Capítulo 5

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Zelna Gallur

¡Es que esta fila no pretende avanzar o qué!

Estoy cansada de estar golpeando una y otra vez el talón contra el piso solo porque no puedo ponerme a caminar de lado a lado, pero es que me impacienta tener que esperar tanto en esta cafetería de quinta donde trabaja mi mellizo menor. ¡Sí, menor, porque soy mayor por dos minutos!

Si no puedo hablar con él en la residencia, entonces hablaré con él en este lugar. Ya no me aguanto su maldita excusa de estar "muy ocupado".

Una, dos...; cinco personas más y finalmente estoy frente a Zeldock. Hago lo posible para no cagarme de la risa por el gorro tan ridículo que trae puesto y la sonrisa más falsa que le he visto en el rostro. Se ve tan tierno...

Planto mis manos sobre el mostrador haciéndole sobresaltar. Sus ojos se fijan en mí con una mezcla de sorpresa y fastidio, al mismo tiempo que pronuncia mi nombre con duda.

—No, soy su clon.

—¿Tu orden? —pregunta juntando sus labios.

—¡Que me escuches! Ayer apenas dije el nombre de Von, me tiraste una almohada a la cara diciendo que te dejara dormir.

¡Eres un desgraciado!

—Tenía sueño —Alza los hombros con calma, y yo no hago más que entrecerrar los ojos—. ¿Vas a querer algo de la tienda? Retrasas a los demás si vienes por nada.

Va, entiendo que ha estado muy ocupado y que el tema de Von lo ha estresado desde que llegó, pero no es excusa para ignorarme.

¿En serio? No me había dado cuenta.

—De aquí no me muevo hasta que me escuches. —Me cruzo de brazos y él eleva una de sus cejas.

—Cuando llegue a casa; largo de aquí.

—Quindi lligui i quisi, lirgui di iqui.

—Zelna... —gruñe, prácticamente.

—Ambos sabemos que no me dejarás hablar cuando llegues. De aquí no me muevo, Zeldock.

Sonrío de lado al ver como encierra el puente de su nariz entre sus dedos índice y pulgar para comenzar a masajearlo. Se está exasperando y eso solo puede significar dos cosas: me saca del local llamando al vigilante o...

Suspira y camina hacia su compañero, a quien con simples palabras le pide que le cubra unos minutos.

¡Y resultó ser la segunda opción! Va a escucharme de una buena vez por todas.

¡Ey, ey, ey! ¿¡Por qué me tomas y halas así del brazo!? ¡No seas tan bestia! Ah..., de todos los lugares que podías elegir para conversar, ¿tenías que elegir el callejón de servicio? Qué gustos los tuyos, hermanito.

Ay, qué asco. ¿Cómo pareces inmutarte ante este aroma tan desagradable?

—Ajá, habla. —Ahora es él que apoya sus brazos sobre sus hombros y me mira enojado.

—Yo...

—Que sea rápido.

Si me interrumpes no será rápido.

Ruego los ojos y tomo una bocanada de aire tan grande que me es suficiente para explicarle con lujo de detalles la situación del ojiazul y cuál es mi propósito. Solo por como arruga el entrecejo y la forma en las que acomoda sus manos en sus brazos, puedo darme cuenta de que su molestia nada más va en aumento.

Te vas a volver una pasa antes de los treinta si sigues haciendo ese gesto.

—No, Zelna. Ni lo sueñes —responde secamente.

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