Enamorada Del Amigo De Mi Hermano -FIN-

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Capitulo 2:

Mi hermano se levantó de un salto de su silla y se abalanzó sobre mí, envolviendo con fuerza sus brazos a mi alrededor, cubriéndome. 
—¡Suéltala, Daniel! ¡Necesita aprender a ser más cuidadosa! —gritó mi padre, agarrando a Daniel de su ropa y lanzándolo al piso. Me abofeteó, enviándome al piso también, luego se volvió hacia Daniel y lo pateó en la pierna, haciéndolo gemir—. ¡No te metas en mi camino de nuevo, pequeño pedazo de mierda! —le gritó, mientras Daniel estaba acurrucado como una bola en el piso.
Lágrimas silenciosas corrían por mi cara. No podía soportar ver herido a mi hermano; él sólo estaba intentando protegerme. Daniel siempre hacía eso.
Cuando me metía en problemas, él provocaba a mi padre de modo que la tomara contra él en su lugar.
Mi padre levantó su plato y su bebida, caminó a zancadas hacia la sala para terminar su comida, murmurando algo sobre nosotros siendo “los peores niños en el mundo” y “cómo mierda se quedó atrapado en esta vida”.
Me arrastré hasta mi hermano y envolví mis brazos alrededor suyo con fuerza, aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. Él gimió y se levantó para sentarse, abrazándome de vuelta, frotando su mano por mi mejilla punzante.
—Lo siento, Daniel. Lo siento —murmuré en voz baja, llorando sobre su hombro.
Él negó con la cabeza.
—Está bien, Ambs. No es culpa tuya —dijo con voz ronca, me dio una pequeña sonrisa y tratando de ponerse en pie, gimiendo. Me puse de pie con un salto y le ayudé a levantarse. Podía oír movimiento así que levanté la mirada para ver que mi madre estaba limpiando la mesa frenéticamente.
—Lleven sus cenas a sus cuartos y coman, ¿bien? —ordenó, besándonos a los dos en la mejilla. Ella tenía que ir a donde mi padre y hacer control de daños, él estaría de mal humor por mi error y ella tenía que calmarlo antes de que pasase algo más—. Los veré a la mañana. Los quiero a los dos. Por favor estén callados, y pase lo que pase, quédense en sus habitaciones —ordenó, rápidamente besándonos otra vez y entregándonos nuestras cenas a medio comer, antes de empujarnos hacia el vestíbulo trasero.
Teníamos una buena casa, cuatro dormitorios y todo estaba en un nivel. Mi padre ganaba un buen dinero por lo que vivíamos en una bonita zona, pero prefería que la casa fuera más pequeña así no tuviera que trabajar en ese empleo. Puede que entonces fuera como el viejo Papá, llevándonos al parque y comprándome juguetes y dulces. 
Daniel vino a mi habitación y comimos en silencio, sentándonos en el suelo cerca de mi cama. Tomó mi mano con fuerza cuando oímos a mi padre gritar a mi madre desde el salón, algo se rompió, y me estremecí. Esto era totalmente culpa mía. 
Empecé a sollozar así que Daniel envolvió su brazo alrededor de mi hombro, apretando suavemente. Él siempre parecía mucho mayor que yo; era como más maduro que yo.
—Está bien. Todo está bien, Ambs. No te preocupes —susurró, acariciándome el pelo. 
Una vez que me calmé, y los gritos habían cesado, jugamos a las cartas por un rato.
Cuando estábamos en la mitad del juego, escuchamos pisadas fuertes viniendo por el vestíbulo. Daniel se puso rígido cuando los pasos pasaron por mi puerta. No se detuvieron sin embrago, gracias al cielo. Dejé escapar el aliento que no me di cuenta que estaba aguantando y miré a Daniel, quien esbozó una pequeña sonrisa.
—Mejor me voy a mi habitación, son pasadas la siete —dijo mirando a mi despertador—. Cierra con llave la puerta. Te veré mañana —dijo con un guiño. Salió de la habitación y lo observé arrastrarse por el pasillo hasta su habitación, se volvió hacia mí—. Cierra con llave la puerta, Ambs —susurró esperando ahí, observándome.
Cerré la puerta con llave rápidamente como me dijo. Poniendo mi oreja en la madera, escuché para asegurarme que Daniel hiciera lo mismo con la suya. Volví corriendo a mi cama y me tiré sobre ella, llorando silenciosamente. No podía parar, estaba sollozando y sollozando. ¡Había sido estúpida esta noche e hice que hiriera a mi hermano otra vez! Y probablemente a mi madre también, por el sonido de los ruidos en el salón.
De repente, se produjo un rasguño, un ruido golpeando en mi ventana. Abrí mis ojos de golpe para ver a Christian fuera, mirándome con tristeza. Me levanté y corrí hacia la ventana y la deslicé hacia arriba silenciosamente preguntándome qué demonios estaba haciendo aquí. ¿No debería estar en su casa?
—¿Christian, qué estás haciendo aquí? ¡Tienes que irte, ahora! —le grité susurrando, sacudiendo mi cabeza con fuerza. Pero el chico estúpido solo trepó a mi habitación por la ventana, cerrándola silenciosamente detrás de él.
Contuve la respiración, mirando a mi puerta con los ojos muy abiertos. Si mi padre lo atrapaba aquí se iba a volver loco, no le gustaba que Christian viniera y jugara en nuestra casa, siempre decía que era muy ruidoso.
—¡Christian, sal! —susurré, desesperadamente intentando empujarlo de vuelta hacia la ventana. Me estremecí, preguntándome que haría mi padre si hubiera escuchado abrirse la ventana y supiera que Christian estaba aquí. Christian no se movió; simplemente envolvió sus brazos alrededor mío con fuerza y me trajo contra su pecho. Traté de empujarlo, pero él solo me sostuvo con más fuerza.
—Está bien —susurró, acariciando mi pelo. Empecé a llorar otra vez en su pecho; pensamientos de Daniel siendo herido antes inundaron mi cabeza.
Christian era alto para su edad; tenía diez, igual que Daniel. Ellos eran mejores amigos, y lo habían sido desde que nos mudamos hace cuatro años. Tenía el pelo castaño castaño, el cual normalmente ponía en punta con demasiado gel, y ojos marrones verdosos que eran como ventanas a su alma. Cuando Christian te miraba te hacía sentir como si pudieras volar. Era muy lindo; todas mis amigas estaban locas por él por alguna razón. Christian y yo, sin embargo, no nos llevábamos del todo bien. Él se burlaba de mí todo el tiempo, me pone la traba, me tira del pelo, y tiene esa molesta costumbre de llamarme Ángel por alguna razón, me llamó así desde el momento en que me conoció y realmente me pone furiosa.
¿Qué demonios estaba haciendo aquí ahora? ¿Y por qué estaba abrazándome? Tal vez pensó que esta era la habitación de Daniel, tal vez se acercó a la ventana equivocada —pero no podía estar en lo cierto porque la habitación de Daniel estaba en la otra parte del vestíbulo, su ventana daba al patio trasero.
Me eché hacia atrás para mirarlo. Por alguna razón él se veía tan triste; tenía lágrimas en sus ojos mientras se limitaba a seguir abrazándome. Él sabía sobre mi padre, Daniel había sido cubierto por moretones una vez y le soltó la verdad a él. Daniel y yo rogamos que no dijera nada, sin embargo, nunca lo ha hecho.
—¿Qué estás haciendo aquí, Christian? —susurré, limpiándome la cara, pero las lágrimas siguieron cayendo.
Me tiró sobre la cama, meciéndome suavemente, igual que Daniel siempre hacía cuando lloraba. Miré su pecho y me di cuenta que estaba usando shorts y camiseta de los Power Rangers. Fruncí el ceño, un poco confundida en cuanto a por qué tendría puesto eso, hacía mucho frío fuera. Entonces me di cuenta de que estaba usando su pijama. Miré al reloj para ver que eran casi las ocho y media. Había estado llorando durante más de una hora.
—Te vi a través de la ventana. Solo quería venir y asegurarme de que estabas bien —susurró a su vez, todavía abrazándome con fuerza.
Volví a mirar la ventana. La habitación de Christian estaba directamente en frente de la mía y podía ver su interior, lo que significaba que él podía ver en la mía. 
Me mordí el labio, ¡Oh! Me había visto llorando, tengo que verme tan débil para él. Las únicas personas ante las cuales alguna vez había llorado eran mi madre y Daniel.
—Estoy bien. Tienes que irte —susurré empujándolo otra vez, tratando de sacarlo de la cama.
Se limitó a negar con la cabeza.
—No me voy hasta que dejes de llorar —declaró, tirándome hacia debajo de manera que ahora estábamos tumbados en mi cama, uno enfrente del otro. Tenía sus brazos envueltos alrededor mío tan fuerte que ni siquiera podía retorcerme. Me sentí segura y caliente. Me deslicé aún más cerca de él, presionando todo mi cuerpo con el suyo y sollocé en su pecho.
Me desperté a la mañana, todavía fuertemente envuelta en sus brazos; di un grito ahogado y miré al reloj 6:20 a.m.
—¡Christian! —susurré, sacudiéndolo.
—Ahh, ¿qué, mamá? —preguntó con sus ojos cerrados.
—¡Shhh! —siseé, rápidamente cubriendo su boca antes de que hablaste otra vez. No puedo creer que nos quedemos dormidos, esto está tan mal.
Sus ojos se abrieron de golpe y me miró, sorprendido, luego miró alrededor de mi habitación.
— Oh no, ¿me quedé dormido? —susurró, sentándose y pasándose la mano por su pelo, que estaba levantado por todas partes pero en realidad se veía mejor que cuando tenía ese asqueroso gel en él
—Tienes que ir a casa, Christian. ¡Rápido! —dije, empujándolo hacia la ventana. La abrió y empezó a trepar fuera pero agarré su mano haciendo que se detuviera. Levantó la vista hacia mí con una expresión confundida en su cara.
—Gracias —susurré, sonriéndole agradecidamente. Realmente necesitaba ese abrazo, esa fue probablemente la cosa más bonita que Christian alguna vez había hecho por mi.
Él me devolvió la sonrisa.
—De nada, Ángel —respondió, sonriendo y saliendo.
Vi como pasaba por el agujero de la valla y volvió a subir a su propia ventana. El pensamiento de Christian viniendo a escondidas aquí y estando en la casa sin permiso, hizo que mi estómago doliera. Tuvimos mucha suerte de no ser atrapados. Me aterraba pensar que habría sucedido si sus padres hubieran ido a su habitación a la noche y hubieran visto su cama vacía, o que habría pasado si no hubiera despertado temprano. Me estremecí al pensar en lo que mi padre haría si hubiera entrado aquí para encontrar a Christian en la cama durante la noche.

****Creditos a Novelas de Christian Ordaz & Tu en Facebook. Dale u "Me Gusta" (:

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