VIII: Uɴᴀ Pᴏᴄɪᴏɴ, Uɴᴀ Iʟᴜsɪᴏɴ ʏ Mᴀs Mᴇɴᴛɪʀᴀs

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El dios de las mentiras se recostó en su pequeño trono, mientras escuchaba el escándalo de todos los hombres y mujeres que intentaban llevar a Thor hasta su habitación.

—Más tarde nos vamos a casa —Loki miró a Tony, quien le devolvió el gesto inquisidor una vez más, reusándose a obedecer la orden implícita para marcharse hacia la recámara del príncipe, sin motivos para salir hasta que las cosas estuviesen más calmadas.

—Tienes muchas cosas que explicar —declaró el castaño, especialmente por los gritos de Thor que no dejaba de llamarlo a los cuatro vientos, su nombre.

Suspiró cansado, sofocado... aunque no por culpa del contrario. La cuestión era que, incluso si Loki en ese momento se negaba a Thor, llegaría el día en que si no ponía manos a la obra para formalizar su relación, todas las promesas que le habían hecho serían en vano, ya que seguramente su hermano volvería a insistir. Y sin duda alguna el azabache terminaría cediendo. Después de todo Thor lo conocía y lo amaba tal cual era, entre ellos había un amor que barría el tiempo y los obstáculos. Y por otra parte, estaba él, con un amor rebelde, loco e interesante que sólo era vigente por tiempo limitado. Para su desgracia, tenía una notable desventaja; y para colmarlo un poco más, con su naturaleza discrepante a la de un dios el principal problema entre ellos era el tiempo. Tony era consciente de que luego de una probada de todo lo que podría darle, algún día se marchitaría y con claros motivos Loki podría dejarlo... definitivamente no quería que eso pasara.

Pero la inmortalidad no parecía algo tan lejos de su alcance luego de la reunión que Loki tuvo con Freyja. El precio a pagar no era alto, sólo rogaba que Tony no se escandalizara cuando supiese lo que aquellas mujeres pidieron a cambio de una manzana para él.

Cuando Loki extendió su propio brazo y lo inspeccionó, encontró fácilmente el pequeño adhesivo circular que tapaba el pinchazo de Idun, el cual confeccionaba la potente ilusión que lograba engañar a su hermano. Recordó el rostro de la bella mujer, indiferente pero igualmente irritada con su presencia, y a pesar de todo ello, tuvo la oferta de su ayuda.

—Te has hecho todo un debilucho —había dicho la guardiana, su rostro serio—. Para esto deberé usar tu sangre —extrajo el rojizo líquido y finalmente comenzaron con el hechizo.

Thor sería completamente embaucado por una ilusión de "amor" y de esta misma forma, podría sentir la esencia de su hermano enloqueciéndolo incluso sin la necesidad de tener que intimar con él. No era lo mejor del mundo para ambos, pero al menos eso lo mantendría tranquilo por algún tiempo.

Terminado el conjuro, instantáneamente Frejya quiso comprobar sus niveles de seidr, dejó a Loki solo y al volver tenía un pequeño artefacto circular que colocaría sobre la muñeca del dios; a simple vista parecía una especie de medidor de energía. Y el pequeño instrumento permitió conocer fácilmente el porcentaje de magia disponible en Loki. Teniendo un funcionamiento muy similar al de un tensiómetro, el medidor mostró varios números peligrosamente bajos, que hicieron al azabache encogerse avergonzado.

Más allá de su obvia deshonra por tan miserable nivel para alguien que era considerado un dios hechicero, en Asgard o en Vanaheim era peligroso ir por ahí revelando tu porcentaje de magia. Cualquiera, malintencionado o no, podría sacar ventaja de ese dato.

—¿Qué demonios te ocurrió? —preguntó una sorprendida princesa, su ceño profundamente fruncido. Lo que más le dolía a Loki era que esa pregunta se estaba convirtiendo en una una cuestión cliché en sus últimos días.

Y tras la verdad de su pobre respuesta; "en realidad no lo sé muy bien", el dios de las mentiras se vio sorprendido de tener escuchar los consejos que le brindaron. Freyja le había dado un pequeño collar de uru con un dije vanir como protección que también brindaba energía.

Vestigios de Alma » IronfrostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora