2.- Culpas

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Despierto de un sobresalto cuando, de estar Vins durmiendo entre mis brazos, él sale como disparado de la cama. Logro entreabrir apenas los ojos y la luz mañanera me deja cegado un instante, tras el cual caigo en la cuenta de lo que pasó y comienzo a preocuparme.

Ayer realmente me colé por su ventana pasada medianoche, y debía volver a mi casa antes de que el sol saliera y nos descubrieran juntos.

Oh, mierda. Vicent no se ha levantado por cuenta propia.

Bajo la escalera a toda prisa, que es el lugar de donde oí pasos firmes y furiosos. Alcanzo a escuchar un portazo que, adivino, proviene de la puerta correspondiente al baño de la casa. Cuando alcanzo a descender del todo por los escalones, distingo al padre de mi novio trabando esa cerradura antes de encaminarse directamente a mi posición.

Me resisto a toda costa a ser arrastrado al exterior de la casa, no mientras siga oyendo los vanos forcejeos del rubio al otro lado del cuarto. Intento desesperadamente aferrarme a las paredes, o a los marcos de las puertas, o a prácticamente a todo lo que se cruza en mi camino, pero ¡mierda! ¡Tiene mucha fuerza!

Me lleva a rastras hasta la puerta principal de la casa tomado por la muñeca, pero no me doy por rendido. Lejos de estarlo, sigo luchando y tirando de su brazo con tal de liberarme. No estoy lográndolo, y yo... y yo... ¡Yo tengo que protegerlo! ¡No puede continuar lastimándolo por el único hecho de ser como es!

Abre la puerta y me arroja hacia afuera sin haberme soltado el brazo. Por el contrario, lo aprieta aún más causándome dolor esta vez y me mira a los ojos. Cuando consigo desviar mi vista desesperada del interior del hogar en busca de Vins y lo miro a él, sus ojos oscuros y el odio que desprenden me asustan incluso a mí, y logran que me acobarde.

—Si vuelves a acercarte a mi hijo, los mato a los dos. ¿Oíste?

La amenaza me deja tan impresionado que no me atrevo a contestarle antes de que me arroje afuera y cierre la puerta en mi cara. El empujón me hace retroceder varios pasos y tropezar con la escalerilla de pocos escalones que conecta con la vereda principal, provocando que caiga de espaldas en ella. Me incorporo sin que me importe momentáneamente el fuerte golpe que me di y corro de nuevo a la puerta, la cual empiezo a golpear con los puños por si alguien de dentro me oye.

—¡NO LE HAGAS NADA! —exijo—. ¡POR FAVOR! ¡ES MI CULPA! ¡EH!

Nada en absoluto parece asegurar que alguien advirtió mis súplicas excepto algunas personas que transitan la calle y me miran extraño al pasar. Lleno de rabia, doy un par de vueltas y acabo por dejarme caer en la escalerilla pintarrajeada de blanco. Cubro mi cara con la concavidad de la manos y respiro agitadamente, buscando despejarme y encontrar una solución.

¡Es todo culpa mía! ¡Por mi idiotez él ahora lo lastimará! Las lagrimas de rabia me nublan la vista al sentirme bloqueado e incapaz de ayudar a mi rubio a salir del lío en el que lo metí, y simplemente dejo que fluyan.

No. La culpa no es mía. La culpa es de su padre, que no lo acepta y nunca lo aceptará. Que es maltratador y destruye el poco autoestima que le queda a su hijo. Que lo...

Un alarido me saca de mis pensamientos.

Viene del interior de la casa.

Vins.

—¡Vicent! ¡NO! —corro a la puerta y la empujo nuevamente con el peso de todo mi cuerpo, pero nada ocurre.

Nunca lo había escuchado gritar de esa forma. Algo acaba de desgarrarse en mi interior, porque sé lo que está sufriendo. No está exagerando. Vins apenas alza la voz incluso cuando está con alguien de confianza como yo, nunca soltaría tamaña exclamación porque sí.

Doy una vuelta corriendo alrededor de la casa, buscando otra entrada, pero comienzo a sumirme en la desesperación al no encontrar ninguna. De pronto, una idea impacta como un rayo en mi mente.

¡LA HABITACIÓN DE VICENT! ¡LA VENTANA ESTÁ AÚN ABIERTA!

No tardo mucho en llegar al diminuto patio trasero, trepar al árbol que acaba en la ventana de mi novio e ingresar por ella igual que anoche. Sin embargo, cuando estoy a punto de bajar la escalera alguien se me para delante y me detiene. Solo cuando logro enfocar mis sentidos en algo que no sea la salud de mi novio descubro que quien tengo adelante es Clara, su escuálida madre.

—¡Déjame pasar! —suplico sin intención de empujarla, pero aumentando mi presión al oír gritos provenientes de la planta baja—. ¡Tengo que ayudarlo!

Me toma por los hombros y se pone justo delante de mis ojos, forzándome a enfocarme en ella. Está tan pálida y asustada que casi da miedo, y tiene los ojos muy llorosos.

—No se puede, Manu, lo intenté infinidad de veces. No se puede parar. Se-será mejor esperar a que acabe... y a que se vaya a trabajar.

¡¿Es que acaso es idiota?! ¡¿No ve a su hijo gimiendo de dolor a solo unos metros sabiendo que puede ayudarlo?!

—¡¿Está loca?! —pregunto sin pensar—. ¡Hay que pararlo! ¡No puede hacerle eso!

—Lo único que lograrás es que te pegue a ti también, nada más que eso. ¿Qué le digo a tus padres si llegas a tu casa todo golpeado? Será peor. Te lo digo por experiencia.

—¡Me da igual! ¡Vincent está sufriendo!

Estoy a punto de empujarla con tal de pasar cuando me da un espontáneo abrazo que me deja estupefacto por varios segundos. Por un momento, logro comprender su dolor. Pero vuelvo a la realidad y la separo de mí cuando advierto que se dejó de oír el griterío de abajo. Me da un escalofrío al pensar en que quizás el mayor no ha parado de maltratarlo, pero Vins puede haberse dado por vencido. Solo espero que pueda resistir un poco más y esperar por mí...

Bajo los escalones a trompicones ni bien el maldito aquel se va a trabajar y mi preocupación vuelve a aumentar al no encontrar al rubio en ningún lugar. Decido utilizar mi oído esta vez, y escucho latientes llantos que provienen del baño pequeño del hogar. Me aproximo allí a las corridas e intento abrir la puerta, pero adivino que él está recargado en la gruesa madera desde el otro lado ya que me resulta inamovible. Doy un suspiro y apoyo mi frente en la puerta, buscando palabras con las que animarlo.

—¿Vins? —llamo—. Vins, ¿cómo estás? —¿en verdad le pregunté algo tan estúpido? ¡Obviamente está mal!—. Estoy aquí, contigo, por si me necesitas.

Sigo escuchando sus sollozos ahogados, los cuales me llegan desde abajo; debe de estar recostado en la puerta. De repente se levanta, por lo que puedo percibir, y produce un sonido similar a un escupitajo. Luego, el correr del agua. Por último y varios segundos más tarde, un golpe seco que me produce escalofríos.

Intercambio una mirada temerosa con Clara, que está a unos pasos de mí, y luego abro la puerta con lentitud.

Vins.

Tirado de lado en el suelo, con la respiración demasiado tranquila y los ojos cerrados. Me acerco a la carrera sin dudarlo un segundo, y en mi corto trayecto veo rastros de sangre dentro de la piletilla que aún deja escapar agua. Nos arrodillamos uno a cada lado del cuerpo inconsciente y debilitado de mi rubio y yo tomo su cara entre mis manos, asustadísimo. ¡¿Qué está pasando?! ¿¡Llegó a golpearlo tanto como para casi matarlo!? ¿¡Vins está muriéndose por mi culpa!? Temblando del miedo y mientras me formulaba estas preguntas para mí mismo, apenas noté la presencia del líquido tibio que da contra mi rodilla y de una pequeña cuchilla de afeitar a varios centímetros de él.

—¡Vicent! ¡No! ¿¡Qué hiciste!?

Clara me mira tan pálida como un papel cuando con la cabeza le señalo el espeso charco de sangre que emana de una gran herida en la muñeca de su hijo. Mientras que ella va a buscar un paño con el cual cubrir la herida y parar el sangrado, yo intento mantenerlo lo más cómodo posible con la cabeza en mis piernas a la vez que observo con lágrimas al borde de los ojos todos y cada uno de los golpes y magulladuras en el cuerpo del rubio. Debí haberlo ayudado, maldita sea...

Tormento [Historia de Vincent y Manu]Where stories live. Discover now