XI

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La escasez de comida
se vuelve deliciosa
porque tenemos la barriga llena de mariposas.
La galaxia revela su comarca escondida
y en la Tierra parece
que comienza la vida.

Mabel caminaba con su hermano, el viento era leve pero lo suficiente para hacerles pasar frío, y la castaña casi no podía sostener a su hermano, no sabía a donde más ir, no sabía qué más hacer, miraba hacia todos lados, buscando algo o alguien que la ayudara, mientras intentaba idear un plan, pero los nervios la estaban carcomiendo y le distraían lo suficiente para no poder pensar con claridad.

Tenía miedo de que sus padres se dieran cuenta de su ausencia y los buscaran, que los encontraran. Que Dipper...

No, ni pensarlo.

Caminó y caminó, hasta que no pudo más. Se sentó en una banca que había en un parque, y recostó a Dipper a su lado. Quería llorar... Se sentía tan impotente, tan mal, no podía seguir viendo a su gemelo así.

—Vamos a salir adelante, Dipper. —le susurró la castaña, mientras pasaba su mano por el cabello del chico.

Miró a su derecha, y se propuso a seguir caminando, entre más lejos llegara sería mejor, así disminuiría la probabilidad de que sus padres les encontraran, porque sentía que la próxima vez que quisieran escapar no sería posible de ningún modo.

—Mabel... No puedo más. —Mabel se sintió mal de tener que volver a levantar a su cansado hermano, pero no tenía de otra.

—Sabes que entre más lejos lleguemos será mejor, Dip.

Éste asintió, o hizo un movimiento algo parecido a un asentimiento y después caminaron un rato más.

Miró un teléfono público a la siguiente esquina, y con más ganas, caminó hasta ahí, con Dipper recargado en ella.

Dejó a su hermano con cuidado, para que se sostuviera con aquel teléfono, y sacó rápidamente algunas monedas que tenía guardadas en su bolsillo.

Dipper se quejaba, y Mabel lo entendía.

—Espera un segundo... —le susurró mientras metía esas monedas y marcaba el número del rubio que salía con su hermano, desde que su gemelo consiguió aquel contacto, ella lo había grabado en su memoria.

Sabía que su actual situación familiar era mala, tanto que cada vez que conocía a alguien, se aprendía su número de celular, porque el miedo estaba constantemente en ella.

—¿Bill? Bill, necesitamos tu ayuda. —rogó la castaña contra el teléfono.

¿Mabel? Dios... Mabel, ¿dónde están?

La castaña suspiró llena de alivio contra el teléfono. Por Dios, le había contestado, ésto iba lo mejor que se podía hasta ahora.

—Bill, necesitamos ayuda, yo no... Ni siquiera sé dónde estamos, es muy tarde, Dipper está mal, yo... No sé qué hacer, Bill, ayúdanos por favor... él casi no puede estar de pie por si solo y...

—Bill... —después de esa simple palabra susurrada por el menor, la chica miró a su hermano desmayarse, cayendo de seco al suelo, ésto no podía estar pasando.

—¡Dipper! ¡Por favor, alguien ayúdeme! ¡Por favor! —la chica dejó el teléfono colgando, olvidando por completo al rubio que estaba al otro lado de la línea, para tomar a su hermano entre sus brazos.

¿¡Mabel!? ¡Mabel! ¿¡Dipper está bien?! ¡Contesta! ¡Por favor!

Una mujer salió de la casa frente a donde se encontraban el par de gemelos y llamó con urgencia a una ambulancia.

Mabel trataba de despertar a su hermano, moviéndolo, es que no podía permitir que algo le pasara estando tan cerca de volver a ser libres.

No estando tan cerca, no.

Ojos Color Sol | BilldipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora