—¡No, no, no, no! ¡Manu! ¡Ya te dije que no lo haría! —empujo la puerta de madera fría, tratando de salir—. ¡Déjame salir de aquí!
—Lo siento, Vins, te quedarás en mi armario hasta que te pongas el traje —ríe. ¿Por qué me hace estas cosas?—. Deja de empujar, sabes que tengo más fuerza. ¡Vamos, hazlo por la gente que sufre de discapacidades mentales!
—Discapacidades... ¿qué? ¿De qué rayos me estás hablando?
Lo oigo reírse fuertemente al otro lado. ¡Lo mataré!
Quizás no estés entendiendo del todo lo que está pasando. Si es así, pues te explico: luego de una semanilla bastante normal, llegó el sábado, y con él mi tormento. ¿Que por qué? Porque, si recuerdas bien, Manu incitó a Sam a hacer una apuesta conmigo, la cual perdí y por la que ahora debo ponerme un ridículo traje verde de animadora que mi novio compró en vaya a saber qué tienda porno. Bueno, quizás me pasé, a lo mejor lo compró en una tienda normal, pero ¡lo sabría si mi única luz no fuera la de la linterna de mi teléfono! ¡No quiero hacer esto!
—Vamos, sabes que lo harás, cuanto más rápido mejor.
Suspiro y se me ocurre un pequeño plan. Comenzaré a hacer ruidos, como si me estuviera cambiando, pero no lo haré realmente. Tiene que funcionar.
Tras lo que calculo como un par de minutos, dejo los sonidos dentro del frío armario con olor a viejo y guardado mezclado con algún aromatizante barato y por fin indico a mi novio que estoy listo. Sí, estoy listo para salir corriendo lo más velozmente que me permitan mis piernas en cuanto suelte la puerta. Claro que ni me molesté en quitarme mi abrigo. ¡Hace mucho frío!
Oh, está abriendo la puerta. Bien. Tres, dos, uno...
¡YA! Manu advierte en seguida mi intención, así que no logro llegar a ningún lado más que al living antes de que me atrape entre sus fuertes brazos. Me encantaría estar aquí si no fuera porque está volviendo a traerme a su dormitorio. Una vez en el lugar, se planta en el suelo e intenta quitarme la ropa, cosa que no se le hace complicada gracias a las holgadas prendas que suelo vestir. Únicamente logro permanecer con la ropa interior algo bajada, y de esta manera él me introduce a la fuerza otra vez en su armario. ¡Rayos!
—Vins, seré claro —dice desde el otro lado. Ya no sostiene la puerta, puesto que ésta se entreabre y vuelve a su posición habitual sola—: estoy transmitiendo en vivo y ¡oh, mira! Ya tengo varios espectadores. ¡Holaa, amiguitos de Instagram! Bueno, la cosa es que, si intentas salir, catorce espectadores (y aumentando) te verán en ropa interior. Es algo que preferiría guardar para mí, pero bueno.
—¡¿Por qué me haces esto?! De todas formas, será mejor que si me ven con ese estúpido disfraz.
—Solo te ayudo a cumplir tu promesa, bebé —casi siento cómo sonríe—. Además, si te pones eso cortaré el video, así que sólo te verán los del grupo, ah, y bueno, yo.
—Te odio.
—Me amas.
—Sí. Oh, vamos, ¿Unas bragas rosas? ¿En serio?
—Completa el conjunto —suelta maliciosamente. Lo mataré en cuanto salga de aquí.
Me rindo y, acabando de vestirme, me asomo apenas a la puerta para que Manu vea que llevo puesto lo que él quiere. Él sonríe, corta con la transmisión y, ni bien pongo un pie en el suelo, exclama:
—¡Vaya forma de salir del clóset!
Lo miro, aburrido. Dejo que me saque una foto con el teléfono —al final logré llegar a un acuerdo: no bailaré, pero al menos tengo que enviar la evidencia al resto— y que se me acerque tranquilamente. Rodea mi cadera con las manos y las junta detrás, observándome como si él fuera un tigre y yo su presa. Me da un beso largo y tierno y después se aleja unos pasos de mí. Al principio no entiendo esta acción, pero cuando toma los extremos del incómodo trajecillo y comienza a tirar de ellos hacia un lado comprendo que no podía habérmelo puesto de una forma peor.
Retrocede otro par de pasos una vez me hubo acomodado el vestido y al fin tengo tiempo de observarme a mí mismo, avergonzado. No estoy precisamente feliz de tener que usar esto, por más de que lo vea medio borroso, ya que mi novio también me quitó mis lentes bruscamente. En cuanto alzo la vista, descubro que él me está sacando otra foto, ¡y encima mientras yo estiraba de los extremos de la falda cual princesa! Oh, no, no se saldrá de ésta tan fácil. Me abalanzo sobre él, bastante molesto, e intento a toda costa arrebatarle el teléfono, que termina cayendo a un lado entre las sábanas. Nos observo a nosotros mismos, entonces. Él algo recostado sobre la cama y con las dos manos sosteniendo mis muñecas para que no le arañe la cara, yo arrodillado al borde del colchón con intenciones de matarlo. Me mira fijo, hasta que logra de una manera casi mágica que deje de luchar contra él. Suelta mis brazos cautelosamente y posa sus manos alrededor de mi mandíbula. ¿Cómo rayos hace que de un momento a otro tenga ganas de besarlo hasta no poder más?
Y ahora me hace desear asesinarlo otra vez. Levantó mi... mi faldilla... e introdujo la mano en mi horrorosa ropa interior, apretándome el trasero con ella. Siento las mejillas ardiendo, y le rodeo la nuca con una mano para no perder la estabilidad.
—Te odio.
—¿No tuvimos esta conversación hace cinco minutos? Me amas y lo sabes. Y lo peor de todo, es que te está gustando esto y no lo puedes negar.
—Uf, sí, amo que me obliguen a ponerme ropa de mujer y me toquen el trasero, ¿cómo lo supiste? —pregunto, sarcástico.
—Yo lo sé todo, bebé.
Dejo escapar un bufido. ¡Me exaspera, te juro que me exaspera!
—Explícame —exijo desenfadado, mientras le corro un mechón de cabello para verle los dos ojos. Me observa con confusión en esos grandes orbes oscuros—. Explícame por qué, si me estás haciendo pasar la vergüenza de mi vida, sigo haciendo lo que tú me dices.
Finalmente sonríe como un niño pequeño; comprendió mi referencia.
—Porque soy persuasivo e irresistible. Y porque me amas. —añade esta vez.
—Eres un tonto —pego nuestras narices y sonrío—. Pero aún así te sigo amando.
Y lo beso.
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-->FIN DE LA PRIMERA PARTE<--
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Tormento [Historia de Vincent y Manu]
Teen FictionSegunda parte de «Te Prometo [Historia de Vincent]». No pasó mucho tiempo desde que Manu vino a vivir a mi ciudad con sus padres. Las clases se reanudaron, nuestra relación perdura y... bueno, los maltratos de papá también lo hacen. Pero pretendo da...