Por comportarse como un niño. Por decir ciertas cosas.

Por ser Dipper.

Y ahora, sí que la había cagado.

Claro que la vez que sus padres lo encontraron borracho había recibido el peor de los regaños, y ahora, no había manera de explicar que había ido a otra de esas fiestas que sus progenitores tanto detestaban, que había tomado y que encima su insensatez le había hecho perder el celular.

Se sentía una total basura.

Marcó a su celular y esperó, rogando para que Bill le contestara.

—¿Bueno? ¿Dipper?

—¿Bill?

No había notado lo mal que sonaba su voz. Le dolía todo el cuerpo... diablos.

—Yo, eh... —se detuvo a tratar de hablar mejor—. ¿A dónde puedo pasar por mi celular?

—Si quieres puedo ir a dej...

—¡No! No. —el menor le detuvo en seco, no se arriesgaría a que su padre le diera otra lección, sabía que lo había perdido, ¿pero estando en el auto de otro sujeto? Eso no sonaba bien, y sabía de antemano que su padre se negaría a escuchar la historia de como el móvil había terminado ahí—. Yo pasaré por él, ¿dónde puedo verte?

—Uh, Dipper... Estoy en la Escuela Militar.

Por una mierda.

—Bien, yo... Yo iré por él. ¿A qué hora?

—A las cinco tengo una hora libre, ¿te parece?

Dipper asintió. Mierda, es que le dolía todo y no quería hablar más.

Se golpeó mentalmente por haber asentido.

—Ahí estaré. Gracias.

El menor colgó sin esperar respuesta y le pidió a Mabel que le llevara al lugar.

El rubio miró el móvil. Había notado ese modo de hablar de Dipper. Le había parecido extraño, pero, ¿y qué? Apenas le conocía.

Ojos Color Sol | BilldipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora