Capítulo 8

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Von Fermonsel

Detrás de nuestras pisadas queda ese claro donde finalizamos la caza, el sendero de árboles que atrajo la atención de Zeldock y sus sombreados kilómetros, la apertura de Ingenmansland próximo a los autos y el sonido de sus motores, y el camino pautado con nuestras narices apuntando al norte.

El sol se asienta fuerte sobre el cielo y las copas, y la brisa cálida barre las fragancias cercanas. El corazón me brinca contra el pecho al percibir ese conjunto de aromas que tanto añoraba.

Giro la cabeza buscando los ojos de los mellizos y de Zack pidiéndoles permiso y me basta con el mínimo signo de asentimiento de parte de Zeldock para comenzar a correr hacia ellos. Aunque mi intención era saltarles saludándoles, Aike es quien se me adelanta; el peso de su cuerpo, la misma altura de su caída y la presión de su hocico contra mi abdomen apenas me da tiempo de cobrar aire.

Trato de levantarme queriéndole seguir el juego, queriendo hacer lo mismo que él, pero me es imposible levantarme cuando se suma el cuerpo de Gael y mis padres imitándoles. Al final, solo respiro profundo y me concentro en el aroma de cada uno.

Sería increíble que Irem y Azel estuvieran aquí acompañándolos, pero... es mejor que se queden lejos.

Se levantan dejándome ver la luz de nuevo y se apartan corriendo y dando saltos, incluso mis papás. Contengo el nudo que se me aprieta en la garganta y les correspondo la invitación a jugar.

¿Quién sabe cuándo pueda volverlos a ver, a abrazarles, a hablarles o en seguirles estos juegos? ¿O quién me asegura que esta no sea la última vez? De este momento solo me queda disfrutarlo y recordarlo, solo me queda sumergirme en ellos tanto como pueda.

Los tres nos detenemos cuando observamos a los dos mayores agotados y sacando la lengua. Tal y como lo hicieron, entierro la cabeza debajo de sus cuerpos e intento sumergir la nariz en medio de su pelaje hasta que sea la piel lo que me detenga.

Quiero quedarme así por horas; no quiero separarme, aunque sepa que no tengo opción. Yo sabía que esto me afectaría.

Me separo tan solo por la necesidad de tomar mi forma como Mänsklig al faltarme el aire por culpa de las lágrimas. Apoyo la cabeza encima del abdomen de mi gemelo, quien no tarda en transformarse también para acariciarme. Su voz siseando tratando de consolarme llega rápidamente a mis oídos y se mantiene hasta que tiembla quebrándose.

Al abrazo se suman mis padres. Aike, en cambio, encuentra ubicarse en el espacio entre Gael y yo para acurrucarse haciéndose bola.

Me levanto buscando el rostro de mis papás, sus preciosos ojos ámbares y las arrugas que adornan sus facciones. Las delgadas manos de mi madre me rodean las mejillas y esboza una sonrisa.

—Ma...

—No sabes cuánto nos alegra verte vivo... —pronuncia en un hilo de voz.

—¡Mamá, quedamos en que...!

—Sabes que esa era nuestra mayor preocupación, Gael... —Volteo hacia mi padre—. No hubo señales de ti, sino hasta un día en el que los Vargar anunciaron haber olfateado tu sangre al otro lado de la autopista.

—Todos dimos por sentado que te habían cazado... —murmura mi hermano—. Ya no estábamos angustiados por ti, pero...

Acaricio su cabello peinándolo hacia atrás y limpio las lágrimas que amenazan con derramarse. Muevo la cabeza de lado a lado cortando sus palabras.

No es necesario que me lo digan porque sé lo que están pensando. Si fuera yo quien estuviera en su lugar, no querría sumar en el altar el nombre de ninguno de ellos junto al de mis otros hermanos. No, ellos ni siquiera habrían podido sumarlo por tratarse de un expulsado...

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