Vestigios de Alma » Ironfrost

-Rᴏᴜᴡ-

Fury estaba revoloteando por su despacho muy inquieto. No podía creer que todavía no tenía noticias de Tony en el día de hoy.

La última vez que lo había visto, fue con Valkiria, y él sostenía una mirada tan tenaz, que durante un momento temió a que el genio estuviera actuando —debido a Loki— como un agente para Asgard, involucrado en quién sabe qué tipo de misión.

Desde que, junto a Natasha, lo habían visto de lejos abandonar a Steve en la enfermería, no lograron imaginar qué tipo de situación pudo haber sido tan demandante como para hacer que se alejara de esa forma, sin siquiera haber pedido el parte médico de su compañero. Algo totalmente extraño. Cuando de Steve se trataba, siempre se preocupaba hasta de los más mínimos detalles. 

Pero era obvio que esta vez Tony había tenido otras prioridades.

—Hill, rastree de nuevo a su traje —Volviendo al presente, el hombre moreno dio la orden bastante ofuscado.

—Usted sabe que la IA de Stark está especialmente protegida contra el espionaje —le recordó la mujer, revisando igualmente los datos en la computadora. Cargaba comandos que seguramente sólo alguien tan especializado como ella entendería—. Él enviaría un reporte sobre su estado, sólo en caso...

—En caso extremo, soy consciente de ello, agente Hill —Fury completó la frase. María lució un rostro pálido de repente, observaba la pantalla con un reporte detallado sobre lo ocurrido.

"El sistema de emergencia de potencia supletoria, tiene fallas. 

La armadura ha sufrido daños fatales: graves abolladuras en la zona del tórax, casco extraviado y se detectan múltiples lesiones en el usuario"

—Jefe —gimió María Hill.

—¡Diagnóstico del usuario! —bramó Nick Fury.

"Necesitamos refuerzos, señor. Tuvimos bajas"

Eso repitió una y otra vez la inteligencia artificial, arrojando coordenadas inexistentes y diferentes a cada minuto. Nick no podía enviar ayuda si no sabía donde estaba y menos qué había sucedido.

—Jarvis, un diagnóstico de mi muchacho, ¡ahora! —tembló el hombre. Lentamente y una a una, saltafon a la vista tres letras. María Hill no podía creer lo que leía en pantalla.

«🅳. 🅾. 🆆.»

—Muerto por herida —murmuró el hombre, tomando asiento. Su mente estaba en blanco, incapaz de creer semejante noticia.